lunes, 7 de enero de 2019



Capital ficticio y crisis capitalista



Capital 



  • Marx decía que el capital es una relación social. Con un poco más de detalle, yo lo defino como una institución social: un conjunto de prácticas sociales normativizadas, cada una de las cuales incluye relaciones concretas entre personas y entre personas y cosas, cuyo objetivo primordial es producir beneficios para aquellos que utilizan su dinero como capital: los capitalistas. 

  • El capital, en mi concepción, no es ese canónico ‘valor que genera nuevo valor’. El valor nuevo sólo lo crea el trabajo, tanto el trabajo pasado como el vivo. Y lo genera consumiendo (y, de algún modo, destruyendo) un valor igual al que se incorpora a las mercancías producidas. Son los trabajadores, trabajando, los únicos creadores de valor, y, por tanto, del plusvalor apropiado por el capitalista. El capital es un sistema social de redistribución del valor creado por el trabajo. 
  • El capital siempre se apoya en el mercado para generar beneficio (sea en las sociedades mercantiles modernas o en la parte mercantil de las sociedades antiguas). Lo hace por medio de intercambios mercantiles desiguales; que, como todo intercambio mercantil, son de suma cero. El plusvalor que consigue el dueño del capital tiene una contrapartida, un minusvalor idéntico, en perjuicio de un tercero involucrado en el proceso de Capital. Ese tercero es siempre, directa o indirectamente, en primera o última instancia, un trabajador. 
  • El esquema que Marx utilizó para el préstamo con interés, D - D’, es inconsistente, el dinero no pare dinero, siempre tiene que haber algo entre medias, el proceso del Capital. Sin embargo, o paradójicamente, por ello, el préstamo con interés –en sentido amplio, incluyendo, las acciones, y asimilando dividendos con intereses– es el modelo básico de todo capital. 
  • El esquema D - D’, que Marx utilizó para el préstamo con interés, refleja lo que llamo lógica del Capital. En ella lo que importa es conseguir un beneficio, y el procedimieno, lo que hay entre D y D’, es totalmente secundario. Siempre que, como dije, se halle institucionalizado. Si yo compro una navaja por D para llevar a cabo atracos callejeros no estoy invirtiendo en capital, por mucho D’ que saque. Aunque sobre esto habría mucho que hablar. 
  • Superpuesta a esa lógica del beneficio particular, habría una especie de teleológica, de fin de los fines: que el capitalista obtenga ganancias, es una astucia de la razón del Capital para conseguir su objetivo último: acrecentarse, en un sentido nietzschiano, de voluntad de poder. Estoy hablando de la acumulación de capital, compuesta de dos momentos funcionales: a) el valor del capital respecto al valor total se incrementar: concentración, b) el capital, globalmente acrecentado por los beneficios, se concentra en cada vez menos manos: centralización.

Capital ficticio 


  • Para Marx y seguidores ortodoxos, el capital ficticio se identifica con el capital financiero. Pero hay ahí un error categorial. El capital financiero, entendido como dinero que se adelanta y que ha de ser devuelto con un plus en calidad de remuneración por el hecho de adelantarlo, coincide extensionalmente con capital sin más adjetivaciones. La diferencia relevante es la que se da entre capital real y ficticio. 

