Las cuitas del PSOE. Es muy triste tener que pedir, pero más triste es dejar de robar.
Algunas notas sobre el año
que Pedro vivió peligrosamente.
Una breve cuestión de método antes de entrar en materia. Teniendo en cuenta que toda relación de poder es, por definición, vertical – la metáfora descriptiva es arriba-abajo –, los análisis históricos de los sistemas de poder deben desarrollarse en un sentido top-down: comenzar por la cumbre y examinar las muy diversas e intrincadas delegaciones hacia abajo. Y, aunque no trataré sobre ello en este texto, añadiré que los de la puesta en cuestión y resistencias a los poderes establecidos y sus tramas jerarquizadas habrían de seguir, a la inversa, un recorrido bottom-up, desde la carencia absoluta de poder factual a la emergencia de un contrapoder cada vez más eficiente que llega a ser poder alternativo y, finalmente, predominante.
Otra de las cosas vedadas al Estado español por la superioridad es un gobierno que no sea de la máxima confianza, que tenga dficultades para cumplir las funciones de gobernanza arriba citadas sin sobresaltos ni grandes dificultades. El bipartidismo, el partido orgánico español, PPSOE, a la manera de Gramsci – por supuesto con la eventual inclusión de Ciudadanos – , es una solución óptima. Y, ¿qué pasa con Podemos?
El problema con Podemos, creo, no es que la Troika y adláteres estén muy preocupados por su voluntad, y, menos aun, su potencialidad subversivas. Lo que probablemente ponen más en duda, y con razón, es su capacidad de gobierno, su estabilidad, la continua necesidad que tendrían, llegado el caso, de realizar gestos molestos (para la Troika), e incluso alguna actuación riesgosa (idem), para disimular las capitulaciones de la 'realpolitik' que se verían compelidos a seguir. Hoy por hoy, Podemos no ofrece una garantía suficiente de sostener una gubernamentalidad estable, y, por tanto, no puede gobernar; antes, tiene que ganarse esa confianza. Las reglas del juego.
Ya se han gastado ríos de tinta acerca de la crisis del PSOE en relatos variados muchos de los cuales podrían servir de base para el reclamado spín off de Juego de Tronos. Creo que la clave de todas las torpezas, ambiciones desmedidas, cobardías, traiciones, maquinaciones al servicio de poderes ocultos y malignos, amores y odios, de los Díaz, Sánchez, González, Fernández, Pérez Rubalcábez y bonobos diversos, no reside en la lamentable humanidad de los citados, sino en el hecho de que el PSOE es un partido política, ideológica y orgánicamente muerto.
Desde el punto de vista político-ideológico, el PSOE ha seguido una trayectoria similar al resto de partidos socialdemócratas europeo a partir de los años 70s del siglo pasado, cuando comenzó el fin de la ilusión de los partidos de la Internacional Socialista en la viabilidad de una estrategia generalizada de la 'vía sueca al socialismo'. En primer lugar, un tránsito al social-liberalismo y, posteriormente, con la 'tercera vía' de los Blair y los Schröder, a un liberalismo compasivo que entroncaba con el Partido Demócrata americano. Tan sólo la derechización de los partidos de derecha en su deriva hacia el autoritarismo y la recuperación de valores rancios ha posibilitado que todavía sean distinguibles, a veces con bastante dificultad, los partidos sedicentemente socialdemócratas de los derechistas de siempre.
El PSOE actual no tiene ciento cuarenta años de historia, tiene cuarenta y dos años. Se fundó en el congreso de Suresnes y se liberó de la ganga izquierdista dos años más tarde, cuando abandonó el marxismo, un gesto más catártico y simbólico que otra cosa porque el PSOE de Suresnes no nació como un partido marxista; ni socialista ni obrero. La etiqueta PSOE del viejo partido desvencijado y agonizante le invistió al nuevo partido una legitimidad histórica que utilizó con un oportunismo sin límites para fungir de izquierda del partido orgánico del Régimen monárquico postfranquista, el citado PPSOE. De hecho, el PSOE sostuvo en solitario el Regimen hasta que la derecha se recompuso con el PP de Fraga y Aznar. El PSOE vivió de eso y, ciertamente, vivió muy bien. La crisis del 2008 trajo al tío Paco con las rebajas. Los ocho – diez millones de votantes fijos del PSOE no se creían mucho eso de que era de izquierdas, pero mientras funcionara lo del 'dame pan y llámame tonto' la cosa iba bien. La ideología material suple ventajosamente a la ideología ideológica, como apunta lúcidamente Terry Eagleton. Pero si no hay pan, se acabaron las tomaduras de pelo. Cuando hubo que quitarles las longanizas a los perros, el Régimen entró en crisis de legitimación y el 15M anunció a los cuatro vientos la buena – mala para muchos – nueva. “No nos representan”, se gritaba. En realidad, desde una lógica mínimamente democrática, no nos habían representado nunca, pero la política del palo y la zanahoria habían conseguido que se mirase a otro lado sobre ese particular.
