lunes, 25 de julio de 2016


La miseria política de la narrativa (2)


Las elecciones del 20 de diciembre supusieron un “empate catastrófico” entre las fuerzas del cambio y las de la restauración. Las primeras no tuvimos la fuerza suficiente como para dar un
paso adelante en el proceso de cambio y conducir un gobierno de transformación democrática y popular. Las segundas tampoco tenían los equilibrios necesarios como para rebobinar el proceso o constituir un gobierno estable que, al mismo tiempo que asegurase la continuidad de las políticas de recortes, dejase intacto el juego de vasos comunicantes y el turnismo entre los partidos tradicionales PP-PSOE: no podían salvarse la gobernabilidad y el sistema de partidos al mismo tiempo. En ese escenario de bloqueo y de fuertes presiones todas las salidas pasaban por el PSOE, que debía inclinarse hacia el Partido Popular o hacia alguna modalidad de acuerdo con Podemos. En esta difícil encrucijada histórica entre restauración y cambio, el PSOE quedó atrapado y decidió no elegir y tirar la pelota hacia delante o, mejor dicho, elegir justamente aquello que representaba una no-elección: un pacto con Ciudadanos que no sumaba ni deshacía el nudo. Así, la encrucijada terminó por desembocar en una nueva convocatoria de elecciones: una “segunda vuelta” con sentido de desempate que se trasladaba a la ciudadanía, en medio de un cierto cansancio generalizado con el conjunto de los partidos y desgaste del interés por la política institucional.


El 26 de junio, sin embargo, se produjo una cierta recuperación de la iniciativa por parte del bloque conservador, en el que el reagrupamiento de votos en torno al PP desequilibró a su favor el escenario. Unidos Podemos, por otra parte, perdió más de un millón de votos que principalmente se quedó en casa. Seguramente el grueso de esa pérdida se produjo en el intenso ciclo parlamentario y de las negociaciones de investidura. El profesor norteamericano Bruce Ackerman distingue entre los “momentos calientes” de aceleración histórica y construcción de nuevas correlaciones de fuerzas y los “tiempos fríos” de congelación de esos equilibrios y política como gestión y negociación. Seguramente Podemos haya demostrado moverse mejor en el tiempo caliente de este ciclo corto desde las elecciones europeas, y tenga aún que desarrollar capacidad de adaptación al tiempo frío de la institución y el parlamentarismo. Minusvaloramos el peso de lo institucional y de su capacidad simbólica deproducir certezas y pagamos un cierto desgaste por ello, en unas elecciones que fueron un plebiscito entre lo malo conocido y una alternativa incierta, estimulante y atractiva para la España más joven y sin embargo amenazante para los sectores de mayor edad y de la España interior.


La impresionante expresión 'empate catastrófico' no significa que, debido al valor doble de los goles en campo contrario, tu equipo queda eliminado en semifinales de Champions. No. Su acuñador fue Alvaro García Linera, actual vicepresidente de Bolivia, y una de las mayores influencias intelectuales de Errejón. Veamos como la caracteriza su autor:

“Toda crisis estatal puede ser reversible o bien puede continuar. Si la crisis continúa, una siguiente etapa es el empate catastrófico. Lenin hablaba de una situación revolucionaria; Gramsci, a su modo, habló del empate catastrófico. Ambos hacen referencia a lo mismo pero con distintos lenguajes. El empate catastrófico es una etapa de la crisis de Estado, si ustedes quieren, un segundo momento estructural que se caracteriza por tres cosas: confrontación de dos proyectos políticos nacionales de país, dos horizontes de país con capacidad de movilización, de atracción y de seducción de fuerzas sociales; confrontación en el ámbito institucional –puede ser en el ámbito parlamentario y también en el social– de dos bloques sociales conformados con voluntad y ambición de poder, el bloque dominante y el social ascendente; y, en tercer lugar, una parálisis del mando estatal y la irresolución de la parálisis. Este empate puede durar semanas, meses, años; pero llega un momento en que tiene que producirse un desempate, una salida.” ('Empate catastrófico y punto de bifurcación'. Crítica y emancipación : Revista latinoamericana de Ciencias Sociales. Año 1, no. 1 (jun. 2008).

En primer lugar hablar, como hace Errejón, de que tal empate se da aquí entre las fuerzas del cambio y las de la restauración muestra una cierta carencia de rigor conceptual. No hay fuerzas de restauración, porque no ha habido un cambio desde el cual restaurar lo antiguo. En todo caso, el empate se habría dado entre las fuerzas del cambio y las del sistema vigente. En segundo lugar, si pretende aplicar el concepto tal como lo pensó su creador, estamos muy lejos de ese equilibrio inmovilizador que denota; es casi sonrojante de puro iluso pretender que la relación de fuerzas entre Podemos y la oligarquía corporativo-institucional que soporta el Régimen lleve a una coyuntura de empate catastrófico. A no ser, y esto es lo que me parece más relevante y más grave de la visión errejónica, que se considere que una de las dos fuerzas antagónicas que empatan sin que se llegue nunca a los penaltis, la del cambio, está formada por Podemos y afines junto con el PSOE.

El PSOE como fuerza de cambio. No voy a rebatirlo. No se trata de eso; se trata de no jugar a los significantes vacíos, es decir, de jugar limpio. Desde unos atributos particulares (pero no explicitados) del contenido del concepto cambio, el PSOE es un partido de cambio. Y, desde otros, la Falange. Errejón debería explicar qué tipo de cambio es ese del que puede, no ya ser partícipe, sino protagonista, el PSOE (no se olvide que el gobierno 'de cambio' lo iba a presidir Pedro Sánchez). No es serio pretender que un gobierno del PSOE, aun con Podemos dentro como contrapeso, vaya a poner en marcha una transformación democrática. Y no se hable de programa negociado de gobierno: un programa, en su (improbable) caso, lleno de ambigüedades y de omisiones y con nula voluntad de cumplimiento por los de Ferraz, o San Telmo, o el despacho de Slim, que ya no sabe uno. Da igual, el cambio 
no es transformar tales o cuales relación de dominación o de usurpación, el cambio es lo que dice Podemos que es cambio, y es cambio porque lo dice podemos. Anda, me ha salido el estilo Rajoy; me lo tendré que mirar. A lo que voy es que el cambio es otros de esos significantes vacíos que significa lo que quiere en cada caso y para cada interlocutor lo que quiere e sujeto investido libidinalmente.

"En ese escenario de bloqueo y de fuertes presiones todas las salidas pasaban por el PSOE, que debía inclinarse hacia el Partido Popular o hacia alguna modalidad de acuerdo con Podemos. En esta difícil encrucijada histórica entre restauración y cambio, el PSOE quedó atrapado y decidió no elegir y tirar la pelota hacia delante o, mejor dicho, elegir justamente aquello que representaba una no-elección: un pacto con Ciudadanos que no sumaba ni deshacía el nudo." De nuevo estamos en un discurso tramposo, en el cual, como no se explicitan las premisas, las conclusiones son incontestables. Solo considerando al PSOE una entidad abstracta, un partido político 'en general', puede aseverarse que 'se encontraba en una 'encrucijada histórica entre restauración y cambio', ¡Cómo si el PSOE fuera un jugador de ruleta que escoge entre rojos y negros! El PSOE no eligió no elegir; solo tenía dos opciones, permitir con su abstención el gobierno del PP o, lo que hizo, intentar un gobierno propio, que seguiría siendo un gobierno del Régimen (un gobierno turnista), con el apoyo de C's y la abstención de Podemos, que es lo máximo que le iban a permitir los poderes reales. Ese fantasmal gobierno 'de cambio' con podemos no era una opción.

Afirma Errejón, a modo de autocrítica, que 'minusvaloraron el peso de lo institucional y de su capacidad simbólica de producir certezas'. No, sobrevaloraron y sobrevaloran - y, me temo, Iñigo no va a salir de ahí, no así Pablo - la efectividad de producir certezas mediante construcciones discursivas ajenas a la existencia material y social de las personas reales.


En los primeros pasos de Podemos fuimos muy cuidadosos en hablar de “protagonismo popular y ciudadano”, porque entendíamos que en las ansias de cambio cohabitaban dos composiciones sociales o, mejor dicho, dos momentos: uno popular y otro ciudadano. El primero, simbolizado en las plazas, es el de la primacía del vínculo comunitario, la pasión por la actividad en común y la esperanza de ruptura y refundación; el segundo, más individualizado que colectivista, marcado por la confianza y estima de la institucionalidad existente –que no de las élites tradicionales- y las seguridades que ofrece, la añoranza por garantías cívicas y un marco razonable que permita canalizar las demandas de regeneración democrática y unas políticas públicas más equitativas. No hablamos de diferentes sectores sociológicos o de clase, sino de dos lógicas de la acción política, la popular y la institucional, que conviven en los Estados desarrollados con equilibrios cambiantes en situaciones de crisis o de estabilidad. El partido del cambio en España, el constructor de un nuevo bloque histórico, solo puede ser si entiende ambas sensibilidades y las integra en una suerte de “populismo republicano”: que sabe que no hay avances democráticos sin construcción de un nuevo we the people , vibrante y tumultuoso; pero que sabe al mismo tiempo moverse en el terreno de la institucionalidad heredada mostrándose útil y portador de garantías seductoras más allá de los sectores más movilizados.

