martes, 27 de diciembre de 2016



Las tribulaciones de un postrosko en postroskilandia (digresión 1)


El 22 de diciembre, día de la lotería, se hicieron públicos los resultados de la consulta de Podemos a sus ‘bases’ acerca de el sistema de votación para elegir el consejo ciudadano y si se votaban conjuntamente o por separado los documentos y la dirección. El resultado ha sido muy justo entre pablistas y errejonistas y deja al margen de la tostada a los anticapitalistas, que tendrán que hacerse fuertes en Andalucía y jugar un famélico papel de bisagra. Pero antes de analizar estos resultados, veamos qué es lo que estaba en juego, nominal y realmente.

Tip, tip. Minuto y resultado. Gol en las Gaunas. Y, además, la nueva dirección de Podemos Madrid, a cuya cabeza se halla ¡un monederista!, Espinar, ha decidido – formalmente, ha propuesto al Grupo Parlamentario de la Comunidad – que José Manuel López deje de ser el portavoz y lo sea Lorena Huerta. Los errejonistas han protestado con una indignación que recuerda a la del capitán Renault al descubrir que en el bareto de Rick se jugaba. Errejón se ha aprestado a lanzar un anatema lapidario en la publicación teórica de Podemos, Mundo Twitero: “éste no es el camino”, al que los pablistas han dado cumplida respuesta con una serie de sesudas reflexiones en torno al hashtag ‘#IñigoAsiNo’; finalmente , el demoledor hashtag de sus rivales: “#FelicesNavidadesaTodas” acabó con toda posible contraréplica . Los mensajes cruzados mostraban la sorprendente cualidad de ser tan agresivos como empalagosos. Eres un dictador, pero te quiero, tío.

Como todo lo que va mal siempre puede ir aun peor, Monereo echó mano de todo – que no es poco – su experimentado saber burocrático-estaliniano para escribir, con su habitual estilo saltarín, un artículo navideño en Cuartopoder donde afirma que “ Errejón tenía un arma y la ha usado: hacer pública la ruptura del equipo dirigente forjado en Vistalegre I y buscar el apoyo de unos medios de comunicación y de unos poderes dispuestos, cueste lo que cueste, a levantar una alternativa desde dentro a Pablo Iglesias”. Un clásico, sí señor. Al leer esto, a Ilich le ha cambiado la expresión, al fin encontró algo de sentido, algo reconocible, después de tanta locura. Ha salido y se ha tomado dos vasos de agua.

A la vista de todo esto, un esperpento de cómo resolver las diferencias políticas sin que se sepa qué diferencias políticas existen (y lo grave, como iré examinando en sucesivos posts, es que ¿a quien coño le importa eso?), la posibilidad de que en VAII se llegue a una escisión, incluso de que no se llegue a VAII no es descartable. En vez de la blitzkrieg que decían pedantemente hace dos años Errejón, Iglesias y Monedero, el blitzpartido. 

Los medios, con PRISA a la cabeza y sacando varios palmos a los demás, han olido la sangre y entrado a degüello. Es curioso constatar la toma de partido tan descarada del periodismo patrio, que casi nos retrotrae a tiempos del plan ZEN en Euskadi, con la demonización de Iglesias y los suyos y Errejón convertido en el personaje a enaltecer, bien que se les note la repugnancia a esto último. Algunos sostienen que si tus enemigos te atacan, es que lo estás haciendo bien, y, si te defienden, algo haces mal. Particularmente, no soy partidario de conferirle al enemigo una inteligencia tan superior a la propia que guíe, a contrario, tus pasos, lo que no significa que desprecie sin más su opinión. En este caso el odio de clase – de clase política, de casta oligárquica – del franquismo reformado hacia Iglesias indica que algo tiene ‘el coletas’ que les hace daño, algo que temen; como corresponde: el odio de los miserables siempre tiene detrás miedo y culpa.

Errejón lo sabe, chico listo, y por eso, en ese lenguaje metafórico moñas que gastan estos mendas, basa su posición táctica en eslóganes del tipo “faltan muchos” o “tenemos que seducir y no asustar”. En lugar de luchar radicalmente contra el sentido común dominante – de lo que habla mucho Gramsci y muy poco Laclau –, adaptarse a él para que ‘la mayoría’ deje de temernos y nos dé su voto. Vas por ahí, y cuando te quieres dar cuenta de las consecuencias eres Subsecretario de Estado de Asuntos Varios en un gobierno de amplio espectro y coqueteas con tus subordinadas (ellas están encantadas porque yo no soy machista y las respeto; aquella que me demandó por acoso lo hizo por venganza y celos, al no darla el cargo que esperaba).



No me adelanto más. Éste es tan sólo un post de alivio originado por la urgencia del tanto del Logroñes. Si estos muchachos de Podemos me dejan, seguiré intentando analizar su situación y, en general, la del campo político de impugnación (sincera) del sistema; eso antes conocido como ‘izquierda’. Espero que no se convierta – sé que es ya un tópico, pero no puedo dejar de emplear una expresión retóricamente genial, lo mejor de una novela fascinante – en la crónica de una muerte anunciada.

jueves, 22 de diciembre de 2016


Las tribulaciones de un postrosko en postroskilandia (2)


Si Lenin levantara la cabeza.


A la vejez, viruelas. Pero no pustulosas. No ha variado mi trayectoria crítica en aumento hacia Vladimir Ilich y su concepción de los sujetos históricos, y nada que ver con reivindicaciones a lo Zizek. Véase en el título únicamente un recurso narrativo. No obstante, siempre he admirado, y cada vez, por contraste, más, la insólita capacidad de Lenin para ir al grano, en la práctica política y en la práctica teórica, ámbitos que el él unió como nadie sin supeditar una a otra, sin que su teoría fuera en ningún momento especulativa o, a la inversa, sirviera para justificar el oportunismo o las conveniencias tácticas del momento. Uno puede leer el ¿Qué hacer?, el Izquierdismo o las Tesis de Abril y discrepar en muchas cosas, pero está todo muy claro, no encontraremos ahí ambigüedades defensivas elusiones de lo que duele. El camarada Ulianov siempre dio la cara. Recordemos lo que fue su divisa: “el alma del marxismo es el análisis concreto de las realidades concretas”. En eso siempre seré leninista. Y eso que el aforismo es falso en su modalidad. En lugar de ‘es, Lenin tendría que haber puesto ‘debe ser’, porque el marxismo, históricamente, ha tendido a lo contrario, a crear grandes esquemas interpretativos en los que la empiria se integraba más o menos armoniosamente o, en otro caso, se incrustaba a martillazos.


Por algún error burocrático del Ministerio del Tiempo - los peor pensados sospecharán una repetición de lo del tren blindado - Lenin aterriza en el aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas. Inmediatamente quiere ponerse ponerse al tanto de la situación de la izquierda española – no va a ir a un tablado o al Bernabeu: hablamos de Lenin –; alguien le informa de que lo más parecido a tal cosa que pueda tener un mínimo de futuro es Podemos. Se calza, entonces, la gorrilla y se dirige a la Hemeroteca Nacional, donde recopila abundante material acerca de la corta existencia de los morados. Progresivamente, la perplejidad se va apoderando de él. Nada de lo quelee le proporciona conocimiento alguno, al menos en el sentido de lo que él siempre ha considerado conocimiento, aquello referido, directa o indirectamente a la realidad palpable y visible, aquello que posibilita y guía la relación con lo real. De hecho, cuanto más lee, menos se entera. Banalidades, cadenas de significantes contradictorios, cambios de discurso cada dos semanas, declaraciones tan altisonantes como vacías. ¿Éstos de qué van?, ¿habré perdido con el jet lag mi legendaria intuición política? Se anima algo al descubrir que Podemos se hallaba en una fase algo así como de provisionalidad y que hay un congreso cercano en el que se deberán adoptar las líneas y compromisos que caracterizan a un partido 'obrero' (todavía no está Lenin muy aggiornado con los nombres, signos y sociologías del presente). Que, incluso, hay dos   posiciones enfrentadas y una tercera alternativa. Empieza a encontrarse en su salsa. Entrecierra aun más sus siempre entrecerrados ojillos orientaloides y evoca los viejos buenos tiempos del Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso a principios del XX, sus disputas con Martov, la escisión de los mencheviques, aquel talentoso y arrogante jovenzuelo judio, Bronstein, que saltaba de una posición a otra, más rojo que nadie. ¿Iría de eso Vistalegre II? Pues va a ser que no, Vladimir.