Los resultados de las elecciones de 2011 mostraron un sistema que se desangraba por la izquierda. Y, tras el batacazo electoral, el PSOE no sólo no remontaba sino que se iba hundiendo cada vez más. El surgimiento de Podemos no les facilitó las cosas – siempre hablando en el ámbito electoral-institucional, el único en que se ha movido el PSOE –. Era el momento de hacer un análisis político serio, sin autocomplacencias, de afrontar los nuevos tiempos y las nuevas realidades, de tomar medidas de regeneración interna y de reenganche con una sociedad civil cada vez más lejana. Y ahí fue donde se puso de manifiesto la esclerosis terminal de una organización cuyo objetivo principal era mantener las prebendas de una casta burocrática y enfangada por completo en el sistema basado en la corrupción que devino el Régimen del 78. El PSOE actual no tiene ciento cuarenta años de historia, tiene cuarenta y dos años. Se fundó en el congreso de Suresnes y se liberó de la ganga izquierdista dos años más tarde, cuando abandonó el marxismo, un gesto más catártico y simbólico que otra cosa porque el PSOE de Suresnes no nació como un partido marxista; ni socialista ni obrero. La etiqueta PSOE del viejo partido desvencijado y agonizante le invistió al nuevo partido una legitimidad histórica que utilizó con un oportunismo sin límites para fungir de izquierda del partido orgánico del Régimen monárquico postfranquista, el citado PPSOE. De hecho, el PSOE sostuvo en solitario el Regimen hasta que la derecha se recompuso con el PP de Fraga y Aznar. El PSOE vivió de eso y, ciertamente, vivió muy bien. La crisis del 2008 trajo al tío Paco con las rebajas. Los ocho – diez millones de votantes fijos del PSOE no se creían mucho eso de que era de izquierdas, pero mientras funcionara lo del 'dame pan y llámame tonto' la cosa iba bien. La ideología material suple ventajosamente a la ideología ideológica, como apunta lúcidamente Terry Eagleton. Pero si no hay pan, se acabaron las tomaduras de pelo. Cuando hubo que quitarles las longanizas a los perros, el Régimen entró en crisis de legitimación y el 15M anunció a los cuatro vientos la buena – mala para muchos – nueva. “No nos representan”, se gritaba. En realidad, desde una lógica mínimamente democrática, no nos habían representado nunca, pero la política del palo y la zanahoria habían conseguido que se mirase a otro lado sobre ese particular.
Aunque mi hipótesis es que, dadas las circunstancias, sí hicieron un análisis realista y lúcido, explícito o camuflado bajo discursos fútiles y engorrosos (ignoro el nivel de cinismo al que puede haber llegado la dirección del partido). La perspectiva inmediata de volver al gobierno era descartable. En medio de una crisis económica que no va a acabar nunca, en la que los gobiernos – quiéranlo o no, son órdenes de arriba – van a tener que incrementar los ataques contra el nivel de vida del 85-90% de la población (lo del 99% es una pasada) para salvaguardar las tasas de ganancia del resto, el PSOE no tiene nada que decir. O, con mas precisión, diga lo que diga, nadie le va a creer, después de la para algunos traición y para otros desenmascaramiento de Zapatero (y de los límites de la 'socialdemocracia' actual) el 10 de mayo del 2010. La idea era, entonces, replegarse a los territorios autonómicos y 'dejar' al PP que bregase con la crisis, a la espera de tiempos mejores. La estructuración del poder en el PSOE se descentralizaría, apoyándose básicamente en los barones autonómicos, los cuales formarían una malla de poderes asimétricos: los barones de las comunidades en que tienen el gobierno de la autonomía tendrán más peso en el aparato que los de aquellas otras comunidades en que ni lo tienen ni lo van a tener. Y entre los que son presidentes de su comunidad, serán tanto más poderosos cuanto más votos aporten y, esto es importante, cuanto mayor sea su control del partido y de la cautividad del voto popular (entiéndase: cuanto más extendido e intenso sea el clientelismo). Estamos, pues, hablando de un PSOE cuyo elemento preponderante es la aristocracia sociata andaluza con Díaz a la cabeza y González moviendo los hilos.