En este párrafo, por fin, Errejón expone los elementos teóricos sustantivos sobre los que se sostienen sus planteamientos y propuestas. Y, de un modo algo sesgado y oscuro, utilizando algunos términos con alguna imprecisión, los expone muy bien, demuestra haber captado perfectamente el pensamiento de su mentor, mentora aquí, porque se trata de Chantal Mouffe y su particular lectura de Schmit. Nos movemos, pues, en un terreno de 'alta teoría', de visiones descriptivas y normativas sobre lo político cuyo tratamiento crítico requieren calma, tiempo, rigor y muchos bytes. Lo dejo para otro momento, para otro post, avanzando que difiero radicalmente de la posición teórica que sostiene Mouffe, sin dejar por ello de reconocer su gran sutileza e inteligencia (de ambas, de Mouffe y de su posición). 


Con relativa independencia de lo que suceda en el proceso de investidura, el 26J parece haber cerrado una fase: la del asalto electoral rápido ante las defensas desguarnecidas del antiguo sistema político. Esto no significa que se acabe el proceso de cambio español. Las contradicciones entre los poderes dominantes, el agotamiento de sus relatos y su capacidad de seducir –que no de desmovilizar, intimidar o generar miedo- , las severas limitaciones del modelo de desarrollo español, la quiebra de la confianza social y las instituciones destinadas a mantenerla, o la falta de proyecto nacional –en nuestro caso plurinacional- siguen presentes. Lo que seguramente se termina es la excepcionalidad como factor de aceleración. El asalto electoral corto y rápido no ha logrado sus objetivos, a pesar de haber llegado más lejos que nunca antes en nuestra historia democrática.
Como el arquero de Maquiavelo, Podemos ha apuntado alto para llegar lejos. Si bien no ha alcanzado su objetivo último -liderar un Gobierno de cambio que ponga por fin las instituciones al servicio de la gente con medidas de rescate ciudadano y radicalización democrática-, si ha conseguido sostener la ventana de oportunidad abierta por el proceso de cambio iniciado en España tras el 15M, consolidar un espacio político insoslayable para sus adversarios y mantener la posibilidad de seguir abriendo brecha en el futuro, habiendo conquistando posiciones decisivas y sedimentado su fuerza en poderes que permiten seguir avanzando. Seguro que hemos cometido errores en estos dos años que han parecido décadas, pero ahora tenemos un capital humano, de entusiasmo organizado, un caudal de simpatía popular, posiciones institucionales e inteligencia colectiva como para afrontar en magníficas condiciones, desde lo conseguido, el reto de lo que falta por recorrer.

La única excepcionalidad que ha habido ha sido una crisis económica sin precedentes en su intensidad y duración que trastornó brutalmente un consenso social basado en el bienestar material, en el sentido de capacidad de consumo acrecida, de una gran parte de la población española, la cual, engañada por políticos y media, y cegada de ignorancia y glotonería, no comprendió que se había construido un gigante con los pies de mierda, y que la bonanza no iba a durar para siempre. No hubo agotamiento de relatos, hubo agotamiento del crédito. Sencillamente, ante un estado de irritación general y unas instituciones ahogadas en su propia corrupción, estalló el 15M que no podía ser más que los que fué: un relámpago que ofreció un segundo de claridad a cientos de miles de personas; una parte de ellos aún siguen intentando pensar y digerir lo que se les apareció en ese momento fugaz. El 15M, como el punk, no ha muerto, aunque se les vea poco.

Después vino Podemos y ofertó, ahora sí, una ilusión en forma de narración tremendamente atractiva – muy sexy – para millones que iban en la búsqueda del padre perdido. Realismo mágico. Y sí, un momento populista. Lo que pasa que los fenómenos populistas, como cualquier otro ejercicio de fuerzas sociales que sólo cuentan con su número necesitan ser mayoría, para tomar el poder, o aparentarlo,  y las dinámicas populistas, aunque reflejan un obnubilación popular que origina crecimientos espectaculares, estas condicionadas, como todo, por las circunstancias sociohistóricas específicas. Esto parece que lo olvidan nuestros compañeros de Podemos, que a lo largo del siglo XX aparecieron centenares de movimientos populistas que cobraron más o menos pujanza, pero que la inmensa mayoría de ellos siempre estuvo muy lejos de llegar al poder, ni por vía de 'asalto', ni por peso electoral. Por muchos que fueran, mucho que gritaran y muy entusiasmados que estuvieran, eran insuficientes. 

Por lo demás, la retorica es cansina. El asalto electoral no ha sido otra cosa que una campaña que ha utilizado los mismos métodos de marketing personalizados que el resto de los fuerzas candidatas; todo vieja política. Han abierto brecha en los sillones del Congreso y han conquistando posiciones decisivas en la Sexta Noche. Pues bueno, dejémoslos con su épica de Juego de Tronos. Lo que es cierto es que tienen muchos diputados y mucha gente que sigue confiando en ellos; en dos años han conseguido un poder increíble y tienen que gestionarlo desde una indefinición ideológica que puede ser útil a corto plazo pero que no es sostenible. No les
vendría  mal, para empezar, distanciarse de su propio auto-relato. 

La última parte del texto de Errejón versa sobre el 'que hacer' a partir de ahora. Lo veremos.






















jueves, 21 de julio de 2016



La miseria política de la narrativa (2)


Inserto en azul uno o más párrafos del texto de Errejón y, a continuación, paso a comentarlos.

El movimiento del 15 de mayo de 2011 fue al mismo tiempo manifestación y catalizador de un proceso de crisis orgánica en España, que se venía larvando largamente pero que se aceleró y agudizó con la crisis financiera de 2008 y, sobre todo, con la falta de respuesta política de los actores dominantes. Algunos de sus elementos centrales han sido el funcionamiento desacompasado de los aparatos estatales, la extensión de tramas mafiosas que patrimonializaban las instituciones, la corrosión de la solidaridad entre élites como efecto de la corrupción, la quiebra de las expectativas sociales y del ascenso social individual, la pérdida de prestigio de los gobernantes y el profundo desgaste de sus partidos o las severas dificultades del modelo español de desarrollo y la inserción periférica en Europa. En suma, el orden existente aparecía a ojos de una mayoría transversal de la población como caduco, colapsado, corrupto y escasamente capaz de satisfacer demandas u ofrecer garantías de mejora en el futuro y para las siguientes generaciones y, sobre todo, con enormes inercias y dificultades para autorreformarse. Estas condiciones generaban un descontento horizontal no absorbido por las narrativas tradicionales de la protesta ni tampoco por los canales ni las promesas de los sectores dirigentes. Se configuraba así lo que interpretábamos como una situación populista.

Afortunadamente, la movilización social y su impacto sobre el clima cultural y el sentido común de época le dieron a este escenario de crisis una interpretación y politización progresista y no reaccionaria: de contestación plebeya a favor de una reordenación de la convivencia en pos de más democracia, soberanía popular y justicia social. La “hipótesis Podemos” leía que en España se abría una ventana de oportunidad para la victoria electoral de una fuerza transversal, popular y ciudadana, que articulase los consensos nuevos que ya comenzaban a fraguarse por fuera de la política institucional, en un divorcio acelerado entre “la gente” y las élites políticas y económicas. Pese a la alta contestación y polémica que esta hipótesis despertó entre las minorías activistas, las elecciones europeas del 25 de mayo de 2014 supusieron un aldabonazo que inició en la política española un ciclo corto y acelerado presidido por el empuje de Podemos, su iniciativa intelectual y cultural y la obligación del resto de fuerzas políticas a reorganizarse o mutar para hacerle frente
.




- No hay, ni de lejos, una crisis orgánica; parece increíble que se diga esto después del 20D y el 26J. Ciertamente, el 15M sacó a la luz palabras y pensamientos hasta entonces marginados, que en todo caso revelaban el surgimiento de problemas para mantener un consenso que, no se olvide, se había basado en una prosperidad económica que, aunque efímera y destructiva a la larga, había generado un extendido bienestar subjetivo. El 15M ensanchó las grietas de un régimen ya desgastado por la corrupción y, sobre todo, por la crisis económica. Pero, de ahí a una crisis orgánica media un largo techo. Como es sabido la expresión 'crisis orgánica' proviene de Gramsci. Aunque sea un poco larga, pongo a continuación la definición que da nuestro pequeño gran sardo en los Cuaderni:

"En cierto punto de su vida histórica los grupos sociales se separan de sus partidos tradicionales, o sea que los partidos tradicionales en aquella determinada forma organizativa, con aquellos determinados hombres que los constituyen, los representan y los dirigen no son ya reconocidos como su expresión por su clase o fracción de clase. Cuando estas crisis tienen lugar, la situación inmediata se vuelve delicada y peligrosa, porque el campo queda abierto a soluciones de fuerza, a la actividad de potencias oscuras representadas por los hombres providenciales o carismáticos. :Cómo se crean estas situaciones de oposición entre representantes y representados, que del terreno de los partidos (organizaciones de partido en sentido estricto, campo electoral-parlamentario, organización periodística) se refleja en todo el organismo estatal, reforzando la posición relativa del poder de la burocracia (civil y militar), de la alta finanza, de la Iglesia y en general de todos los organismos relativamente independientes de las fluctuaciones de la opinión pública? En cada país el proceso es distinto, si bien el contenido es el mismo. Y el contenido es la crisis de hegemonía de la clase dirigente, que se produce ya sea porque la clase dirigente ha fracasado en alguna gran empresa política para la que ha solicitado o impuesto con la fuerza el consenso de las grandes masas (como la guerra) o porque vastas masas (especialmente de campesinos ; de pequeño burgueses intelectuales) han pasado de golpe de la pasividad política a una cierta actividad y plantean reivindicaciones que en su conjunto no orgánico constituyen una revolución. Se habla de "crisis de autoridad" y esto precisamente es la crisis de hegemonía, o crisis del Estado en su conjunto."(Cuad. XIII- Edición crítica Instituto Gramsci).