  • El capital ficticio, es un tipo de capital, un subconjunto, que se caracteriza porque no genera beneficio; esto es, consiste en deudas que no se pagan, activos no rentables. 
  • El capital ficticio se inicia con un préstamo y acaba con un impago. Un esquema D - … Es decir, el capital ficticio, tarde o temprano, por mucho que se intente estirar su vencimiento, acaba desapareciendo sin rendir beneficios para el propietario del dinero D. Y, la mayor parte de las veces, éste no recupera ni el principal. 
  • Podría determinarse el rol económico del capital ficticio respondiendo a tres preguntas ¿Cuándo?, ¿cómo? y ¿para qué? 
  • Cuando. 
    •  A nivel micro, el capital ficticio, tal como lo he definido, es trivial. Ya sabemos que unos préstamos se devuelven y otros no, y que lo que gana uno, el deudor que no paga, es lo que pierde otro, el acreedor que no cobra. 
    • Lo que nos interesa aquí es el nivel macro, el conjunto de los capitales ficticios, y, en concreto, el papel que juega dentro de la dinámica global del capitalismo y de su evolución histórica. Para que el capital ficticio tenga una relevancia teórica hay que ligarlo, por un lado, con la problemática de las crisis periódicas generadas por el desarrollo histórico estándar del capitalismo y, por otro, con la de su evolución en el largo plazo. Eso que llamé ‘la fenomenología del capital ficticio’. 
    • La Economía marxista califica a las crisis periódicas –más o menos, las de los ciclos de negocio de Mitchell– de crisis de ‘superproducción’ o ‘sobreacumulación’. Siendo ambas expresiones correctas, creo que sería más iluminador llamarlas ‘crisis de sobregeneración de capital ficticio’. 
    • La idea es que, en el curso de la fase expansiva del ciclo del capital, se va creando capital ficticio de tal modo que, al alcanzar una, digamos, masa crítica, se interrumpe la acumulación y se da paso a una desacumulación. La caracterización más precisa, al menos desde la lógica del Capital, de las crisis-recesiones-depresiones es que son periodos en que se da una disminución neta de capital. Se sigue creando, en pequeña escala, capital incierto (probablemente, en su mayor parte ficticio) y se destruye, en gran escala, capital anterior que ya se revela ficticio. 
    • Veámoslo brevemente. Aunque siempre existen capitales ficticios, incluso en los mejores momentos de expansión, éstos empiezan a crecer y acumularse al final del ciclo. Los análisis de Minsky acerca de la inestabilidad financiera son aquí muy útiles, en especial cuando describe el paso de empresas cubiertas a empresas especulativas y, el de éstas, a empresas Ponzi, que marca el punto de inflexión en que la dinámica de los mercados reales –incapaces de alimentar a los financieros– da lugar a que la proporción de capital ficticio respecto al real comienza a crecer. Es el inicio de la creación sistémica de capital ficticio, del prolongar artificialmente la vida pagando préstamos con préstamos cada vez más exigentes. 
    • El proceso de realización in extremis del capital real, dicho de otro modo, de la minimización del capital ficticio, adquiere un carácter relevante para el conjunto del mercado en el periodo final de la fase expansiva, cuando el sobreendeudamiento da lugar a una deflación de deuda que precipita la crisis, al deprimir la demanda real. 
    • Respecto a la evolución del capitalismo en el largo plazo, me refiero aquí a la famosa ‘ley tendencial a la baja de la tasa de ganancia’. En mi opinión, quitando lo de ‘tendencial’, es una tesis básicamente correcta. ‘Básicamente’ significa aceptar dos enunciados: a) el incremento de la composición orgánica de capital origina, por sí misma (cæteris paribus), un descenso de la tasa de ganancia media de una economía; b) a largo, o a muy largo plazo, esta fuerza ha de acabar imponiéndose a aquellas otras que la contrarrestan. 
    • Así, por muy purgante que sea una crisis, la recuperación ulterior se inicia, salvo excepciones, con más deuda pendiente y con una composición de capital constante/trabajo mayor que la del ciclo anterior; en consecuencia, con una mayor dificultad para mantener las tasas de ganancia a costa de elevar las de plusvalor. Nos hallamos ante un problema de límites; tarde o temprano, las tasas de ganancia medias no permitirían reiniciar un ciclo de crecimiento y la reproducción ampliada del sistema productivo, base de la acumulación de capital, se encontrará con obstáculos insalvables. 
    • Pues bien, creo que ya estamos muy cerca de ellos. En una perspectiva histórica, la creación masiva de capital ficticio surge en la fase actual del capitalismo neoliberal globalizado como un factor estratégico. Y lo hace a través de uno de los fenómenos básicos de esta etapa: la financiarización. 
    • La financiarización es el espacio de existencia del capital ficticio en nuestros días y lo que le confiere el rol central que ocupa en la dinámica de las sociedades capitalistas. Me centraré en ella.