Imagino que las intenciones del establishment psoero era dejarle perder un par de elecciones y después cambiarlo (hay que mantener el paripé de que se aspira a gobernar). Pero los desastrosos resultados de las elecciones del 20D les complicaron el panorama a todos. Bajar, por bastante, de cien diputados era un varapalo que merecía un reacción drástica de cara a la galería. Y lo peor era que, descartada la derecha catalana por razones obvias, PP y Ciudadanos no tenían apoyos suficientes para formar gobierno y dejar al PSOE en una cómoda posición opositora.
Entran entonces en acción dos designios. El primero, emanado del poder baronil, quitarse a Sánchez de en medio en el primer congreso que se celebre. El bello Pedro se rebela ante esta muerte anunciada y piensa, o le piensan, una audaz jugada: “Si soy presidente de gobierno, no me van a echar”. La jugada es extraña pero no disparatada. Partiendo del hecho cierto de que una gran parte del electorado que no ha votado al PP tiene por deseo prioritario que Rajoy no repita, el PSOE, cavila, puede hacer un pacto de gobierno con Ciudadanos y presionar a Podemos para que se abstenga con la amenaza de ponerlos en la picota por 'haberle dado el gobierno a Rajoy'. Los números no salían, pero aunque hubieran salido, la oferta era impresentable para Podemos: dejarlo totalmente marginado, con el PSOE-C's en el gobierno, haciendo una política descaradamente de derechas, y el PP en la oposición quitándoles el discurso populista. Todo para que no esté Rajoy y se reformulen un par de artículos de la ley mordaza y de la LOMCE. Iglesias respondió con una contraoferta muy mal planteada en las formas pero hábil en el contenido: un gobierno de coalición con el PSOE apoyado por el PNV y con la abstención de los catalanes.
Ahí aparece el segundo designio, el ya citado de la Troika: Podemos, de momento, no puede estar en ningún gobierno. Y no hacia falta que lo dijera la Troika, ya el propio PPSOE lo tenía absolutamente descartado, porque habría supuesto un golpe de gracia al Régimen, meter un caballo de Troya en su núcleo operativo. La baronía dominante dejó hacer a Sánchez porque obligarlo a apoyar al PP, que es lo que ellos deseaban, habría sido, en esas circunstancias, demasiado descarado. Eran preferibles unas segundas elecciones en las que el peligro era el sorpasso de Podemos. Ante esa eventualidad, la siguiente jugada habría sido quitarle inmediatamente a Sanchez, montar una gestora de total confianza y negociar un gobierno de grosse koalition con el PP.
No hubo sorpasso, y los relativamente buenos resultados en las elecciones le dieron aire a Sanchez, quien, ya semienloquecido, pretendió nuevamente formar gobierno, y, cuando constató que, si antes ya se había mostrado imposible tal empeño, ahora era imposible al cubo, se enrocó en un suicida e infantil 'no es no' a votar a Rajoy, enfrentándose así al establishment global, al estatal, al baronil y a tutti quanti. Lo que constituye para mí un enigma es lo que tenia Sánchez en la cabeza para elaborar una estrategia tan oceánicamente descabellada y cree que era viable.
Así que el PSOE real rebobinó e hizo, con la burda excusa de los malos resultados en las elecciones gallegas y vascas, lo que tenía pensado tras las generales del 26 y no llegó a hacer porque el partido había mantenido inopinadamente el tipo: defenestrar a Sánchez y nombrar una gestora ad hoc. Pero, tras el revuelo montado y el grotesco espectáculo que ofreció el Comité Federal, ya quedaba descartada la coalición con el PP; habría sido demasiado cante, incluso para el propio PP. Ya solo restaba la abstención; y en ello están.