Que, a tenor de esto, se sitúe al Régimen del 78 en una situación de crisis orgánica, me parece muy excesivo, a no ser que me haya perdido algo. A lo sumo se encuentra en en un estado de renovación de élites y con una hegemonía debilitada pero aun enormemente robusta teniendo en cuenta que llevamos ocho años de crisis económica y de 'austeridad'.

De esta supuesta crisis orgánica surgiría la 'situación populista' – que viene a ser, parafraseándolo en la jerga marxista de mis años mozos, la existencia de condiciones objetivas para el desarrollo exitoso de una política de corte populista – y su contrapartida, la 'hipótesis Podemos', más o menos las condiciones subjetivas, esto es: un estado de conciencia política en amplios sectores de la población proclive a apoyar un proyecto político como Podemos. Es significativo que en medio de los cambios y variadas piruetas autonarrativas de Podemos en estos dos años, Errejón siga reivindicando la etiqueta 'populismo', pese a que está claro que el llamado (¿o no?) a ser líder carismático de ese 'estilo populista' de hacer política, a lo Mouffe y Laclau, cada vez está más alejado de tales concepciones tan postmarxistas y, por el mismo precio, de el mismo Errejón. Esto habla bien de Iñigo y lo confirma como único ideólogo serio de Podemos (manque le pese al togliatista Monereo, muy hábil hermeneuta, como todos los intelectuales de tradición estaliniana).

Errejón tergiversa los hechos cuando hace la, por otra parte,curiosa, afirmación:” Pese a la alta contestación y polémica que esta hipótesis despertó entre las minorías activistas, las elecciones europeas del 25 de mayo de 2014 supusieron un aldabonazo que inició en la política española un ciclo corto y acelerado presidido por el empuje de Podemos, su iniciativa intelectual y cultural y la obligación del resto de fuerzas políticas a reorganizarse o mutar para hacerle frente”. 

Antes de seguir, y pido perdón por lo tiquismiquis,  manifiesto mi fastidio por el mal uso casi sistemático que hace esta nueva generación de politólogos y sociólogos del término 'ciclo', al que identifican confundentemente con periodo. No todo periodo (lapso de tiempo) es cíclico, y determinar que lo sea o no lo sea es de suma importancia en ciencias sociales. Por ejemplo, las crisis económicas capitalistas de medio plazo son cíclicas, las crisis políticas no lo son estructuralmente. No hay tal cosa que un ciclo corto presidido por el 'empuje de Podemos'. 


La tergiversación que indico arriba es un trastocamiento del orden en que sucedieron los hechos. El gran e inesperado éxito, auténtico cisne negro, de Podemos en la Europeas de 2014 se hizo reclutando a prácticamente todas las 'minorías activistas' – exceptuando sólo a los muy ácratas – y aprovechando la capacidad de éstas de conectar con capas muchos mas extensas descontentas con la situación política; una capacidad no perdida que habían demostrado en los meses posteriores al 15M. La 'hipótesis populista' estaba sólo en la cabeza de Errejón y en la interpretación sui generis que de ella hacía Iglesias (recomendable al respecto la peli de León de Aranoa). Los magníficos resultados de mayo del 14 se debieron a un voto antirégimen del 78 con un contenido más expresivo que político. Todo el mundo tiene claro que el Parlamento de la UE no vale absolutamente para nada, de modo que no se corría ningún riesgo y estaba muy bien que fueran allí chavales jóvenes, honestos y bien formados a proclamar las verdades que el Régimen había silenciado hasta entonces. No fue tras el 25 de mayo, sino después de Vistalegre, cuando Errejón planteó de manera explicita la 'hipótesis populista'. Recuérdese que, al principio, cuando los media se recuperaron del susto y de la perplejidad y comenzaron a arremeter contra Podemos, los acusaban de populistas; por supuesto, sin saber qué es el populismo, sólo porque es el tercer epíteto descalificador, el que utilizan cuando no es aplicable 'terrorista' o 'comunista'. Pues bien, todos recordaremos que Podemos, como san Pedro la víspera de quedarse sin jefe, y bastantes mas de tres veces, negó ser populista. 

La victoria de Podemos en las europeas impulsó una dinámica de entusiasmo en las 'minorías activistas', muchos de cuyos componentes se lanzaron a multiplicar y masificar los círculos de Podemos con una mentalidad, creo que innegable, de ser el poder de Podemos y el embrión de un poder popular, mientras que otros se planteaban proyectos similares a lo que entonces se creía que era Podemos cara a las elecciones locales del próximo año; un movimiento autónomo y municipalista que trabajara en paralelo con Podemos en la configuración de un movimiento general radicalmente democrático. No eran esos, en absoluto, los planes del entonces trío pensante de Podemos. Los planes eran la organización que salió de Vistalegre. La linea de acción a seguir para conseguir su realización fue, en un alarde de coherencia, hacer como-si ya existiera la estructura de Vistalegre seis meses antes de la celebración de la asamblea. Por ejemplo, hicieron una lista-plancha para preparar un acto constituyente que consagrara las listas-plancha.



La Asamblea Ciudadana de Vistalegre, en la que Podemos se dotó de estructura organizativa y hoja de ruta estratégica, supuso una apuesta política pública, audaz y no exenta de riesgos: organizar la ola de entusiasmo para ganar las elecciones generales que cerrarían el ciclo corto y acelerado de dos años en el que casi todo el poder institucional estaría en juego. Para ello, había que construir una “máquina de guerra electoral” que estuviera en disposición de dar una serie de batallas electorales y mediáticas determinadas por un ritmo y unos marcos de la disputa prefijados por nuestros adversarios. En términos de Gramsci, se trataba de construir un instrumento político, ligero, cohesionado y rápido, que pudiera librar una “guerra de movimientos” vertiginosa –casi una “guerra relámpago”- y aprovechar la ventana de oportunidad abierta y el desconcierto de los viejos actores. Como toda decisión organizativa, tuvo costes e implicó descartar otras opciones, pero sin la menor ingenuidad: siendo conscientes de que la transformación política va mucho más allá de la batalla electoral pero también que de cómo se librase esta dependían las condiciones para seguir trabajando en aquella en un proceso de medio plazo para construir, no solo una alternativa de gobierno, sino una voluntad general nueva.


Sin la menor ingenuidad, Errejón reconoce que todo Podemos se supeditó al objetivo electoral y que ello implicó 'descartar otras opciones'. Esas otras opciones, que no se citan, consistían en perseverar en el impulso político inicial de Podemos, el que le había dado vida y le había permitido distinguirse con nitidez de los partidos del Régimen, no solo del bipartido orgánico, también de su apéndice legitimador, IU; impulso democrático que se situaba frente y contra una estructura política cada vez más oligárquica. La casta, ese enemigo a batir, no era en absoluto un significante vacío, todo lo contrario, estaba lleno de significación política. No era la referencia de un grupo o conjunto de grupos sociales, era una forma de manejar el poder público profundamente antidemocrática. Eso lo entendimos todos menos los estalinistas que pusieron el grito en el cielo porque se hablaba de casta y de pueblo en lugar de clases sociales, de burguesía y de proletariado. Es curioso, pero no casual, que el término que se repitió ad nauseam durante la campaña electoral del 2014 fuera siendo progresivamente dejado de emplear. A partir de Vistalegre, ya no había casta; tampoco pueblo, sustituido por 'la gente'.

Podemos pasó a ser una 'máquina de guerra electoral' al día siguiente de conocerse los resultados de las elecciones al parlamento europeo. Es muy revelador la afición de los tres líderes de Podemos (Monedero, algo menos) a los términos y las metáforas bélicas. Se amparan en Gramsci, a quien también le gustaban, pero creo – aunque éste texto no es el lugar para argumentarlo – que en lo que en uno es una forma de visualizar, de pensar y de exponer un conflicto social, quizá adelantándose a aquello de Focault (enmendando a von Clausewitz) de que la política es la guerra por otros medios, en otros es un rasgo simplificador y casi pueril, demasiadas pelis, demasiado go, demasiado Sun Tzu. En todo caso, hay un hecho en el que hay consenso casi universal: en las guerras se precisa de jerarquía, disciplina y mando único incuestionable en cada nivel y en cada unidad operativa. Para ser una máquina de guerra, había que acabar con los círculos, un contrapoder enormemente peligroso, y había que reafirmar la propia identidad frente a alternativas peligrosas: de ahí su no participación en los procesos de formación de candidaturas de base en las municipales y presentarse con la marca en solitario a las autonómicas. Finalmente, hubieron de ceder algo en el ámbito local y establecer alianzas, siempre problemáticas, con los Ganemos, en Común y Mareas.


El párrafo termina con la afirmación de que eran “conscientes de que la transformación política va mucho más allá de la batalla electoral pero también que de cómo se librase esta dependían las condiciones para seguir trabajando en aquella en un proceso de medio plazo para construir, no solo una alternativa de gobierno, sino una voluntad general nueva”. A primer vista, suena bien, el problema es que Podemos se planteó la 'transformación política' con una concepción netamente etapista y priorizado siempre el campo electoral-institucional. Primero vamos a ganar las elecciones, para lo que hace falta fundamentalmente un grupo centralizado de expertos en marketing electoral, y ya después, si eso, dejamos que se construya la voluntad general (por cierto eso de 'nueva' aplicado a la voluntad general; Iñigo debió faltar a la clase sobre Rouseau).