Describamos lo que ve Lenin. Hay una organización, Podemos, que no se reconoce propiamente como partido ni como movimiento; algunos, para salir del paso, hablan de partido-movimiento, extraña y, mientras no se explique (cosa que, hasta ahora, no se ha hecho), contradictoria locución que refiere a un ente nebuloso nunca visto. De vuelta a lo real, todos saben que Podemos es un partido político, registrado legalmente e integrante del aparato institucional como cualquier otro. Su originalidad, hoy por hoy va poco más allá de la pura imagen, de los descorbatamientos y las rastas. Surgido de un modo improvisado como plataforma electora para presentarse a las Europeas del 2014, ante el enorme éxito alcanzado se ‘teorizó – por decirlo de algún modo, en realidad era un wishful thinking generado por la euforia del momento – la existencia de una ventana de oportunidad que haría posible ganar unas elecciones generales y gobernar el país. Ese era y ha seguido siendo hasta el 26J el gran y casi único objetivo. Podemos, no se instituyó como partido ni movimiento, sino en clausewitcianas palabras de Errejón, como ‘máquina de guerra electoral’, y edificó una estructura supercentralizada funcional a el Objetivo, iluso pero coherente, de ganar unas elecciones generales. Todo se supeditó a ello a lo largo de un periodo electoral que se ha venido prolongando dos años, ocupados por dos campañas y el resto del tiempo por las negociaciones para formar gobierno. No se consiguió la victoria perseguida, pero sí unos resultados tan excelentes como peligrosos. 

Ahora, la ultravanguardista máquina de guerra ha de ser sustituida por un dispositivo político para tiempos de normalidad política sin elecciones a la vista. Todas las corrientes coinciden en esto, y, de hecho, llevan varios meses posicionándose e, incluso, librando moderadas escaramuzas en elecciones internas territoriales. Pese a los intentos, ya de por sí significativos y un tanto ridículos, por ocultarlo u oscurecerlo es patente la existencia de tres facciones plenamente conscientes de serlo y que optan por ser hegemónicas en Podemos: los errejonistas, los pablistas y los anticapitalistas. También es patente que entre las dos primeras se ha establecido una rivalidad con tintes de antagonismo, mientras que la última viene a ser la combinación dialéctica de una zambomba en un garaje y un pulpo en un entierro.

En cualquier caso, Lenin se frota las manos: empieza el debate político. Vladimiro, mejor sigue esperando a Godot.

La dirección de Podemos, que ahora es exclusiva y  casi diríase sádicamente Iglesias, decide fijar la fecha del congreso o asamblea, llamémoslo 'VII', con apenas dos meses de tiempo para debatir prácticamente todo lo que se puede debatir, y en el mismo fin de semana que un evento similar del PP. Tal coincidencia es difícil de comprender, se dice que permitirá comparar los métodos democráticos de Podemos con los dictatoriales de los populares, que liberará de carga mediática a VII facilitando el debate, etc. No se ve nada claro y suscita lo contrario de aquello de que el enemigo no os marque los tiempo. Parece, más bien, un golpe de efecto de Iglesias y, hay que reconocer que  es un maestro en eso; sobre todo en los golpes, porque los efectos a veces no son muy favorables. Él sabrá. Además, decide empezar por las cosas serias: cómo se elige a los jefes. Muy marxista, primero la infraestructura y después ya, si eso, la superestructura. 



En la próxima entrega, Lenin y el postrosko contarán sus impresiones sobre la consulta de Podemos a sus 'inscritos' sobre las modalidades de discusión y votación en VII; para entonces se sabrá el resultado, asunto nada baladí. Espero que no se retrase mucho, de eso se encarga él, el hombre de acción por antonomasia. De los que ya no quedan.

lunes, 12 de diciembre de 2016







Las tribulaciones de un postrosko en postroskilandia (1)


Estuve el sábado pasado en el acto que convocó la, no sé como llamar, corriente, sensibilidad, orientación, tonalidad, congregación de anticapis y agregados en Moncloa, que se suponía inaugural de una plataforma de actuación, bautizada como ‘Podemos en Movimiento’, cara al Vistalegre II. Albergaba uno la más que ingenua esperanza de que allí se abordara con el mayor realismo y la menor retórica la situación en que se encuentra ahora Podemos, que se discutieran los principios y criterios generales y se elaborase un plan de trabajo de la plataforma para llevar a la Asamblea de Podemos unas propuestas que, en mi opinión – y es lo que pensaba plantear – debían suponer de hecho casi una refundación.

En este momento 
Podemos no es otra cosa que un grupo de personas vinculadas en gran medida por lazos de amistad – una red de afinidad, en lenguaje sociointernauta –, que comparten unas ideas políticas muy genéricas e inconcretas, un grupo que dispone de un importante poder institucional y que carece por completo de poder de transformación sociopolítico. Podemos nació sin proyecto y cuando se vio en la tesitura de gestionar un poder inesperado, tras las elecciones Europeas del 14, improvisó un proyecto cortoplacista y personalista arropado por una organización ad hoc, destruyendo incluso aquello que se había formado semiespontaneamente por debajo suyo y que podría haberlo vertebrado en un recorrido político de largo aliento: los círculos. El proyecto ha fracasado, afirmación que no sale de mi resentimiento sino de la boca de Pablo Iglesias por aquel entonces: el objetivo principal, al que se subordinaba todo, era alcanzar en ese ciclo electoral el poder ejecutivo. Y no con las posteriores rebajas de una vicepresidencia y varios ministerios de un gobierno Sanchez, no, obtener la presidencia del gobierno con una fortaleza en el legislativo que permitiera una política autónoma y capaz de enfrentarse a los ‘poderes fácticos’.

Con poco más de cincuenta diputados – hay que descontar a los superoportunistas de Compromis y a muchos despendolados (en el buen sentido) de la Mareas o de En Comú – y una legislatura por delante que no tiene por qué ser tan corta como creen algunos, los mismos que en el 2012 hablaban de ‘Mariano el Breve’, no se ha conseguido ni una miajita de lo que se pretendía. Se parte de una experiencia muy rica y una realidad muy pobre. Esa realidad es que no hay una organización – con la curiosa particularidad de que sí hay ya burocracia, lo que es rizar el rizo; centenares de consejos autonómicos y ciudadanos sin nadie debajo y autoconciencia de cuadros directivos: “pues, oiga, yo soy el consejero de Urbanismo y Ordenación Territorial de Calatayud de Podemos" – ni hay una estrategia, y, en consecuencia ni tácticas de medio plazo ni programa (un programa no es una lista inacabable de recetas progres atrapalotodo). Pablo lo sabe, Errejón lo sabe, el resto, también.

El resto, un resto que, repito, contiene bastante mas que a Anticapitalistas, es lo que, en mi opinión, hay que articular y movilizar y oponer a las alternativas errejonistas y pablistas, de las que me ocuparé más adelante. 