No hubo sorpasso, y los relativamente buenos resultados en las elecciones le dieron aire a Sanchez, quien, ya semienloquecido, pretendió nuevamente formar gobierno, y, cuando constató que, si antes ya se había mostrado imposible tal empeño, ahora era imposible al cubo, se enrocó en un suicida e infantil 'no es no' a votar a Rajoy, enfrentándose así al establishment global, al estatal, al baronil y a tutti quanti. Lo que constituye para mí un enigma es lo que tenia Sánchez en la cabeza para elaborar una estrategia tan oceánicamente descabellada y cree que era viable.
Así que el PSOE real rebobinó e hizo, con la burda excusa de los malos resultados en las elecciones gallegas y vascas, lo que tenía pensado tras las generales del 26 y no llegó a hacer porque el partido había mantenido inopinadamente el tipo: defenestrar a Sánchez y nombrar una gestora ad hoc. Pero, tras el revuelo montado y el grotesco espectáculo que ofreció el Comité Federal, ya quedaba descartada la coalición con el PP; habría sido demasiado cante, incluso para el propio PP. Ya solo restaba la abstención; y en ello están.
Encuestas recientes, posteriores al Comité Federal del 1 de octubre indican que la caída en intención de voto del PSOE no es catastrófica – como sería previsible, mostrándose una vez más el nivel de conservadurismo de una población envejecida – , que ahora sacarían sobre setenta y cinco diputados y seguirían por encima de Podemos. Por otro lado, la escasa y deslabazada reacción crítica de la militancia psoera al golpe de palacio contra Sánchez indica la carencia de vitalidad y de fortaleza político-ideológica de los cuadros del partido; en una organización con un mínimo de energía interna y de compromiso con unas ideas, no con unas prebendas, se habría producido un desgarramiento, un debate interno feroz y, probablemente, una escisión. Aquí, los únicos que han dado la cara han sido el alcalde de Valladolid y el de una población cuya existencia ignoraba; no precisamente dos pesos pesados. Ni Sánchez ha tenido un adarme de dignidad, aunque fuere impostada. Ha cogido a su familia y se ha ido a Disneyworld-L.A. Todo un carácter. Y, en cualquier caso, ya ha advertido ese oscuro y sórdido personaje, Javier Fernandez, que la cultura del partido no es contar con las bases, que eso de las primarias y las consultas a la militancias es una podemización del partido que hay que arrancar de cuajo.
Lo que auguran, pues, estos datos, las encuestas, que, aunque no sean fiables, tampoco se van a equivocar en un ochenta por ciento, y la base militante vegetativa, es que los planes que se han descrito arriba tienen muchas posibilidades de éxito, que el bipartidismo se remendará de algún modo – ahí tenemos a la costurera Díaz –. Esta vez con el forúnculo de Podemos (IU no llegó ni a espinilla). Un forúnculo que puede infectarse, extenderse y acabar con el tinglado de la antigua farsa o incorporarse plácidamente a ella. Veremos.
A modo de post scriptum, estos días se multiplican las declaraciones de algunos barones de segunda fila, y algunos de primera como el valenciano Puig, acerca de que su apoyo a la liquidación de la ejecutiva de Sánchez no implicaba la abstención. Este tipo de planteamientos, mendaces en sí, iluminan el grado de desarrollo de las tendencias centrífugas en el PSOE arriba apuntadas. Parece un sálvese quien pueda cuyo único objetivo es salvar la cara ante el electorado del propio territorio, olvidando la responsabilidad política de un gran partido de alcance estatal, una de las dos patas del Régimen. Lo principal es ya conservar el feudo aunque ello implique una vuelta de tuerca en el desmontaje del PSOE. Supongo que este simulacro de firmeza ante el PP durará hasta el próximo Comité Federal en el que habrá de adoptarse una posición sobre la investidura. Porque, si no es así, si los notables que, dicen ahora, van a votar 'no', lo cumplen, las cuentas apenas salen. El caso más probable, que se dé un masivo 'donde dije 'digo' (no), digo 'Diego' (abstención)”, significará un paso más hacia el descrédito más absoluto del partido. Si, impensable pero no inconcebiblemente, hubiera mayoría del no al PP, no se me ocurre otra posibilidad que la ruptura y disgregación del PSOE.