Creo que acertamos al leer el ritmo y las prioridades del momento. La hipótesis de la ventana de oportunidad nos ha permitido llegar lejos, aunque no hasta el final de nuestra estrategia. Esto se debe tanto a errores propios como a la complejidad, flexibilidad y densidad de los dispositivos de defensa del régimen. El modelo Vistalegre supuso, como hemos dicho en otras ocasiones, “correr y atarse los cordones al mismo tiempo” pero, aunque no hayamos alcanzado nuestros objetivos prioritarios, hemos de decir que sin él no habríamos llegado hasta aquí en un ciclo tan corto, turbulento y a menudo hostil. Hace dos años no existíamos y hoy representamos el 21% del voto, somos un actor consolidado e insoslayable, hemos cambiado el mapa político de España obligando a nuestros adversarios a parecérsenos para combatirnos y hemos ampliado el horizonte de lo posible en nuestro país. Somos además el vector más dinámico de cambio cultural e institucional en el Estado español: primera fuerza en Catalunya y en Euskadi con el único planteamiento plurinacional capaz de enfrentar la crisis del modelo territorial, gobierno en las alcaldías de las principales ciudades del país, así como primera fuerza entre adultos jóvenes y jóvenes. Podemos se ha impregnado mucho de España al tiempo que España se ha podemizado . Este es el camino, siempre de ida y vuelta, de la hegemonía posible.”


Si “la complejidad, flexibilidad y densidad de los dispositivos de defensa del régimen” eran las que eran, a lo mejor el principal error propio fue no saber leer la situación real, y, a lo mejor, no existía esa 'ventana de oportunidad' con los ritmos y prioridades que la dirección de Podemos le atribuyó. 

En efecto Podemos ha conseguido mucho, pero, de momento, para Podemos. Tienen muchos diputados, pero siguen siendo una minoría en el Congreso sin capacidad para sacar adelante ningún proyecto legislativo que no cuente con el apoyo de los partidos de un Régimen robustecido con los resultados del 26J. Frente a lo que afirma Íñigo, los adversarios de Podemos no se han visto obligados a parecérselos. A lo sumo, C's surgió como antídoto de Podemos para lo que tuvo que disfrazarse de nueva política (muy mal, por cierto). Fracasado C's y en, cierta forma, ya innecesario por el relativo fracaso de Podemos, Rivera y sus chicos se han integrado en el bipartito a la espera de su disolución o integración en el PP o en una nueva reconfiguración de la derecha. Sigan la pista de Toni Cantó.

Por último hoy, y bravatas aparte sobre vectores y cambios culturales, me da la impresión de que Podemos se ha españolizado mucho más de lo que España se ha podemizado Cuidado con las hegemonías 'posibles', porque las más probables son las que ya existen. 

Continuará, como los Power Rangers.











martes, 19 de julio de 2016




La miseria política de la narrativa


Iñigo Errejón publicó el pasado 17 de julio un artículo en eldiario.es titulado: 'Del asalto al cerco: Podemos en la nueva fase'. Se trata de un texto típicamente errejoniano, que podría denominarse esotérico. Como es sabido en la filosofía clásica griega, la mayor parte de las escuelas generaban doctrinas esotéricas y exotéricas. Éstas última estaba dirigidas a lo que ahora llamaríamos 'gran público'; utilizaban, por tanto, un lenguaje comprensible para todos aquellos medianamente cultos y, dependiendo de sus mismas doctrinas esotéricas -- conocedoras de la Verdad 
-- , las exotéricas reflejaban aquellas o eran un discurso pedagógico con el único objetivo de manejar al demos, incapacitado para el auténtico saber. Las enseñanzas esotéricas estaban sólo al alcance de los miembros de la escuela, en los dos sentidos de alcance, porque sólo se les transmitían a ellos y porque sólo ellos tenían las claves escolásticas para poder entenderlas. 

Obviamente, el esoterismo de Errejón se reduce sólo a esta última cualidad, no son mensajes arcanos. Aunque cualquiera pueda leerlos y asombrarse de lo listo que es el chico, se dirigen a sus incondicionales, por un lado, y a sus exegetas, de otro. Están repletos de términos técnicos, o más exactamente, de uso técnico de términos comunes, de un halo de sabiduría académica solo conseguible para los que saca matrículas de honor y de una huida de la claridad que Ortega calificaría de descortesía. Pero todo esto es peccata minuta en relación con lo que considero el reparo fundamental a su discurso político: la sustitución del análisis metodológicamente riguroso por el famoso post-postmoderno relato. Del mismo modo que el populismo no es una práctica política sustancial y mínimamente homogénea – a la vista se hallan la diversidad de populismos que son y han sido –, sino una forma de hacer política (Laclau), lo de Errejón es una forma de hacer teoría. Una forma mala en mi opinión, porque refleja una visión 
en última instancia idealista del mundo. Supongo que por eso le encanta a Fernandez Liria. De hecho, yo creo que, en rigor, los textos e intervenciones de Errejón son exotéricos aunque suenen difíciles: es la construcción de la realidad, mediante la construcción de un discurso que, de tanta lucidez, ciega a aquellos que están precondicionados para ello. Son los evangelios según San Iñigo. 

A mí, la lectura de estos textos me resulta bastante tediosa. Sin embargo, creo que es necesario leerlos (al menos, de vez en cuando) porque constituye la única base teórica de Podemos; el resto es puro oportunismo disfrazado de un maquiavelismo de Juego de Tronos, que carece de consistencia alguna. Es decir, si Podemos es algo más que el vehículo de un proceso de renovación sociológica y generacional de parte de las élites del sistema, es la disquisición de algunos de aquellos que se tomaron en serio la puesta en cuestión radical del orden establecido que apuntó el 15M; aunque fuera para darle la vuelta, el caso es que lo tomaron en serio. Poniéndonos hegelianos, si el populismo errejoniano fue la negación-superación del 15M, a lo mejor de la negación-superación del populismo podemita puede salir algo estimulante en la perspectiva de construcción de poder popular autónomo.

En las entradas de los próximos días analizaré críticamente el texto primero por partes, párrafo a párrafo, y finalmente intentaré insertar la propuesta de Errejón en el marco general del aquí y del ahora.

domingo, 17 de julio de 2016




París bien vale una misa, o la socialdemocracia no era tan mala.



El gran error teórico de la segunda socialdemocracia, la inmediatamente posterior a la muerte de Marx, fue adoptar la visión histórico-política, cuyo mejor expositor fue Bernstein ('lo que importa es el movimiento'), de que había una continuidad entre el reformismo y el socialismo, en virtud de la cual la mejora de las condiciones de los trabajadores y de las clases populares en general conducirían hacia un estado de cosas que sería, de hecho socialista; casi imperceptiblemente de puro gradual, un día nos daríamos cuenta, no sin sorpresa, que, gracias a los socialdemócratas y su acción institucional, estábamos viviendo en una sociedad socialista. Sin que doliera ni un poquito; Marx-Hegel derrotados por Comte.

La extraña relación mundial de fuerzas que originó la Revolución Soviética y las teorías y recetas keynesianas abonaron la susodicha concepción socialdemócrata. Sin embargo, éstos no vieron venir, tampoco vieron como les pasaba por encima, y muchos ni se han enterado todavía, la inversión de la dinámica social del capitalismo en vías de mundialización acelerada de los años 70s, cuyos parteaguas fueron la estanflación (estancamiento con inflación al alza), que impugnaba la teoría keynesiana en la versión moderada que se había adoptado tras la II Guerra Mundial, y la inconvertibilidad del dólar – y, por tanto del resto de monedas – que abría paso a la financiarización del capital. Las caídas de la tasa de ganancias producidas por la sobreacumulación de capital, junto con factores políticos como la estrategia cada vez más defensiva de la URSS que ampliaban el margen de maniobra de la burguesía transnacional, dieron lugar a una vuelta de tuerca del sistema en lo que se ha venido llamando giro neoliberal. Se volvía al capitalismo de siempre, en cuya historia la 'Golden Age' de los años 40s a 70s representó una situación excepcional (posibilitada por la guerra más destructiva hasta el momento).

El camino reformista hacia el socialismo, basado en la transferencia vía fiscal de las rentas altas hacia las bajas, ese modelo nórdico tan prometedor, se mostró ilusorio, al invertirse la redistribución. Y no ya sólo el socialismo, del que huyen como del demonio los actuales jerarcas socialdemócratas políticos y sindicales, bien asentados e las altas instancias del Estado y de la economía, parte ya de la élite oligárquica ( esa casta de la que hablaban tanto los de Podemos al principio y que ya no nombran, conscientes de su poder subversivo –, también ese especioso 'capitalismo de rostro humano' del Estado de Bienestar, que pretendían y siguen pretendiendo vender, hace aguas de forma dramática. 


Cualquier planteamiento socialista con un mínimo de rigor ha de ser anticapitalista. Cualquier intento de crear unas condiciones de vida razonablemente buenas y estables a largo plazo – lo que incluye salvar a la humanidad del colapso ecológico en ciernes –, inviables en una sociedad capitalista, exige avanzar hacía algún tipo, por pensar y construir, de sociedad de los comunes.

La socialdemocracia, como fuerza de cambio social, está muerta desde hace muchos años. Y ahora, algunos aprendices de brujo vuelven a exhibir su cadáver como si fuera algo vivo. Pero hay un inconveniente: apesta.




jueves, 14 de julio de 2016




                                                                                                         Texto en PDF



Echar al PP. El resto no es silencio


Ha sido éste un país azotado por el caciquismo desde tiempos inmemoriales; un capitalismo renqueante desde sus inicios, ya bien entrado el siglo XIX, tuvo que establece una convivencia perversa con el Antiguo Régimen en ausencia de una revolución burguesa en condiciones, esa que habían llevado a cabo con más o menos efusión de sangre los países europeos occidentales. Si a ello añadimos un catolicismo de pícaros, tan alejado del laborioso y ultrarresponsabilizado protestantismo que, enseñó Weber, había jugado un papel fundamental en la configuración de la mentalidad burguesa, tenemos lo que tenemos: una sociedad muy deficientemente socializada, es decir poco y mal politizada y con un sentido muy laxo de la moral cívica.