El citado acto, lejos de mis expectativas, consistió en una autoproclamación triunfalista de algo que no se dijo qué era y que todo el mundo parecía tener claro, porque, en general, la gente estaba bastante contenta de ser ella misma. Hablaron, en medio de aplausos y algun vítor, los de la mesa, Teresa, Kichi, Beatriz Gimeno y Urban (bueno Urbán, más bien, declamó, as usual) y unos cuantos compañeros más o menos conocidos que se hallaban entre el público y a quien el moderador presentaba siguiendo un guión. No hubo turno de palabra, de lo cual ahora me alegro pero entonces me pareció frustrante e inaceptable. Para resumir, y no pretendiendo ser muy cáustico, el ‘acto’ me recordó una escena de Pulp Fiction y unas valoraciones un tanto obscenas del señor Lobo al respecto. Quizá sea injusto y hechos posteriores me obliguen a tragarme mis palabras, algo que haría muy gustosamente. Ójala así sea. De momento, seguiré mañana o pasado devanando como veo a Podemos e o futuro.



                                                                   ¿Donde está Wally?

martes, 1 de noviembre de 2016



La actualidad rabiosa






Caretas genocidas y carotas mancillados



Síntesis de las descripciones realizadas por los periódicos en papel editados en Madrid de los eventos acaecidos el jueves pasado en la Universidad Autónoma:


Un grupo de violentos con los rostros cubiertos impide el ejercicio de la libertad de expresión de Felipe Gonzalez y Juan Luis Cebrían en la Universidad Autónoma de Madrid. 



Descripción (traducida) de los hechos que habría publicado, no ya el New York Times, el Wall Street Journal:

Unos doscientos estudiantes de la UAM, algunos de ellos llevando caretas con eslóganes, se concentran para manifestar su repulsa a la presencia de Felipe Gonzalez y Juan Luis Cebrián, quienes habían acudido para participar en un acto académico. Los responsables del acto decidieron suspenderlo ante la posibilidad de incidentes.


Síntesis de las informaciones y valoraciones – además de las ya incluidas en su muy neutra descripción de los hechos – realizadas por los periódicos en papel editados en Madrid. Ningún dato está contrastado; la mayoría son falsos:

Los manifestantes no permitieron que tuviera lugar el acto académico. Los manifestantes había sido convocados por Podemos. Los manifestantes iban encapuchados. La conducta de los manifestantes fue violenta. Los manifestantes eran fascistas. Los manifestantes eran matones. Los manifestantes eran proetarras. Los manifestantes eran como Tejero el 23F. Los manifestantes eran como Millán Astray, y Gonzalez y Cebrián, como Unamuno.



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No sólo los editoriales y columnas de los periódicos en papel editados en Madrid, también los digitales, incluidos los progres, aceptaron unánimemente una versión de los hechos tan absolutamente ajena a toda deontología periodística, en primer lugar porque porque es falsa y en segundo porque enmascara como información opiniones y valoraciones. A lo sumo, algún que otro colaborador de algún que otro digital matizaba algún que otro punto no esencial. Y siempre después de expresar su rechazo o su disconformidad en general con los manifestantes. 

Reserva previa que me recuerda a aquellos tiempos en los que, para apuntar tímidamente que lo que sucedía en Euskalherría tenía componentes políticos, había con anterioridad que gastar un cuarto de hora explicando, más bien abjurando ante un tribunal de la Inquisición, que uno no tenía vinculación alguna con los terroristas y que discrepaba política y éticamente por completo de sus actividades. Y aun así, a veces saltaba indignado un comisario político, de IU o del PSOE – porque esos pequeños matices discrepantes del discurso oficial sólo me atrevía a insinuarlos con gente 'de izquierda', no estaba tan loco como para hacerlo ante personas no fiables o desconocidas – a quien no le bastaban esas aclaraciones y me exigía una condena expresa. 

Saco a colación estas anécdotas no anecdóticas porque esa especie de abjuración previa, común a los periodistas al opinar sobre los sucesos de la Universidad Autónoma (y de muchísimos otros) y a cualquier español al hablar sobre el conflicto vasco, refleja la vulneración sistemática de la libertad de expresión, en el terreno de lo fáctico, que se da en este país. Ciertamente, la libertad de expresión se halla reconocida en la Constitución con el alto honor de derecho fundamental y sigue esplendorosa en el ámbito formal, donde ha de cumplir su función ideológica de 
cimentar la ficción democrática. Se trata, como en tantos otros elementos de la 'democracia que nos dimos en el 78', de cercenar un derecho, ajustándolo a las necesidades en cada momento de la oligarquía, sin que se note mucho, manteniendo la vigencia legal de la norma.

 Lo que diferencia estos dos casos en los que la libertad de expresión se convierte en papel mojado son los mecanismos específicos para efectuarlo, que, de algún modo, remiten a los foucaltianos dispositivos disciplinarios y dispositivos normalizadores o de control. Primero, describiré someramente el caso vasco y me detendré más con la situación en los media. 

El procedimiento mediante el cual se impidió tratar libremente de la problemática vasca en los años de plomo (y que continúa ahora, aunque con menor virulencia) fue implementado y operado por el Estado, introduciendo para ello en el Código Penal un elemento ad hoc, la 'apología del terrorismo', en virtud del cual, y por vez primera, se contemplaba que un discurso analítico pudiera ser delictivo. Hasta ese momento, y suprimida la blasfemia como figura penalizable, tan sólo quedaban proscritos legalmente enunciados performativos, del tipo de amenazas, informaciones encaminadas a la comisión de un delito, calumnias, etc., es decir, expresiones que hacían daño en sí o que eran condiciones necesarias para llevar a cabo conductas lesivas. A partir de entonces, ya había cosas que, por ley, no se podían decir, sin, supuestamente, lastimar a nadie en concreto, tan sólo a 'la sociedad'. Se restablecían las ideas prohibidas, en un claro retroceso a la premodernidad. 

De entrada, esa restricción suscita una cuestión genérica: ¿Es lícito ponerle barreras a la libertad de expresión?, ¿hay algún enunciado – no performativo – cuyo proferimiento o difusión escrita en el ámbito público deban ser considerados delitos? Se trata de un asunto complejo, en torno al cual hay una amplia literatura polémica en la que se encuentran argumentaciones muy rigurosas tanto en un sentido como en el contrario; no se puede resolver de un plumazo. En mi opinión, no es lícita ninguna restricción a la exposición de ideas, por absurdas o maléficas que se consideren. A modo de ejemplo, yo no aplaudí el cierre de la librería nazi de Barcelona. En todo caso, para lo que ahora nos ocupa es posible, afortunadamente, soslayar este debate.

Aceptemos, pues, que es lícito penalizar ciertas expresiones o discursos; en este caso, el ensalzamiento del terrorismo. Con esa legitimidad de partida, se llegó a un estado de cosas en el que, previa una 'sensibilización' de la opinión publica por unos medios cómplices y contando con un cuerpo de jueces y fiscales muy mayoritariamente alineados con la estrategia del establishment, cualquier análisis político del contencioso vasco que no se planteara como el apocalíptico combate entre el bien y el mal, entre los 'demócratas' y los 'violentos' (también aquí los violentos), constituía apología del terrorismo. El plan ZEN, con sus barrionuevos y sus garzones, sus orejas y sus callejas, se había cargado la libertad de expresión en España.