Financiarización


  • La financiarización, más allá de definiciones típicas, como ‘la primacía del capital financiero sobre el anterior hegemón, el capital industrial’, nos interesa aquí en su condición de conjunto de mecanismos de generación de capital ficticio. 
  • La financiarización se inicia a finales de los 1970s para afrontar una situación preocupante para el capitalismo: una superabundancia de liquidez en busca de beneficios, unas tasas de ganancia (TG) declinantes y una inflación elevada. La obsesión monetarista de la época en frenar la inflación impone subir drásticamente las tasas de interés, con la consecuencia de disuadir la inversión productiva (tipos de interés altos y tasa de ganancia bajas no es la mejor circunstancia para invertir en acciones). 
  • En estas circunstancias, la financiarización nace de la pretensión de que los mercados financieros ofrezcan una colocación con rendimientos satisfactorios a esas cantidades enormes de dinero (por ejemplo, los eurodólares europeos y japoneses y de la OPEP) que ya no puede proporcionar la economía productiva. Se trata de bypassearla. Por supuesto, es una pretensión ilusa, una mera huida hacia adelante, que, por añadidura, detrae recursos a esa misma economía productiva, la única que, aunque sea en última instancia, puede generar valor para pagar las deudas. 
  • El fundamento de la financiarización es la generalización de las prácticas especulativas en los mercados financieros y el aprovisionamiento de dinero en préstamo para llevarlas a cabo. Como es sabido, especular en bolsa o similar es comprar barato y vender caro aprovechándose de las expectativas del resto de inversores (en gran parte, especuladores) y de los movimientos de-oferta demanda de activos financieros causados por esas expectativas. 
  • El precio del capital, el precio de los títulos de deuda que lo representan, se constituye capitalizando el flujo de dinero que va recibiendo el capitalista, hasta que la deuda se salda en los términos acordados contractualmente. Y el interés es el precio del valor de uso del capital: el tipo de interés, el beneficio por cada unidad de moneda prestada. 
  • El inconveniente de esto tan bonito es que el capital se invierte en el presente y sus frutos se perciben en el futuro. Y, como todo futuro, es azaroso. Siempre existe la posibilidad de que el capital fracase, se muestre como ficticio. También, aunque finalmente sea capital real porque devenga beneficios, que éstos no cubran las expectativas del dueño del dinero. 
  • Inevitablemente, hay una incertidumbre subjetiva y un riesgo objetivo. La incertidumbre no se disipa, y el riesgo no se resuelve hasta el momento del reintegro. Es entonces cuando el inversor sabe, y lo goza o lo sufre, si era un capital real o una ficción de capital. 
  • El beneficio, o perjuicio, especulativo surge de la diferencia entre lo que el capitalista invierte y lo que recibe, menos el beneficio que realmente genera ese capital (el interés del bono, el dividendo de la acción). Si compro por 5, vendo por 10 y el capital ha generado un plusvalor de 3, mi ganancia especulativa es 2. 
  • Se compra cuando se piensa que un título está subvalorado y se vende cuando se cree sobrevalorado. Ocurre que comprarlo lo revalora y venderlo lo deprecia. No entraré en las tripas de todo esto, que es más un asunto de psicología de masas que de Economía.


Para qué el capital ficticio


  • La lógica del Capital, decía antes, es la de la acumulación continua, que consta de dos componentes complementarios: concentración y centralización. 

  • Respecto a la primera, la financiarización es claramente funcional, ya que crea capital. Que gran parte de él sea ficticio es algo que se sospecha, se supone o, incluso se sabe (y se calla). Pero en el presente sigue siendo capital a secas. Todo préstamo es un activo con un pasivo, real, o inventado, como el (llamado) dinero bancario. Pero esto es lo que cuenta. Todo dinero prestado es capital y como cada vez hay más dinero prestado, hay más capital. 

  • Caso distinto es la centralización. Puesto que lo que se paga por un título es la capitalización de un flujo futuro que se prevé, se espera, se desea, se teme, etc., la especulación parecería reducirse a unas transferencias más o menos aleatorias de valor, real o supuesto, entre capitalistas. Nos hallaríamos ante eso que se llama capitalismo de casino, un juego en el que un día se gana y otro se pierde porque los jugadores actúan a ciegas. Sin embargo, la centralización exige una redistribución de valor que, a medio y largo plazo, va siempre en el sentido de agrupamiento de capitales ¿Cómo, entonces? 
  • Concentración y centralización son el resultado de la competencia mercantil en un marco de poderes desiguales. La concentración de capital es el resultado de los intercambios sistémicamente desiguales entre capitalistas y trabajadores (lo que llamamos ‘explotación’); la centralización, el de los intercambios desiguales, históricamente determinados, entre capitalistas. 

  • Esto último explica que la financiarización también favorezca la centralización del capital por los grandes capitalistas. Distinguiré, entre ellos, dos tipos funcionales beneficiados por ella. Los bancos, por un lado, y los grandes inversores financieros –entre los que se incluyen también casi todas las corporaciones industriales–, por otro.