Por motivos similares, la modernización cultural, entendiendo por tal la difusión y asimilación del pensamiento ilustrado, nunca llegó a realizarse en España más que muy parcialmente y de manera desigual en los distintos territorios. Éstos y otras muchos factores históricos que aquí obviaré conducen a un fastidioso efecto: la derecha española es la más reaccionaria de Europa Occidental. Si añadimos, más recientemente, la derrota en la Guerra Civil de los esfuerzos civilizadores de la II República, los cuarenta años de franquismo y la muy respetuosa Transición, no ha de extrañarnos que cuando piden la opinión política al espécimen típico del barrio de Salamanca nos parezca estar oyendo al cura Merino redivivo. Aun soslayando los aspectos políticos y éticos, a todos nos produce, 
por mera estética, una enorme vergüenza ajena y un no más pequeño pesar propio constatar que tenemos como gobernantes a personas de la laya de Rajoy, Cospedal, Barberá, Hernando, Fernández Díaz y un interminable etcétera. Es natural que lo que pida el cuerpo, antes de que entre en acción cualquier componente racional, sea, primero, no ver nunca más a esta parada de monstruos; segundo, que, cuando menos, no sigan mandando.

Pero aquí se intenta hablar de política. Que el objetivo de expulsar del gobierno a un determinado partido prime sobre cualquier otro no tiene necesariamente que ser erróneo. Siempre y cuando surja de un análisis previo y no de una emocionalidad desatada, por muy comprensible que sea. En las siguientes líneas examinaré críticamente la posición, no sé si mayoritaria pero en cualquier muy extendida, de la opinión pública y publicada de centro e izquierda, que clama por ese pacto asimétrico PSOE - C's - Podemos que es, vimos en un post anterior, el único que puede asegurar un gobierno con algún viso de estabilidad en el que no esté el PP. Veamos, a modo de muestras de la opinión publicada los artículos de Antonio Gutierrez, “La coalición necesaria”, en El País y de Vicenç Navarro “El comportamiento antidemocrático del Estado ...”, en Público [
Nota bene: como no esta clara la legislación española en lo que respecta a enlaces a medios nacionales, no pongo los links; es fácil encontrar ambos artículos en Google. Sólo enlazaré en el blog a publicaciones extranjeras, que no está el horno para bollos].

Gutierrez, ex secretario general de CCOO y ex diputado socialista, comienza con una declaración de principios:”Adocenar el debate político con pedestres falacias, como la que cacarea que es más democrático el Gobierno de la lista más votada que el de quienes sean capaces de dialogar y coaligarse conjugando muchos más escaños, es impropio de una democracia avanzada.” Prescindamos piadosamente de valoraciones literarias y aceptemos esta premisa. Poco después, otra regla general: “Por higiene democrática habrá que emplearse a fondo para que no puedan esgrimirse los votos obtenidos como redentores de las fechorías cometidas.”Aquí, ya empiezan a confundirse ideas. Los votos obtenidos por el PP no le redimen de sus responsabilidades penales o civiles, faltaría más, todavía queda algo de Estado de Derecho. Sin embargo sí 'limpian' (hablando de higiene) las responsabilidades políticas, en tanto no entren en colisión con las penales, como las penas accesorias de inhabilitación política. O las limpiaría en el caso de que el PP hubiese obtenido mayoría absoluta. No se confunda lo lícito – un valor moral-histórico, necesariamente subjetivo, y, en consecuencia, votable – con lo legal. Expone Gutiérrez después la corrupción generalizada del PP y su gobierno en estos años, nada que objetar, aunque canta mucho el silencio sobre el PSOE, y acaba lamentando que PSOE, Podemos y C's no se pusieran de acuerdo para formar un gobierno de coalición tras el 20D y postula el inexcusable objetivo de hacerlo ahora. El alegato final es conmovedor: “No es pedir demasiado que [los tres partidos] hagan política trascendiendo los confines de sus respectivos intereses de partido; seguramente cosecharán después los réditos de haber ennoblecido la política”.

Vayamos con Navarro. La mayor parte de su artículo trata de una caracterización del electorado español, en general, no sólo el votante de PP, como un colectivo con muy poca cultura política, una cultura política, además, preñada de franquismo y que es mantenida y reproducida por unos media manipuladores y hegemónicamente derechistas. Aunque hay un poco de brocha gorda, explicable por la naturaleza periodística del texto, concuerdo con ello. Luego, pasa a interpretar los resultados de UP; discrepo en bastantes conclusiones, pero no voy a abordar ahora este asunto; (de hecho tengo un post pendiente al respecto). Lo que aquí viene al caso es un breve punto final titulado '¿Qué hay que hacer ahora?, que comienza con una chocante admonición: “La autocrítica es necesaria pero sería mejor que se hiciera en el momento en que el proceso de investidura terminara”. Hacemos como si no lo hubiésemos leído y seguimos. “Un gobierno de progreso es posible con el apoyo del PSOE, UP y las confluencias, y de los nacionalistas vascos y catalanes”, dice Navarro, que ni siquiera se toma la molestia de descartarlo ante su evidente irrealizabilidad. Así que lo suyo sería “una alianza PSOE, UP y C’s, alianza que sería distinta de la coalición PSOE, C’s y UP que el PSOE consideró (el orden de los factores altera el producto). El PSOE y UP podrían acordar un pacto e invitar a C’s a que se sumara a él con medidas que no cuestionaran la esencia de dicho pacto PSOE-UP ...” Después de esta sutil teorización de la no aplicabilidad de la propiedad conmutativa a los acuerdos políticos, Navarro concluye con una no menos sutil muestra de astucia táctica: “Es más que probable que el PSOE no aceptara tal alianza, pues, en realidad, nunca quiso aliarse con Podemos. Pero es importante mostrar a la ciudadanía española que fue el PSOE el que nunca quiso aliarse con las izquierdas”.

Ambos artículos coinciden en que la coalición PSOE-UP-Podemos es deseable. No tanto en que sea posible, algo que Navarro pone, sagazmente, en duda. Ambos artículos también coinciden entre sí, y con la inmensa mayoría de los que se publican en medios de alta audiencia, en la suma pobreza de sus análisis (mayor en uno que en otro, digámoslo).

Reitero que la crítica a estos artículos, más que a su propuesta de gobierno se dirige al tipo de discurso político en que se basan, al aparato conceptual que sostienen, con los que tengo la impresión coincide una proporción nada desdeñable de la opinión pública no derechista. La llamada de Navarro y Gutiérrez al acuerdo tripartito que excluye al PP es un simple brindis al sol. En mi post anterior ya señalé que quienes mandan sobre los partidos y los gobiernos, quienes deciden las cosas importantes, el complejo político-corporativo de poder trasnacional, ya han establecido lo fundamental: no a unas terceras elecciones y un gobierno lo mas fuerte y fiable posible, lo que, ajustándose a los resultados electorales significa, que se formará un gobierno liderado por el PP y con el apoyo activo o pasivo (abstención) de C's y PSOE. Éste es el máximo margen de autonomía que se concede, porque, para los poderes reales, el gobierno ideal sería uno de coalición PP-PSOE; con o sin C's, eso es secundario. Y este será, me temo, el próximo gobierno que tendremos.

Sin tener, creo, una clara conciencia de ello, el reclamo de' cualquier cosa antes de que gobierne el PP', sabiendo ya que esa cualquier cosa es el tripartito PSOE-UP-C's, supone apoyar inconscientemente una recomposición del bipartidismo, y, en consecuencia, un reforzamiento del Régimen del 78, el cual, aunque no ha entrado ni de lejos en una fase de crisis orgánica como sostenían algunos, sí se halla en un estado peligroso por el debilitamiento de una de sus patas. 


Pasado el tiempo, se hacen patentes ciertos hechos, su naturaleza real, que en su momento aparentaban otra cosa. Es el caso de C's . Se presentaron como la nueva derecha y la nueva política. La nueva derecha en el sentido de recambio del PP como fuerza política predominante en el campo de la derecha ante lo que algunos, y en especial los poderes económico, pensaban era el fin o el principio del fin del PP, devorado por los cada vez más escandalosos episodios de corrupción. Se ha visto que el PP resiste en el terreno electoral y, por tanto – siendo, al igual que el PSOE un partido básicamente clientelista –, mantiene su cohesión orgánica. La etiqueta de 'nueva política' aplicada a C's fue siempre más falsa que un dólar murciano. Aun, reduciendo a una mínima significación el concepto de nueva política, digamos: acabar con la corrupción generalizada (y ya sistémica), ni tan siquiera le es atribuible ese rasgo a C's, un partido hecho con los mismos mimbres humanos que el PP, si acaso, más jóvenes y ligeramente menos reaccionarios. Con bastante poco poder institucional en ayuntamientos y comunidades autónomas, ya empiezan a aparecer con profusión pequeños escándalos aquí y allá de cargos suyos. Lo de 'nueva política' fue el eslogan con que C's pretendía conseguir el segundo objetivo para que fue creado, con un monto de dinero de las cúspides económicas españolas que no se veía desde la operación Roca-Garrigues, la neutralización, ya fuera parcial, de Podemos. En las actuales circunstancias y visto sus derroteros, el único papel que le quedaría jugar a C's en un gobierno de pacto con PSOE y UP sería aliarse con el PSOE frente a UP para seguir políticas económicas neoliberales y amenazar con romper el acuerdo si se pretenden tomar medidas de política cultural o institucional demasiado 'atrevidas', inasumibles para el grueso de la derecha española, del tipo de lo que fue matrimonio homosexual y lo que ahora podrían ser orientaciones animalistas o laicistas (aunque para proteger a la ICAR se basta el PSOE). En todo caso, y haga lo que haga, C's ha sido un nice try y, a no ser que se produzca una convulsión sociopolítica, tiene los días contados.