El segundo mecanismo de coerción de la libertad de expresión no procede del Estado, sino de la llamada 'sociedad civil', de los poderes civiles. Éstos no pueden meter a los malos en la cárcel, pero disponen de otras armas: la coerción económica y sociocultural. Antes de seguir y para no perdernos con las palabras, explicitaré mi mi noción de lo que es la libertad de expresión. Tal libertad es, en puridad, la libertad de comunicación publica. Libertad de expresión no refiere conductas como hablar solo en mi cuarto, por muy bien que me exprese, o conversar con mi madre y mi hijo en el salón. La libertad de expresión, propongo, consiste en emitir opiniones en lugares públicos y, en su caso, de difundirlas en formato escrito, en papel o en la red, sin que ello acarree otras consecuencias desagradables posibles que suscitar un disenso o ganarse alguna enemistad. No existe libertad de expresión cuando lo expresado carece de la potencia de influir sobre algún segmento mínimamente significativo de la opinión publica.

Se observará que esta caracterización implica una toma de posición en relación con otro enjundioso debate politológico, el de la oposición entre libertades formales y reales, o, en una variante más técnica, la libertad positiva frente a la libertad negativa; la libertad de los antiguos frente a la libertad de los modernos, que decía el moderno Constant. En su vertiente negativa, la libertad de expresión radica en que nadie, empezando por el Estado y su ordenamiento jurídico-represivo, me impida decir lo que deseo. Por supuesto, sin esta condición negativa, no cabe hablar de libertad de expresión. Por su parte, la libertad positiva no niega la negativa, sino que la integra en un espacio más amplio. El concepto de libertad positiva surge de la existencia de unas condiciones sociales – políticas, económicas y culturales – que dificultan o hacen imposible el ejercicio de una libertad por mucho que ningún otro sujeto físico o jurídico lo obstaculice. Veamos como se aplica esta dicotomía en el caso de la libertad de expresión comparando su tratamiento constitucional con el de la de vivienda.

En los textos constitucionales no suele hablarse directamente de libertades, sino del derecho a realizar ciertas actividades con libertad. Así, el artículo 20.1 de la Constitución del 78 expone: “Se reconocen y protegen los derechos: a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”. El artículo 47: “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación”. Aunque con una forma parecida, los artículos tienen un carácter muy diferente. El 20 pertenece a la parte 'liberal' de la Constitución y el 47 a la parte 'social'. Mientras la parte negativa se hace explícita en el 20, en el 40 se elide, ya que se supone evidente que hay libertad para tener o no tener una vivienda 'digna y adecuada'. Mucho suponer, porque si no tengo dinero para pagar una vivienda, no puedo disfrutar de ese derecho, si no pago el alquiler o el crédito hipotecario, me voy a la calle, etc. Es decir, en muchos casos, no se puede ejercer la libertad de disfrutar, o no, de una vivienda. Algo que, en efecto, se da por hecho, al tratarse de un artículo 'social', y, por eso en el mismo párrafo se añade que los poderes públicos tomarán una serie de medidas para hacer efectivo el derecho. Que esas medidas sean inadecuadas o insuficientes salta a la vista, pero incluso los gobiernos más neoliberales aseguran esforzarse por conseguir que todo el mundo disponga de una casa donde vivir. Y, aunque casi siempre la realidad sea la contraria y dejen a más gente en la calle, lo que aquí importa es que los Estados se muestran siempre como involucrados en el objetivo, aceptan como obligación suya el cumplimiento del artículo 47.

El articulo 20 es puramente negativo. Se consagra la libertad de expresión, pero no, en los términos que arriba he definido, su ejercicio efectivo. Aquel que tenga los medios materiales para dirigirse al gran público, puede hacerlo sin cortapisas; quien no los tenga, no podrá hacerlo, y el Estado se desentiende de ello. Más allá de que nadie vaya a la cárcel por blasfemar o por decir en el bar que los del PPSOE se lo llevan crudo, la libertad de expresión es la libertad de los media, la libertad de prensa como se decía en otros tiempos. Y la libertad de los media es la libertad de los dueños de los media, 'la libertad del dueño de la imprenta' como dice Correa con gracejo ecuatoriano. Es aquí tan flagrante la contradicción entre libertad formal-negativa y real-positiva que, imagino que por esa 'hábil' estrategia de los franquistas reconvertidos de dejar alguna pullita progresista en la Constitución a modo de migajas para unas izquierdas que estaban tragando en todo lo importante, se añadió un punto, el 3, al artículo 20, que reza: “La ley regulará la organización y el control parlamentario de los medios de comunicación social dependientes del Estado o de cualquier ente público y garantizará el acceso a dichos medios de los grupos sociales y políticos significativos, respetando el pluralismo de la sociedad y de las diversas lenguas de España”. Lo cierto es que, a diferencia del artículo 47, donde al menos de boquilla, se ha tenido en cuenta esa positivación del derecho, en el 20 nadie nunca ha hecho el menor intento de llevarlo a cabo. Los medios públicos han ido desapareciendo, prácticamente sólo quedan RTVE, EFE y cadenas autonómicas, y siempre han constituido un instrumento de manipulación y propaganda del partido en el poder. 

En España, pues, la libertad de expresión se halla atrapada por un doble cepo: el monopolio de los grandes medios y las limitaciones, autoimpuestas o externas, de temáticas y contenidos. Los grandes media – El País, El Mundo, ABC, La Vanguardia, La Razón Atresmedia, Mediaset, y pocos más – , en rigor: sus propietarios, forman parte prominente del establishment español, son los principales sostenedores del consentimiento popular del Régimen del 78, los creadores y mantenedores de un discurso cada vez más resquebrajado y desprestigiado pero que sigue siendo para la mayoría de la población el único, y sin alternativa concebible. La estructura jerárquica cada vez más vertical de estos medios hace de los periodistas – personajes por lo general un tanto patéticos que viven, algunos muy bien, de los recuerdos de épocas, embellecidas y fantaseadas, dicho sea de paso, en que eran el contrapeso del Poder – simples amanuenses de los dictados de sus amos; les va en ello la manduca de sus churumbeles. Hace unas semanas asistimos al patético espectáculo de la redacción del País protestando por la indecencia de unos textos publicados en el diario en que se llamaba al linchamiento de Pedro Sanchez (que, por cierto, se consumó pocos días después); unos textos que habían escrito ellos mismos. Dos semanas más tarde escribirían artículos aun mas indecentes sobre los fascio-terroristas de la Autónoma.

Se puede aducir que no sólo existen estos grandes medios integrados en el poder oligárquico, que también existen otros de dimensiones más reducidas pero que aun cubren la definición de portadores de libertad de expresión tal como la definí arriba. Son publicaciones generalmente digitales que no están en el núcleo del sistema, como las grandes, y podrían representar una alternativa informativa e ideológica al mismo. Mi opinión es que esos medios, si es cierto que no forman parte del establishment, tampoco se ubican, culturalmente, extramuros del Régimen. Que vienen a ser lo mismo que supuso, malgré lui, IU, y antes el PCE, durante los últimos veinticinco años: un apéndice inofensivo y, además, legitimador por cuanto creaba la ilusión de que se toleraba la disensión radical, y que la utopía era posible simplemente votándoles. En teoría, estos 'medios intermedios', y me estoy refiriendo ya a los tomados por más o menos izquierdistas, más o menos independientes, por ejemplo: Publico, Eldiario.es, Infolibre y, en otro formato, Elconfidencial o Vox Populi, sí podrían poner a prueba los limites estatales de la libertad de expresión, lo que sería fastidioso para el Régimen porque tendría que recurrir a la represión directa y abierta. En la realidad, todas estas publicaciones surgen con la vocación de hacerse y mantener un nicho de mercado no muy lejano de los citados diarios en papel,y, si se presenta la oportunidad, dar el salto hacia arriba. Hay una fuerte competencia empresarial entre ellos y los costes de producción no son desdeñables. La mayor parte de ellos se editan en abierto, de modo que su fuente de financiación es básicamente la publicidad. Los anunciantes no son como en Diagonal, auténtica prensa independiente y crítica, correligionarios con algún negociete alternativo, son bancos, eléctricas, y similares, grandes y medianas empresas. Por ahí ya asoma la posibilidad de una censura económica de contenidos: las empresas no pagan a quienes pretenden quitarles el agua del que beben. Sin embargo, me interesa más, porque es menos obvio y más eficaz en el corto plazo, otro mecanismo de sujeción económica, el hecho de que los anunciantes se basan principalmente en los indices de uso de la publicación – audiencia, difusión, visitas, etc. – para contratar los anuncios y que esos mismo indices ponderan el precio por anunciarse, no cuesta lo mismo un anuncio de media página en El País que en Publico. 