  • Los bancos crean cantidades ingentes de dinero bancario para prestarlo a inversores y obtienen beneficios de las diferencias entre tipos de su activo y su pasivo, y, sobre todo, de las comisiones. Para mejorar los márgenes de tipos, los bancos se centran en los créditos a particulares o a pequeñas empresas que no pueden financiarse en los mercados de capitales. El caso más representativo es el crédito al consumo con garantía inmobiliaria, que permite elevar los tipos hipotecarios más o menos al ritmo de la subida de terrenos y viviendas, esto es, muy por encima de las tasas de interés ‘normales’, basadas aproximadamente en las TG empresariales. Además, el riesgo ‘desaparece’ con la garantía inmobiliaria. Con todo esto se permiten conceder créditos a tipos altos a ninjas. 
  • Las comisiones han sido la fuente de ganancias preferida por la banca en los tiempos de financiarización. Se trata de aprovechar el continuo crecimiento de los mercados financieros para ofrecer servicios de intermediación (algunos lo llaman intermediación de la desintermediación previa). Cuantas más intermediaciones hagan, más ganan. Se benefician de situaciones de bajo riesgo con tipos de interés bajos o colaterales en proceso de burbuja. Aquí entran los instrumentos de ingeniería para titulizar préstamos ad nauseam en los que no puedo detenerme.

  • Decía antes que, sobre el papel la especulación financiera es equivalente a un casino. No es cierto; aquí hay inversores ciegos, pero también los hay tuertos; o, a lo Orwell, unos están más ciegos que otros. Los grandes señores o instituciones, fondos, financieros se autoconfiguran el escenario idóneo para especular provechosamente. La palanca son las técnicas de manipulación de los mercados que les proporcionan sus informaciones privilegiadas y la capacidad operativa que les confiere la enorme cantidad de capital que manejan. Trucan las bolas y ganan siempre. Son los tuertos. 
  • Y es que no encontramos con que el hecho de que el motor del mercado es una competencia hobbesiana de todos contra todos da lugar a una continua pugna de poderes. Pugna donde prevalecen los más fuertes, haciéndose con ello aún más fuertes; y aún más ricos.
  • Contra lo que muchos creen, o parecen creer, la financiarización no puede durar indefinidamente. La cuantía de los préstamos se incrementa ad infinitum, y además exponencialmente, por aquello de la magia del interés compuesto. Para que esto suceda hace falta mucha liquidez. El ahorro clásico juega aquí un papel menor, la financiarización se del apalancamiento con dinero bancario: un dinero que los prestamistas no tienen, sino que han pedido prestado a unas instituciones, los bancos, que, a su vez, se lo han inventado o, mejor, se lo han tomado prestado a los depositantes sin un consentimiento explícito de estos (o sea, una estafa). 

Neoliberalismo


  • Finalmente, la economía real llama al orden: hace falta una crisis que limpie el paisaje de basura ficticia. Como siempre. Pero de manera distinta. La financiarización ha creado tal volumen de deuda incobrable en su huida desesperada hacia adelante que la destrucción que se exigiría es inasumible. Inasumible para los que tienen poder para no asumir lo que no les interesa. El hecho es que, precisamente por el avance en la centralización del capital, gran parte de los deudores que no pueden pagar pertenecen al 1%, y gran parte de los acreedores que no van a cobrar, también. El resto son pequeñas empresas que quiebran y particulares a quienes se desahucia sin piedad. Castigados por dejarse engañar o, peor, ¡por codiciosos! 

  • Es el momento para la aparición, como deus ex machina, del Estado neoliberal. Se acabó (de momento) el laissez faire. No es que antes no estuviera en escena. Lo estaba, por pasiva, descuidando sus supuestas funciones de supervisión, y por activa, con unos bancos centrales extremadamente generosos en su función de prestamista de último recurso y muy comprensivos a la hora de diferenciar iliquidez e insolvencia, manteniendo así unos tipos de interés artificialmente bajos. El Estado había sido un agente favorecedor de la financiarización, pero con el pinchazo en serie de burbujas, ya no basta con ese papel discreto. Ahora toma el protagonismo enarbolando la siniestra consigna del ‘too big to fall’ y se lanza a rescatar a las grandes instituciones financieras, en quiebra técnica; prácticamente todos, con un pasivo hipertrofiado y un activo irreal e irrealizable. En esta situación, el capital ficticio es fácilmente identificable en los bancos, y en los estados financieros de muchas empresas: la suma de unos activos incobrables y unos pasivos impagables. 
  • La acción de la financiariación mundializada en un marco político y cultural neoliberales constituyen el régimen de acumulación de capital propio de nuestra época, la del ocaso del capitalismo, tal como lo hemos conocido. Lo que, me temo, no implica su sustitución por el socialismo.