El PSOE sería, evidentemente, el gran beneficiado con un gobierno de este tipo, y con él, el Régimen y el partido orgánico PPSOE que mencioné en un post anterior, quienes restañarían su estabilidad y asegurarían su vigencia. Es obvio que Pedro Sánchez presidiría el gobierno y que su partido (¡el tándem González-Díaz!) tendría mayoría en él y controlaría los ministerios principales, los económicos e Interior. El peligro para ellos procedería del crash a que tarde o temprano, casi con seguridad en esta legislatura, está condenada una economía como la española, tan plena de desequilibrios y sin apenas instrumentos de política económica no ya para detenerlo, apenas para paliarlo (instrumentos, para más inri, que utiliza al dictado de lo que disponga Alemania. No obstante, ese peligro se disipa, porque, llegado el crash y dada su magnitud, se formaría un gobierno de emergencia PP-PSOE, con lo que este último se libraría del desmoronamiento, al menos mientras resistiera el Régimen.

Finalmente, UP sería un rehén del gobierno, sin apenas autonomía; de hecho, su único margen de decisión residiría en seguir apoyando a un gobierno austericida y quemarse con él o dejar de hacerlo y tener que afrontar la acusación de que, con ello, le ha abierto las puertas de la Moncloa al PP; es decir volver al punto de partida con un muy intenso desgaste. En cambio, la alternativa tripartita PP-PSOE-C's, le confiere automáticamente a Podemos ser el partido de la oposición, por mucho que el PSOE pretendiese escenificar, con la aquiescencia del PP, que estaría dispuesto a hacerle concesiones de cara a la galería, una imposible situación de ambivalencia en la que el PSOE es a la vez soporte y oposición al gobierno. Liderar la oposición en tiempos difíciles, en los que el gobierno toma medidas muy impopulares, es una especie de chollo: tu te creces con el extenso catálogo de críticas al gobierno por sus políticas antisociales y el enemigo se desgasta. Y, por añadidura a todo esto, Podemos se coloca en una situación de centralidad que le viene como anillo al dedo para el relato ese que tanto le preocupa a Errejón: Podemos, lo nuevo, frente al bloque unido de lo viejo.

Queda la objeción de que para las clases populares no es lo mismo un gobierno del PSOE que del PP. Eso sería cierto, y sólo en parte, si comparásemos ambos gobiernos en situación de mayoría absoluta, pero ahora en cualquiera de las dos opciones posibles el gobierno que se constituya será enormemente débil. Así, se supone que el gobierno PSOE revocaría parte de la legislación ultrareaccionaria aprobada por el PP en estos años, suposición un tanto ingenua. Ahí la moderación del PSOE y el papel de marcaje que jugaría C's darían lugar a que solo se dieran retoques más bien cosméticos. Y, en la opción de gobierno PP, sería el PSOE quien, para lavar su imagen colaboracionista, forzaría al PP a matizar e incluso derogar los puntos más hirientes de la ley Mordaza y las reformas laborales del 2010 y 2012; la LOMCE iría al cubo de la basura en cualquier escenarios sin que nadie la defendiera. De dos gobiernos tan frágiles e inestables, y que, en muchos aspectos fundamentales, son el mismo excremento, no son esperables grandes diferencias. Y no olvidemos que, a partir de septiembre, los auténticos ministros económicos serán los hombres de negro de la Troika. 

No es adecuado atacar este planteamiento con la tópica acusación de que se esta siguiendo el principio de 'cuanto peor, mejor'. En primer lugar, tan genérico ataque es erróneo en sí. El problema de la afirmación mencionada no es que sea falsa, es que se tome como principio, esto es, como algo universalmente aplicable. Igual sucedería con 'cuanto, mejor, mejor'. Son ambas proposiciones contingentes que dependen de las circunstancias, y su uso como guía de acción depende de un análisis político riguroso previo. Aquello de Lenin sobre que el alma del marxismo es el análisis concreto de la situación concreta. Sí, hay veces que, cuanto peor, mejor. En segundo lugar, no es éste el caso. Aquí y ahora, en la España del Régimen del 78 cada vez más cerrado sobre sí mismo y a las puertas de una vuelta de tuerca a las condiciones de vida de las clases subalternas en forma de ajuste a la talla 36, las diferencias entre un gobierno minoritario del PP y otro del PSOE son mínimas, como he tratado de argumentar arriba. 

Acabo de leer una declaración de Teresa Rodriguez en una entrevista del diario.es del 13 de Julio. En ella, afirma:“ Nosotros tenemos que hacer todos los esfuerzos para evitar una legislatura de Rajoy porque la gente puede acostumbrarse a la precariedad. Y cuando eso ocurra será muy difícil deshacer el entuerto. Hay que evitar ese proceso cueste lo que cueste y no bajar los brazos hasta encontrar una alternativa al Gobierno de Rajoy”. Que la máxima voz de los Anticapitalistas en Podemos diga algo así, alimenta hasta la obesidad mi escepticismo. O hemos bajado mucho el nivel – la gente puede acostumbrarse a la precariedad (?) – o hemos asimilado eso de Errejón de que hasta ahora, y durante 200 años, hemos dicho la verdad y así nos ha ido.





















jueves, 7 de julio de 2016


                                                                Texto en PDF                                                                

Tampoco salen las ideas


La única posibilidad de un gobierno sin el PP en esta legislatura sería aquel que saliera de algún tipo de acuerdo entre PSOE, UP y C's, que, no hay alternativa posible, llevaría a Pedro Sanchez a la Moncloa. Para la investidura de ese gobierno, PSOE y UP tendrían que votar a favor, y C's podría abstenerse, a no ser que los nacionalistas votaran en contra, en cuyo caso C'S tendría que votar a favor. Sea como fuere, C's absteniéndose o votando a favor permitiría el gobierno del PSOE.

Dejemos ya la tediosas aritmética. Sería lícito pensar: “si en la pasada legislatura casi se llega a tal acuerdo, ¿por que no repetirlo, con éxito ahora?, máxime cuando Podemos va a pasar de la guerra de movimientos a la de posiciones, con lo que se mostrará mucho más 'razonable que la pasada primavera”. Sería – condicional – lícito, si fuese cierta la versión de los hechos que ha difundido el PSOE con extrema pesadez, y que tan bien le ha ido como elemento central de su argumentario en la campaña electoral. Ese acuerdo nunca fue viable, fue tan sólo un elemento propagandístico de precampaña. El pacto entre PSOE y Podemos, recuérdese, lo fue sobre un programa, no se trató de un acuerdo de gobierno de coalición – como después pretendió Iglesias, autoasignándose la vicepresidencia – . Los planteamientos de los firmantes eran disímiles y difícilmente avenibles. Por parte del PSOE había un desesperado intento de supervivencia política de Sánchez, sabedor de que si no era capaz de formar un gobierno o, al menos, de marear la perdiz, ganar tiempo, y salir aceptablemente indemne de cara a nuevas elecciones se le echaría encima todo el aparato del partido. De hecho, si tal cosa no sucedió, no fue por la habilidad de Sánchez sino por las dudas y falta de coraje del núcleo duro Díaz-González. En cualquier caso, este núcleo limitaba, como veremos, la libertad de movimientos de Sánchez, un político a la page, carente de ideas, de principios y de escrúpulos y sobrado de ambición.

En cuanto a C's, su intención, que Rivera no ocultó en ningún momento, fue hacer un primer movimiento hacia la meta de una grosse koalition a tres bandas, en la que imagino que él creía poderse atribuir un rol de centralidad, de bisagra entre PSOE y PP, con un poder muy por encima de su número de escaños. Con o sin referendum de autodeterminación asumido por Podemos, C's jamás habría propiciado un gobierno, no ya en el que estuviera Podemos, sino incluso meramente permitido por éstos con su abstención. A Ciudadanos no le pusieron piso los grandes poderes económicos para que hiciera eso, y Rivera lo tiene muy claro. Por otro lado, Podemos, y no seré yo quien se lo reproche, fue también de farol, sabiendo que su propuesta era imposible de aceptar por los jefes de Sánchez, lo que debilitaría a éste en lo que era su objetivo semiinconfeso: repetición de elecciones y sorpasso.

Con unos resultados bastante parecidos al 20D el panorama que se abre tras el 20J no debería variar mucho. Sin embargo, hay un hecho distintivo y fundamental. Hay que tener un gobierno operativo, no provisional y sometido a un nuevo proceso electoral, para después del verano. No se pueden repetir las elecciones en noviembre o diciembre, que sería la fecha marcada por los plazos legales. La CE y el BCE permitieron, y probablemente pactaron con el PP, una relajación del control fiscal de cara a las elecciones; el gobierno, con su proverbial ineptitud, lo hizo todo mal menos la propaganda (aunque engañar a los españoles es como pegar a un bebé) y el déficit ha crecido muy por encima de lo acordado. El Estado se enfrenta en septiembre a una multa por incumplimiento de objetivos que puede llegar a dos mil millones de euros y, lo más grave, a un plan adicional de ajuste inmediato que rondará los ocho millones de disminución de gasto en año y medio. Como dijo Nancy Pelosi al 'caer' Wall Street en 2008, “the party´s over”, y, si hasta ahora esto ha sido un guateque … Hace falta, ya mismo, un gobierno fuerte y fiable para los próximos años que sea capaz de tomar medidas muy duras y aguantar la presión de la calle. Y esto no lo deciden las comisiones de negociación de los partidos, esos muchachos risueños con sus cuadernitos en la mano que entran y salen de salones rococó; esto son consideraciones estratégicas de poderes que están muy por encima de nuestras Cortes y sus leones de piedra. En ese gobierno ha de estar el PP y, dentro, o fuera pero apoyándole con una seudooposición de boquilla, el PSOE. Algunos aseveran que eso será su suicidio; error: el suicidio es un acto libre. C's podrá pillar alguna migaja, aunque para tener relevancia real habrá de esperar bastante, más o menos como Vladimiro y Estragón. Por supuesto, Podemos vetado hasta que aparezca otra 'ventana de oportunidad' y se hayan ganado la confianza de aquellos cuya confianza hay que ganar.