Y es en relación con esta exigencia de lectores que entra en escena el 'achique de espacios' cultural que ha impuesto el Régimen del 78 a la sociedad española. Un equivalente de los límites penales que veíamos arriba con la diferencia de que quienes los traspasan no van a la cárcel; pero sí son castigados, en unos casos con la perdida de sus medios de subsistencia y con algún tipo de marginación social en otros. No se trata, desde luego, de que se halle acotado un campo discursivo en el que solamente sean posibles justificaciones y loas al estado de cosas vigente. La crítica también cabe, de hecho es necesaria para construir un imaginario hegemónico de libertad y democracia. Se permiten, y hasta se alientan, determinadas criticas en determinados sitios y en determinados momentos. El resto es silencio. 

Todo ello sin recurrir a la acción punitiva judicial policial, todo ello en el seno de la sociedad civil. Lo explicaré con un ejemplo, tomando como representante de ese sector medio en búsqueda y captura de lectores a El diario.es; lo que se diga de él vale para el resto. El diario.es se mueve en un espacio ideológico de izquierda, sabe que desde la derecha únicamente van a entrar veinte o treinta personas, en su mayoría para trolear. El target es la gente de izquierda. Pero no hay algo objetivable como 'gente de izquierda' porque no existe algo objetivable como 'izquierda'; hay una amplia variedad de izquierdas, cuyo único denominador común es que cada una de ellas esta compuesta por individuos que se consideran a sí mismo de izquierdas (aunque, con frecuencia, no a muchos de los otros sedicentes izquierdistas). Si fuera viable, Eldiario.es echaría sus redes para pescarlos a todos, desde psoeros a stalocomunistas. Pero no lo es, no se puede atraer a unos sin expulsar a otros; hay que seleccionar. El criterio utilizado,  creo que el idóneo para los fines buscados, es situarse por su derecha justamente al otro lado de la frontera que deja (o dejaba) El País. Y por la izquierda – lo que aquí nos interesa – ocupar hasta el limite de 'lo razonable', del sentido común. Lo que ésta más allá es ya muy minoritario, empeora el balance. 

La Cultura-Propaganda ha hecho de la disidencia 'radical', es decir de toda aquella que trasciende el umbral del sentido común impuesto una muestra de insania socialmente peligrosa, de tal modo que supone un paso que pocos están dispuestos a dar por mucho que su buen sentido intelectual y moral esté en condiciones de desmontar el sentido común en lo que es: un constructo esencialmente ideológico que presenta como natural cualquier aberració funcional al orden establecido. Y es que hay cosas que no se pueden decir en los bares, en el trabajo o en las comidas familiares sin que te cataloguen de terrorista o de lunático. Esto es, que ante las dos de las posibles respuestas comunicativas a tu mensaje, bien de reconocimiento, bien de rechazo-exclusión, la gran mayoría opte por la última. Quizá tu madre te disculpará, meneando la cabeza, con su infinito amor y comprensión, pero tus cuñados ya están haciendo planes para encarcelarte o incapacitarte y quedarse con tu parte de herencia. Y luego, la soledad. Si tu heterodoxia estaba ya codificada, es posible que encuentres una secta que te devuelva a la experiencia intraplacentaria, pero, como vayas por libre, para hablar con alguien  tendrás que comprarte un búho; éste, al menos, te mirará con atención y no saldrá volando hasta que anochezca.

Ignacio Escolar, seguimos con el ejemplo, es consciente de todo lo anterior, y por ello la optimización de la oferta informativa de El diario.es se concreta en una una información main stream para progres y unas opiniones críticas dentro del espacio 'permitido'. Esporádicamente, aparecerán artículos que rebasan ese espacio e incluso mantendrá algún colaborador 'antisistema' para rebañar algo de ese mundo exterior caótico poblado por réprobos y dementes, obligados a leer-escribir en publicaciones marginalizadas, asfixiadas económicamente y repudiadas por el buen gusto administrado. Publicaciones que sufren la arriba mencionada negación por partida doble de su derecho formal a la libertad de expresión. Por un lado, el de los poderes civiles, se las priva de toda posible financiación que no sea la de sus lectores, se las invisibiliza de múltiples maneras, por ejemplo, nunca son citadas en medios 'serios' o masivos (recuérdese el caso de Rebelión y la Wikipedia), se las anatemiza, etc.; por el otro lado, el del poder estatal, se les imponen de vez en cuando fuertes multas o se condena por vía penal a sus responsables, a modo de aviso a navegantes (internautas en este caso). 






Concluyo con los siguientes puntos a manera de resumen y posicionamiento. 

- Juan Luis Cebríán y Felipe Gonzalez pertenecen al reducido grupo de personas que gozan en España de libertad de expresión y que, directa o indirectamente, sostienen ese oligopolio.  Cebrían dirige tiránicamente las publicaciones escritas y audiovisuales del grupo PRISA que, aunque en clara decadencia, todavía es de los más importantes en difusión e influencia política y cultural del Estado. Gonzalez puede 'expresar' lo que quiera y cuando quiera en la plataforma PRISA y, a través de su íntimo amigo y aliado estratégico Cebrían, manipular e intoxicar cuanto desee en esa plataforma mediática.

- Uno de los escasísimos espacios en los que pueden expresarse públicamente con cierta libertad aquellos que no pertenecen a la oligarquía son la universidades, donde los estudiantes tienen la posibilidad, a veces teniendo que vencer la dificultades que les ponen las autoridades académicas, de organizar seminarios, congresos, conferencias y otros actos culturales sin atenerse a los guiones hegemóniamente predeterminados. En ese sentido, y con todas la limitaciones y salvedades, las universidades son un espacio de contrapoder cultural y debe ser protegido como tal de los intentos de asimilación por la cultura, en formas y contenidos, del Régimen. 

- Que unos señores que niegan sistemáticamente la difusión de unas ideas distintas a las suyas en los medios mayoritarios que controlan pretendan expresarse en lugares donde se intenta crear un modelo de libertad de expresión crítica y democrática, es decir, dando voz los que no tienen voz sistémicamente, es no ya una manifestación de prepotencia, se trata de una provocación perfectamente premeditada. Máxime cuando ellos sabían perfectamente la reacción que iban a suscitar. Tanto es así que se hace difícil no creer que la comparecencia de Cebrián y González tenía como finalidad consolidar la jugada que ambos en comandita acababan de promover y auspiciar: el golpe palaciego de los barones del PSOE para darle el gobierno a Rajoy y poner orden en el país. Demonizando a los estudiantes como 'violentos' y acusando a Podemos, sin prueba alguna y en contra de muchas evidencias, de estar detrás de la 'salvaje asonada' de los jóvenes encaretados se remarcaban las fronteras entre la civilización – PP, PSOE Ciudadanos – y la barbarie – Podemos y demás malas hierbas – que el golpe baronil iba a consolidar políticamente en las instituciones.

