lunes, 24 de mayo de 2010



El capitalismo, hoy,  es un boxeador sonado que deambula con pies de goma por el ring. No se desploma porque su rival, a quien le habría bastado un leve soplido para derribarlo, no quiere pelea, tan solo desea que suene la campana y abrazarse a su ídolo, modelo de cuanto anhela ser . El capitalismo, casi a pesar suya, renueva su título mundial por falta de combatividad del adversario: demasiada sangre para un estómago reblandecido.