Ójala me equivoque en todo.




En la próxima entrega, cambiaré de enfoque y me mojaré un poco más. Para ello examinaré los artículos de Vicenç Navarro y Antonio Gutierrez que citaba en el post anterior y pondré en cuestión aquello de que la gente ha votado para echar al PP, no tanto porque sea inverificable y producto de una inducción abusiva (yo y tres que conozco piensan tal, luego todos piensan tal tal), sino por que se inserta en discursos que devuelven a una lógica política, digamos, pre15M.

miércoles, 6 de julio de 2016

Aunque tenía pensado, continuando las anotaciones en torno a los resultados electorales del 26, analizar que ha pasado con Podemos, intercalo un post para exponer una serie de opiniones en relación con  la formación o no del próximo gobierno a partir de, festival de tópicos, que 'el pueblo español ha hablado', y de 'lo que ha dicho con sus votos'.


Mi querido y nunca bien ponderado amigo Perico Calvo ha enlazado en su blog con dos artículos, uno de Antonio Gutierrez, en El País, y otro de Vicenç Navarro, en público, abogando por trabajar para un gobierno en el que no esté el PP; el mismo Perico parece también apoyar este empeño. No estoy muy de acuerdo con estos planteamientos y en las próximas líneas trataré de explicarme.



No salen las cifras


Recordemos la configuración del nuevo Congreso: PP (137 diputados), PSOE (85), UP y coligados (71), C's (32), ERC (9), CDC (8), PNV (5), Bildu (2), CC (1). A primera vista, se observa que no hay ninguna agrupación natural que conforme una mayoría, 176 votos. Bueno, indaguemos agrupaciones 'menos naturales'. Partiré de un metodología que considero mucho más elucidadora que la dichosa 'transversalidad', tan ambigua en sí que ya en boca de todos pierde cualquier significación; utilizaré lo que llamo multiaxialidad, es decir una serie de ejes que reflejan posiciones frente a las variados disensos y conflictos que atraviesan cualquier sociedad. Reduciré al máximo esos ejes para simplificar y porque con tres nos valen para este ámbito. Contemplo entonces: a) el eje derecha-izquierda; b) El eje centralismo soberanismo de comunidades no estatales y c) Vieja – nueva política, o, si se prefiere más crudo, viejas élites y aspirantes a la renovación de la dirigencia política (a la manera de Pareto). EN las contradiciones interaxiales, lo ejes tienen distinto peso que van desde la incompatibilidad hasta el acuerdo con cesiones. Creo que en este momento, la problemática de Cataluña hace que el eje de la configuración territorial es el dominante, porque es el que se plantea con mayor radicalidad, hasta el punto que está en discusión la sacrosanta unidad de España. El eje izquierda-derecha está muy descafeinado, funciona a un nivel mítico-emocional más que otra cosa. Nadie pone en cuestión el capitalismo, ni siquiera, jeremiadas aparte, el neoliberalismo; en estos momentos, con la deriva previsible de Podemos y la insignificancia de la IU de Garzón (hay otras IU, pero difuntas, las pobres) el intervalo discurre entre el liberalismo doctrinario y psicopático del PP y de C's y el liberalismo compasivo de Podemos. La socialdemocracia queda lejos, si acaso Garzón …


El agrupamiento más natural es PP ciudadanos, ambos son ultracentralistas y neoliberales sin fisuras. Quedaría la oposición de lo nuevo vs. lo emergente, pero además de que es el conflicto menos potente, es que aquí es pura farfolla. C's solo tiene de nuevo la fecha de creación. No se constituyó frente al Régimen del 78 impugnado por el 15M, sino para neutralizar a Podemos y para ofrecer una alternativa de partido – o subpartido de derechas del Partido Orgánico del Régimen – a un PP devorado por la corrupción (luego se ha visto que apenas le pasa factura, pero hace apenas dos años aún no se sabía; a Aznar no se le echó por ladrón, sino por asesino). La suma PP + C's es de 169 votos, pongamos 170 con CC. Le faltan seis para la mayoría absoluta que se precisa, y en el mercado cortesano, tan sólo el PNV parece accesible. Ciertamente, hay una tensión respecto al eje territorial, pero, a diferencia de CDC, creo que es salvable. El PNV no está por plantear ahora, y quiza nunca (recuérdese que tiene lo que CDC quería y, al no conseguirlo, se echó al monte independentista: la autonomía fiscal). Hay serios inconvenientes: para C's no es un socio cómodo a nivel de imagen y las concesiones del PNV están limitadas por las próximas elecciones en Euzkadi. Y creo que acabarían tragando unos y otros; el problema es que no basta con 175 votos hace falta uno más si el resto del parlamento vota en contra. Y todos dicen que sí.


Por la 'izquierda', pese a las proclamas de PI, la cosa es aún más complicada. Como no ha habido sorpasso, el PSOE aceptaría de buena gana los votos de Podemos para hacer presidente a Sanchez. Ya tenemos, 156. Para tener mayoría, sumamos CDC, ERC y PNV (Bildu es tabú), 22. En total, 178. Ganamos; sí quebrando los dos ejes más importantes y, fundamentalmente, el autonómico. El PNV le valía al PP y le vale al PSOE, pero ¿ERC?, incluso ¿CDC? En ninguna cabeza — exceptuando,quizá, la bien esculpida de Pedro Sanchez – cabe que el PSOE de Díaz, González, Varas, Borrell y un interminable etcétera vayan a aceptar la centésima parte de lo que le exigirían los catalanes para votarles positivo.


La opción que queda 'para echar al PP' es la que barajan Navarro, Gutierrez y unos cuantos más: la fórmula PSOE + UP + C's, 188 escaños. La famosa alternativa que, según Sánchez repitió con una frecuencia de cinco minutos a lo largo de la campaña, había impedido Pablo Manuel Iglesias. Mañana expondré por qué creo que es una alianza contra natura, donde la contradicción social manda. Para ello habrá que entrar en cuestiones de política que en este post se han visto subordinadas a la aritmética.

lunes, 4 de julio de 2016




Unas cuantas anotaciones en torno a los resultados de las elecciones de 26J (2). 


Estableceré dos ejes categoriales para analizar los resultados de las elecciones del 26J en relación con las del 20D y en lo que respecta a los cuatro grandes partidos estatales. El primero viene dado por el par , donde el PP y C's son derecha y PSOE y UP, izquierda. El segundo criterio es , PP y PSOE a un lado y C's y UP al ogro. Los nombres son descriptivos, no valorativos, desde luego creo que muy dificultosamente puede ser considerado el PSOE un partido de izquierda y C's como un partido que hace una política diferente de la vieja; de hecho el criterio nuevo viejo, más que como un descriptor de práctica política, lo empleo como un calificativo de las élites, viejas: PPSOE (Régimen del 78), nuevas: Podemos y C's (renovación o transformación del Régimen). 

La derecha obtuvo en el 20D, redondeando 10,75M de votos y el 26J, 11M. La izquierda, 11,68M y 10,47M, respectivamente. La vieja política 12,78M y 13,33  frente a 9,6M y 8,2M la nueva. El reforzamiento de la derecha y de la vieja política revela un claro y relevante desplazamiento a la derecha del comportamiento electoral,  máxime cuando los resultados absolutos y relativos de los partidos de implantación no estatal han sido muy similares en los dos comicios. El bipartidismo, la vieja política, se refuerza con los buenos resultados del PP y los aceptables del PSOE, comparados con muy malos de C's y los malos de UP. Las cifras también indican que el PP se ha llevado los votos que perdió C's y que ha dado la vuelta a la tendencia abstencionista, sacando más votos en el 26J que en el 20D, algo notable que habla del pavor a la aventura de un gobierno de Podemos. Por la izquierda, que es de lo que trataré aquí, la hipótesis que sostendré es que la pérdida de votos procede muy mayoritariamente de UP y que esos votos perdidos no han ido en cantidad relevante a ninguna otra candidatura, son votantes de Podemos y de UP-IU en el 20D que ahora se han abstenido. Sería muy interesante saber con certeza la proporción de los abstencionistas de uno y otro origen. Sin disponer de ella y teniendo en cuenta su muy desigual cantidad, 5,2M de Podemos y 0,93 de UP-IU y los resultados comparados en lugares como Asturias y, sobre todo, Madrid, donde las simpatías por Garzón del mundo IU eran menores, creo que una segunda hipótesis, ésta sin duda más aventurada que la primera, es suponer que la proporción de abstencionistas de IU estaría en torno al 25-35% del total, correspondiendo el resto a ex-votantes de Podemos. Con esta premisa pasamos a las explicaciones del fracaso, no catastrófico pero fracaso de UP en las elecciones  que se dan dentro de su entorno, mi posición al respecto y, lo que más interesa, que panorama político se abre, con los resultados de UP y con las conclusiones de sus notables 