- La actuación de los manifestantes fue correcta hasta donde se les dejó. Exhibir públicamente su repulsa por la irrupción provocadora de dos personajes que representan lo peor de un Régimen corrupto hasta la médula, cuyo mayor activo fue salvar el culo y los negocios de los franquistas es, sencillamente, un imperativo ético. Es, además, un acto de uso de la libertad de expresión real, y, a la vez un desenmascaramiento implícito de su minnimización por el sistema. Los estudiantes no tienen El Pais para decir y argumentar su opinión sobre la concentración de la información o el terrorismo de Estado. Tampoco el ABC o El Mundo; allí se crítica a Cebrían y a González desde unos planteamientos en lo que auello que importa no es que sean de derechas, sino que se hallan dentro del campo cultural del Regimen. Así, el único recurso de los estudiantes es una forma precaria de mostrar sus ideas: con caretas, pancartas y consignas.  

- Un político manchado de sangre. Un periodista (?), de la tinta empleada en mentir, en destruir la poca conciencia crítica que se generó en los años 70s dando gatos autocomplacientes por liebres transformadoras, en poner el grupo de comunicación más influyente de los últimos cuarenta años al servicio de los propios intereses económicos. ¿Hay que escucharlos?, ¿es que no tienen bastantes con sus tribunas? Ya sabemos, porque por todas partes se nos obliga a oírlo, lo que cuentan. Y lo que cuentan apesta.
- Conseguidos sus objetivos, poner de manifiesto el carácter totalitario de Podemos, nuestros héroes salieron por piernas sin que exista constancia alguna de que no se les iba a dejar hablar. Ignoro por completo cual era la intención de los manifestantes en el caso de que Cebrián y González hubieran decidido entrar en el aula, algo perfectamente posible que no niegan ni esas crónicas que comparan lo que allí pasó con el 23F. Lo que creo que debieran haber hecho en tal caso es entrar en la sala y no permitirles a los próceres del trile enunciar la sarta de naderías y mixtificaciones que suelen, proponiéndoles un debate – que, por supuesto, no habría sido aceptado – sobre el siniestro papel que han jugado en la historia reciente de España. Libertad de expresión, pero esta vez sin que ellos marquen la temática y, sobre todo, sin el monopolio de la palabra; discutiendo de igual a igual. 

- En el caso de que mediante alguna treta no se hubiera permitido el acceso de los manifestantes a la sala de conferencias, la única actuación ética y política no claudicante habría sido boicotear el acto por la fuerza. Si vamos a una guerra de posiciones, como nos informan los gramscianos que aparecen ahora debajo de cada piedra, es preciso defender nuestros territorios en lo que tienen de nuestros. 









jueves, 13 de octubre de 2016



Las cuitas del PSOE. Es muy triste tener que pedir, pero más triste es dejar de robar. 

Algunas notas sobre el año
 que Pedro vivió peligrosamente.






Una breve cuestión de método antes de entrar en materia. Teniendo en cuenta que toda relación de poder es, por definición, vertical – la metáfora descriptiva es arriba-abajo –, los análisis históricos de los sistemas de poder deben desarrollarse en un sentido top-down: comenzar por la cumbre y examinar las muy diversas e intrincadas delegaciones hacia abajo. Y, aunque no trataré sobre ello en este texto, añadiré que los de la puesta en cuestión y resistencias a los poderes establecidos y sus tramas jerarquizadas habrían de seguir, a la inversa, un recorrido bottom-up, desde la carencia absoluta de poder factual a la emergencia de un contrapoder cada vez más eficiente que llega a ser poder alternativo y, finalmente, predominante.

Examinar la estructura política española, estatal y civil, como un complejo independiente o cerrado conduce a conclusiones generalmente erróneas. La cúpula de poder nacional tiene por encima a la del poder planetario y ha de someterse a él, no como una entidad externa, sino como integrante de una estructura. Podríamos imaginar, simplificando, una arquitectura de relaciones de poder dispuesta en capas jerárquicas. Cada capa dispondría de una autonomía restringida y, al tiempo, una subordinación a la superior. El estrato jerárquico superior, establece el espacio de asuntos sociales sobre los que el estrato inmediatamente inferior no tiene capacidad decisoria alguna, aquellos sobre los que tan sólo ha de seguir las instrucciones que aquel les dé. Del resto del espacio, en algunas cuestiones el poder inferior habrá de consultar al superior, o pedir su conformidad, y en otros será autónomo.

En la actualidad, la cúpula del poder mundial, el nivel superior planetario, se halla constituida por un complejo entramado de instituciones políticas, financieras e industriales que podemos llamar poder corporativo político-económico transnacional, poderes fácticos, o, como prefiero porque queda más intuitivo, aunque sea un barbarismo, establishment global. Su misión, en síntesis, consiste en establecer, controlar y supervisar los mecanismos de gobernanza de los distintos niveles – incluido el suyo mismo – de modo que sean funcionales al objetivo último de favorecer la acumulación y concentración del Capital. Por debajo de el estrato superior, se hallan los que podemos llamar establishment nacionales; aquí se encuentra el español, esa asimilación Estado-gran empresa cada vez más indistintos.

El establishment español, como todo poder de nivel inferior hay cosas que puede hacer y cosas que no. Puede, por ejemplo, tener como un componente fundamental de su funcionamiento la corrupción, en especial (pero no sólo) la que afecta a las instancias estatales: malversación de fondos, prevaricación, cohecho, malversación de fondos públicos, tráfico de influencias. Al fin y al cabo, por ahí van las tendencias en el capitalismo mundial, con un Estado refeudalizado que da a los ricos lo que roba a los pobres (la acumulación por desposesión a lo Harvey). La especial tosquedad con que nuestros políticos-empresarios – P - E - P' ..., la circulación simple de la golfería  ejercen estas actividades puede resultar fastidiosa y hasta repugnante a los refinados olfatos septentrionales, pero no va más allá de reforzar sus prejuicios sobre los latinos, esos especímenes más morunos que caucásicos fetén.

Lo que no puede hacer un gobierno español es perturbar los planes que la llamada Troika, elemento de la capa superior, tiene adjudicados a nuestro país en lo que se refiere a las llamadas políticas de austeridad, esos mecanismos infernales de transferencia de riqueza vía Estado desde los sectores medios y bajos de la población a las grandes instituciones del capital financiero europeo (entre las que sí se encuentran algunas españolas). La Troika necesita ya mismo un gobierno no interino para que aplique una serie de medidas muy duras de ajuste fiscal y presupuestario que se han venido dilatando a causa de un periodo electoral que amenaza con no tener fin. Aceptó, ante unas elecciones próximas, conceder un periodo de gracia al gobierno con el propósito de favorecer la reelección del PP, hizo la vista gorda con el déficit y  permitió a la banca relajar las restricciones crediticias para crear, junto con la correspondiente campaña de desinformación de los media, una sensación de mejora. Pero ese periodo de gracia ya esta más que consumido. Sencillamente, no puede haber más elecciones.

Otra de las cosas vedadas al Estado español por la superioridad es un gobierno que no sea de la máxima confianza, que tenga dficultades para cumplir las funciones de gobernanza arriba citadas sin sobresaltos ni grandes dificultades. El bipartidismo, el partido orgánico español, PPSOE, a la manera de Gramsci   por supuesto con la eventual inclusión de Ciudadanos  , es una solución óptima. Y, ¿qué pasa con Podemos? 