Todo es mentira menos alguna cosa

Antes de ello, me detendré en la negación de la mayor sostenida por un amplio espectro de votantes de UP: no ha habido tal fracaso, sino un éxito adulterado por un pucherazo en el escrutinio. Particularmente, no creo que se hayan producido irregularidades sistemáticas y relevantes para el resultado final, aunque tampoco lo descarto por completo. De un ministro, el encargado de gestionar el proceso electoral, que pone las instituciones del Estado al servicio de la persecución de los enemigos políticos de su gobierno, se puede esperar cualquier cosa. El Sr. Fernandez Díaz habría sido un buen mando intermedio de la Gestapo si no fuera porque  allí en el proceso de  selección se tenía en cuenta el cociente de inteligencia. El problema de todo esto es que impugnar formalmente las elecciones pidiendo una validación controlada de las mismas constituye un órdago que, en caso de que al final se mostrara que han sido aceptablemente limpias, se volvería de modo terrible contra los denunciantes. Participar en unas elecciones implica confiar en la legalidad de las actuaciones institucionales, a no ser que expresamente se manifieste una intención peculiar, caso, por ejemplo, de algunos grupos de izquierda muy dura que presentaban candidaturas, según ellos, para denunciar en su campaña la farsa electoral. Cuando se acepta la legitimidad del sistema político vigente, y UP lo acepta, habría que estar muy seguro de la manipulación de las actas o de su cómputo y disponer de pruebas claras y suficientes para exigir una validación. Me temo que no es el caso. Lo que no impide renunciar a algo que se esta haciendo sotto voce y creo acertado: cotejar los datos que se tienen con los ofrecidos por Interior y, en caso de que se registrasen anomalías con el suficiente calado, se hiciera público y se pasase a la ofensiva, ya con una base sólida. 


Ese montaje del gran capital para impedir el seguro triunfo de la izquierda auténtica en el 2525


Es sabido que para IU – y cuando hablo de IU no me refiero sólo a la dirección, ni siquiera a la militancia activa, sino también a una gran mayoría de votantes: IU es el partido con mayor densidad, solidez y homogeneidad ideológica del Estado –  la irrupción del 15M se vivió de modo similar, con algunas excepciones, a que hubieran desembarcado una nave de marcianos sobre el oso y el madroño. No entendieron nada y, en todo caso, se activó un tic levemente hostil a lo que veían. Pero no les preocupó mucho porque, como diría Niemöller, la cosa no iba con ellos. La aparición de de Podemos ya fue más grave porque les disputaba la clientela electoral y la hegemonía en el espacio político a la izquierda del PSOE. Disputa por decir algo, más bien somanta, en pocos meses les habían sorpassado y de un modo abrumador. Acontecimientos bastante fastidiosos para un colectivo convencido de que la historia, hegeliano marxista ella, jugaba a su favor, y siempre, con algún que otro sobresalto, en el sentido del progreso que culminaría naturalmente en la sociedad socialista. Ahora que el PSOE parecía hundirse, ¿quienes eran estos advenedizos? Con algunas encomiables excepciones se avanzaron dos tesis alternativas Podemos era un grupo infantiloide de intelectuales pequeñoburgueses fruto de una indignación efímera, o Podemos era un montaje anti IU del Ibex35,asustado por su crecimiento. Un enemigo, en ambos casos, alguien que, deliberadamente o cumpliendo un destino, quería acabar con ellos. 

Desde luego, no hubo en IU una actitud monolítica respecto a la nueva situación que inauguraba Podemos, ni en el análisis ni en la práctica. Simplificando, creo que se presentaron dos posiciones en el ámbito teórico-doctrinal y otras dos en el de la acción política. En el terreno de las ideas se encontraba la posición inmovilista-doctrinaria frente a la 'abierta'. En el de la praxis los principistas y los pragmáticos. Estos posicionamientos se combinaban entrecruzadamente dando lugar, de modo muy esquemático, a tres agrupaciones. Una, la de Garzón y adláteres, no todos de la misma catadura ética y política, abierta y principista. Otra la de la  mayoría de la dirección de IU, con sus Lara, Llamazares (aunque estuvieran enfrentados), etc., pragmáticos, por supuesto, y en mi opinión bastante más doctrinarios que abiertos. Por fin un tercer grupo, sin grandes nombres pero fuertemente enquistado en direcciones territoriales, que veía en podemos un rival antagónico con quien era imposible una coincidencia estratégica y aun difícil y peligroso un acuerdo táctico. En mi opinión, esta configuración subjetiva se reflejaba en el espació de lo objetivo, el de los procesos históricos reales y el rol de los diversos agrupamientos sociales, en dos lugares de la estructura política, el de los agentes del bipartidismo (con un huequecito para la izquierda no extinguida), esto es del Régimen del 78, y el de los agentes de impugnación y posible cambio de ese Régimen. 

El drama de esta situación de IU es que, por un lado, los que tenían una ideología, un programa y una línea de acción suficientemente clara eran los inmovilistas. Y la ideología, el programa y la línea pertenecían a la imposible adaptación a lo real de una vieja izquierda subordinada a la Unión Soviética y al comunismo leninista-stalinista que se había convertido tras la caída del bloque soviético en un anacronismo en vías de desaparición. IU era un aparato ligado orgánicamente al Régimen del 78 y un colectivo adherido sentimentalmente a un pasado mitificado y (felizmente), irrecuperable; en un supuesto de continuidad indefinida del Régimen,  IU habría durado como mucho una generación más, transitando entre noches electorales sin cenar por sacar tres diputados y de brindis con cava por conseguir doce. La otra pata del drama es que la nitidez de las  ideas y actitudes de los inmovilistas brilla por su ausencia en los aperturistas. Es comprensible, han tenido que luchar en el terreno político y, sobre todo, burocrático, con los inmovilistas, y se han visto abocados a la imposible tarea de  elaborar líneas nuevas de pensamiento y de acción estando tremendamente lastrados por su fidelidad libidinal y orgánica a lo viejo. 

Varias han sido las 'refundaciones' de IU en los últimos años, todas ellas fallidas, y todas por esto mismo: el boicot activo o pasivo de la vieja guardia y la incapacidad de encontrar salidas políticas teniendo que mantener la fidelidad a dogmas identitarios intocables. Esta experiencia de fracasos da la impresión que ha provocado una especie de huida hacia adelante, de viaje a no se sabe qué lugar, que es, en puridad, la candidatura 'conjunta' con Podemos para IU. Tuvieron una oportunidad, cuando buena parte de la gente del 15M se revolvió contra Podemos, por su deriva autoritaria y oligárquica, y creó las candidaturas municipales de unidad popular, los Ganemos, Mareas, en Común, etc., a las que después se incorporó Podemos, en muchos casos de manera vergonzosa, por manipuladora y ventajista. IU ni las vio venir, pero tras los excelentes resultados en mayo2015 y el hegemonismo de Podemos, los 'aperturistas' tuvieron un rasgo de lucidez: apoyar esos movimientos de base crecidos y llenos de moral para contribuir a la construcción de un proyecto de organización radicalmente abierta y democrática de las capas populares, en el que las bases estuvieran por encima de los aparatos partidarios, cuyo primer objetivo sería montar una candidatura unitaria. Eso fue, intentó ser, Ahora en Común. En mes y medio se lo cargaron. Con algunas meritorias excepciones, la cultura leninista-estalinista clásica de manejar los movimientos y capitalizar sus logros se puso en marcha a toda máquina: los miembros de AeC que no eran de IU – y en los inicios eran muchos – salieron escaldados en pocas semanas. Finalmente, AeC degeneró en una cosa que se llamo Unidad Popular, una especie de careta de IU que ni aportaba nada ni beneficiaba electoralmente a nadie. Se sacaron dos diputados y, es muy probable que, si no se hubiera presentado Garzón, ninguno.

Plenamente consciente de que IU se hallaba sumida en un proceso agónico y en un estado groggy, Garzón dio, por fin, un golpe en la mesa, se autoimpuso como secretario general, ¿quien habría de hacerle frente?, e impuso el pacto con podemos; todo ello muy democráticamente, con un cómoda mayoría – lejos no obstante de la semiunanimidad aclamatoria típica de los viejos tiempos de comunismo a la soviética – que no ocultaba un componente de chantaje: no necesitaba explicitar que su permanencia como secretario general estaba ligada a la aceptación de su estrategia de pacto con Podemos, y muy poco entusiasmo: dos tercios del censo de IU no votaron el refrendo de dicha estrategia. Si a este punto de partida se le añaden el malestar causado por las listas en el entorno de IU, que en casos como el quinto puesto de Garzón en Madrid fue sentido como una provocación, por la autodefinición de UP como socialdemócrata por Iglesias, por sus loas a Zapatero, por el rebaje del programa, y unas cuantas cosas más que mostraban la preponderancia absoluta de Podemos, no es de extrañar que una fracción considerable de quienes habían votado IU en las elecciones del 20D no se acercaran por las urnas. Es también posible que algunos de ellos votaran al PSOE, pero creo que ese traspaso es cuantitativamente irrelevante. 

Gangrenada por las deudas, sin espacio político, maniatada por la fijación leal a unas concepciones y a unos fastos míticos que tendrían que ser sometidos a una crítica feroz para poder elaborar algo que tuviera que ver con el presente y que condujera a una acción transformadora no fantasmática, las perspectivas de IU son más que oscuras ; que no lleguen al negro de luto depende de la lucidez y audacia de unos pocos y de que los dioses del azar le sean benévolos. Pero esto ya corresponde al panorama político que se abre tras el 26J y lo trataré más adelante.