El problema con Podemos, creo, no es que la Troika y adláteres estén muy preocupados por su voluntad, y, menos aun, su potencialidad subversivas. Lo que probablemente ponen más en duda, y con razón, es su capacidad de gobierno, su estabilidad, la continua necesidad que tendrían, llegado el caso, de realizar gestos 
molestos (para la Troika), e incluso alguna actuación riesgosa (idem), para disimular las capitulaciones de la 'realpolitik' que se verían compelidos a seguir. Hoy por hoy, Podemos no ofrece una garantía suficiente de sostener una gubernamentalidad estable, y, por tanto, no puede gobernar; antes, tiene que ganarse esa confianza. Las reglas del juego.

Todo análisis de la situación político-institucional en la España actual ha de partir, pues, de estos prerrequisitos insoslayables: ni Podemos ni terceras elecciones. Y esto vale también para las tentaciones que le cosquillean al PP de ir a unos nuevos comicios en los que podría conseguir la mayoría absoluta con el apoyo de un Ciudadanos muy venido a menos. El PP habrá de ser disciplinado y asumir que gobernará los próximos años en minoría parlamentaria, bien que una minoría muy mayoritaria y presumiblemente suficiente, al tener enfrente a un grupo en abierta crisis, el PSOE, un grupo que no es improbable que lo esté, Podemos, y finalmente, a otros, los catalanes, que pueden llegar a ser expulsados o a abandonar el Congreso motu propio no muy avanzada la legislatura..

Ya se han gastado ríos de tinta acerca de la crisis del PSOE en relatos variados muchos de los cuales podrían servir de base para el reclamado spín off de Juego de Tronos. Creo que la clave de todas las torpezas, ambiciones desmedidas, cobardías, traiciones, maquinaciones al servicio de poderes ocultos y malignos, amores y odios, de los Díaz, Sánchez, González, Fernández, Pérez Rubalcábez y bonobos diversos, no reside en la lamentable humanidad de los citados, sino en el hecho de que el PSOE es un partido política, ideológica y orgánicamente muerto. 

Desde el punto de vista político-ideológico, el PSOE ha seguido una trayectoria similar al resto de partidos socialdemócratas europeo a partir de los años 70s del siglo pasado, cuando comenzó el fin de la ilusión de los partidos de la Internacional Socialista en la viabilidad de una estrategia generalizada de la 'vía sueca al socialismo'. En primer lugar, un tránsito al social-liberalismo y, posteriormente, con la 'tercera vía' de los Blair y los Schröder, a un liberalismo compasivo que entroncaba con el Partido Demócrata americano. Tan sólo la derechización de los partidos de derecha en su deriva hacia el autoritarismo y la recuperación de valores rancios ha posibilitado que todavía sean distinguibles, a veces con bastante dificultad, los partidos sedicentemente socialdemócratas de los derechistas de siempre.

El PSOE actual no tiene ciento cuarenta años de historia, tiene cuarenta y dos años. Se fundó en el congreso de Suresnes y se liberó de la ganga izquierdista dos años más tarde, cuando abandonó el marxismo, un gesto más catártico y simbólico que otra cosa porque el PSOE de Suresnes no nació como un partido marxista; ni socialista ni obrero. La etiqueta PSOE del viejo partido desvencijado y agonizante le invistió al nuevo partido una legitimidad histórica que utilizó con un oportunismo sin límites para fungir de izquierda del partido orgánico del Régimen monárquico postfranquista, el citado PPSOE. De hecho, el PSOE sostuvo en solitario el Regimen hasta que la derecha se recompuso con el PP de Fraga y Aznar. El PSOE vivió de eso y, ciertamente, vivió muy bien. La crisis del 2008 trajo al tío Paco con las rebajas. Los ocho – diez millones de votantes fijos del PSOE no se creían mucho eso de que era de izquierdas, pero mientras funcionara lo del 'dame pan y llámame tonto' la cosa iba bien. La ideología material suple ventajosamente a la ideología ideológica, como apunta lúcidamente Terry Eagleton. Pero si no hay pan, se acabaron las tomaduras de pelo. Cuando hubo que quitarles las longanizas a los perros, el Régimen entró en crisis de legitimación y el 15M anunció a los cuatro vientos la buena – mala para muchos – nueva. “No nos representan”, se gritaba. En realidad, desde una lógica mínimamente democrática, no nos habían representado nunca, pero la política del palo y la zanahoria habían conseguido que se mirase a otro lado sobre ese particular.

Los resultados de las elecciones de 2011 mostraron un sistema que se desangraba por la izquierda. Y, tras el batacazo electoral, el PSOE no sólo no remontaba sino que se iba hundiendo cada vez más. El surgimiento de Podemos no les facilitó las cosas – siempre hablando en el ámbito electoral-institucional, el único en que se ha movido el PSOE –. Era el momento de hacer un análisis político serio, sin autocomplacencias, de afrontar los nuevos tiempos y las nuevas realidades, de tomar medidas de regeneración interna y de reenganche con una sociedad civil cada vez más lejana. Y ahí fue donde se puso de manifiesto la esclerosis terminal de una organización cuyo objetivo principal era mantener las prebendas de una casta burocrática y enfangada por completo en el sistema basado en la corrupción que devino el Régimen del 78.


Aunque mi hipótesis es que, dadas las circunstancias, sí hicieron un análisis realista y lúcido, explícito o camuflado bajo discursos fútiles y engorrosos (ignoro el nivel de cinismo al que puede haber llegado la dirección del partido). La perspectiva inmediata de volver al gobierno era descartable. En medio de una crisis económica que no va a acabar nunca, en la que los gobiernos – quiéranlo o no, son órdenes de arriba – van a tener que incrementar los ataques contra el nivel de vida del 85-90% de la población (lo del 99% es una pasada) para salvaguardar las tasas de ganancia del resto, el PSOE no tiene nada que decir. O, con mas precisión, diga lo que diga, nadie le va a creer, después de la para algunos traición y para otros desenmascaramiento de Zapatero (y de los límites de la 'socialdemocracia' actual) el 10 de mayo del 2010. La idea era, entonces, replegarse a los territorios autonómicos y 'dejar' al PP que bregase con la crisis, a la espera de tiempos mejores. La estructuración del poder en el PSOE se descentralizaría, apoyándose básicamente en los barones autonómicos, los cuales formarían una malla de poderes asimétricos: los barones de las comunidades en que tienen el gobierno de la autonomía tendrán más peso en el aparato que los de aquellas otras comunidades en que ni lo tienen ni lo van a tener. Y entre los que son presidentes de su comunidad, serán tanto más poderosos cuanto más votos aporten y, esto es importante, cuanto mayor sea su control del partido y de la cautividad del voto popular (entiéndase: cuanto más extendido e intenso sea el clientelismo). Estamos, pues, hablando de un PSOE cuyo elemento preponderante es la aristocracia sociata andaluza con Díaz a la cabeza y González moviendo los hilos.

Esta estrategia dio lugar a la elección de Sánchez, un tipo sin ningún peso político en el partido y con un intelecto muy limitado, en lugar de Madina, un  joven pero ya experto político con prestigio interno y externo que estaba en condiciones de ofrecer un contrapeso central frente a los taifas territoriales y que, además, era del norte, de esas comunidades en las que el PSOE ni estaba ni se le esperaba (la excepción es Asturias, región subsidiada y clientelizada, donde el contubernio PSOE-PP ha sido escandaloso). Se suponía que Sánchez habría de estar agradecido a los grandes barones por haberle regalado un cargo que ni en sus más húmedos sueños había contemplado, lo que le haría especialmente dócil; ello, unido a sus pocas luces e incultura política, hacía prever que aceptaría un papel muy subalterno, casi de mera fachada. A continuación empieza la crónica psicologista, el sapo quiso convertirse en príncipe – percha poseía para ello –, se creyó lo de secretario general y quiso ejercer de tal. 

Imagino que las intenciones del establishment psoero era dejarle perder un par de elecciones y después cambiarlo (hay que mantener el paripé de que se aspira a gobernar). Pero los desastrosos resultados de las elecciones del 20D les complicaron el panorama a todos. Bajar, por bastante, de cien diputados era un varapalo que merecía un reacción drástica de cara a la galería. Y lo peor era que, descartada la derecha catalana por razones obvias,  PP y Ciudadanos no tenían apoyos suficientes para formar gobierno y dejar al PSOE en una cómoda posición opositora.







Entran entonces en acción dos designios. El primero, emanado del poder baronil, quitarse a Sánchez de en medio en el primer congreso que se celebre. El bello Pedro se rebela ante esta muerte anunciada y piensa, o le piensan, una audaz jugada: “Si soy presidente de gobierno, no me van a echar”. La jugada es extraña pero no disparatada. Partiendo del hecho cierto de que una gran parte del electorado que no ha votado al PP tiene por deseo prioritario que Rajoy no repita, el PSOE, cavila, puede hacer un pacto de gobierno con Ciudadanos y presionar a Podemos para que se abstenga con la amenaza de ponerlos en la picota por 'haberle dado el gobierno a Rajoy'. Los números no salían, pero aunque hubieran salido, la oferta era impresentable para Podemos: dejarlo totalmente marginado, con el PSOE-C's en el gobierno, haciendo una política descaradamente de derechas, y el PP en la oposición quitándoles el discurso populista. Todo para que no esté Rajoy y se reformulen un par de artículos de la ley mordaza y de la LOMCE. Iglesias respondió con una contraoferta muy mal planteada en las formas pero hábil en el contenido: un gobierno de coalición con el PSOE apoyado por el PNV y con la abstención de los catalanes. 

Ahí aparece el segundo designio, el ya citado de la Troika: Podemos, de momento, no puede estar en ningún gobierno. Y no hacia falta que lo dijera la Troika, ya el propio PPSOE lo tenía absolutamente descartado, porque habría supuesto un golpe de gracia al Régimen, meter un caballo de Troya en su núcleo operativo. La baronía dominante dejó hacer a Sánchez porque obligarlo a apoyar al PP, que es lo que ellos deseaban, habría sido, en esas circunstancias, demasiado descarado. Eran preferibles unas segundas elecciones en las que el peligro era el sorpasso de Podemos. Ante esa eventualidad, la siguiente jugada habría sido quitarle inmediatamente a Sanchez, montar una gestora de total confianza y negociar un gobierno de grosse koalition con el PP. 

No hubo sorpasso, y los relativamente buenos resultados en las elecciones le dieron aire a Sanchez, quien, ya semienloquecido, pretendió nuevamente formar gobierno, y, cuando constató que, si antes ya se había mostrado imposible tal empeño, ahora era imposible al cubo, se enrocó en un suicida e infantil 'no es no' a votar a Rajoy, enfrentándose así al establishment global, al estatal, al baronil y a tutti quanti. Lo que constituye para mí un enigma es lo que tenia Sánchez en la cabeza para elaborar una estrategia tan oceánicamente descabellada y cree que era viable.

Así que el PSOE real rebobinó e hizo, con la burda excusa de los malos resultados en las elecciones gallegas y vascas, lo que tenía pensado tras las generales del 26 y no llegó a hacer porque el partido había mantenido inopinadamente el tipo: defenestrar a Sánchez y nombrar una gestora ad hoc. Pero, tras el revuelo montado y el grotesco espectáculo que ofreció el Comité Federal, ya quedaba descartada la coalición con el PP; habría sido demasiado cante, incluso para el propio PP. Ya solo restaba la abstención; y en ello están.

Ahora hay que negociar esa abstención. En otras circunstancias, por ejemplo inmediatamente después del 26j, una excelente, y posible, alternativa a la coalición a la alemana era apoyar, absteniéndose, un gobierno del PP sin Rajoy. La política de ese gobierno sería exactamente igual a la de otro presidido por el crísostomo gallego, pero de cara a la opinión publica – en un país de muy poca reflexión y muchas filias y fobias – habría supuesto un puntazo para el PSOE. Sin embargo, tras el show de Ferraz, la relación de fuerzas se ha modificado de manera relevante. Ya, ni pensar en coalición, Rajoy 'si o si' y, ante todo, de ningún modo terceras elecciones. Rendición incondicional, o, mejor, con unas condiciones suaves que no le molestan al PP. Se trata a partir de ahora de reconstruir cuanto antes sea posible el bipartidismo, aceptando un predominio sine die del PP, e impedir que Podemos amplíe su espacio electoral. Es de esperar que después de que se consume la investidura de Rajoy, todas las fuerzas del Régimen, con los media a la cabeza, inicien una campaña de rehabilitación izquierdista del PSOE, complementada con un recrudecimiento de los ataques a Podemos por tierra, mar y aire. El PSOE será reconocido en todos los aspectos, lugares y tiempos como la oposición y sus portavoces radicalizaran el discurso antiPP sin que nadie con voz en los grandes medios les saque los colores.

Encuestas recientes, posteriores al Comité Federal del 1 de octubre indican que la caída en intención de voto del PSOE no es catastrófica – como sería previsible, mostrándose una vez más el nivel de conservadurismo de una población envejecida – , que ahora sacarían sobre setenta y cinco diputados y seguirían por encima de Podemos. Por otro lado, la escasa y deslabazada reacción crítica de la militancia psoera al golpe de palacio contra Sánchez indica la carencia de vitalidad y de fortaleza político-ideológica de los cuadros del partido; en una organización con un mínimo de energía interna y de compromiso con unas ideas, no con unas prebendas, se habría producido un desgarramiento, un debate interno feroz y, probablemente, una escisión. Aquí, los únicos que han dado la cara han sido el alcalde de Valladolid y el de una población cuya existencia ignoraba; no precisamente dos pesos pesados. Ni Sánchez ha tenido un adarme de dignidad, aunque fuere impostada. Ha cogido a su familia y se ha ido a Disneyworld-L.A. Todo un carácter. Y, en cualquier caso, ya ha advertido ese oscuro y sórdido personaje, Javier Fernandez, que la cultura del partido no es contar con las bases, que eso de las primarias y las consultas a la militancias es una podemización del partido que hay que arrancar de cuajo.

Lo que auguran, pues, estos datos, las encuestas, que, aunque no sean fiables, tampoco se van a equivocar en un ochenta por ciento, y la base militante vegetativa, es que los planes que se han descrito arriba tienen muchas posibilidades de éxito, que el bipartidismo se remendará de algún modo – ahí tenemos a la costurera Díaz –. Esta vez con el forúnculo de Podemos (IU no llegó ni a espinilla). Un forúnculo que puede infectarse, extenderse y acabar con el tinglado de la antigua farsa o incorporarse plácidamente a ella. Veremos.


A modo de post scriptum, estos días se multiplican las declaraciones de algunos barones de segunda fila, y algunos de primera como el valenciano Puig, acerca de que su apoyo a la liquidación de la ejecutiva de Sánchez no implicaba la abstención. Este tipo de planteamientos, mendaces en sí, iluminan el grado de desarrollo de las tendencias centrífugas en el PSOE arriba apuntadas. Parece un sálvese quien pueda cuyo único objetivo es salvar la cara ante el electorado del propio territorio, olvidando la responsabilidad política de un gran partido de alcance estatal, una de las dos patas del Régimen. Lo principal es ya conservar el feudo aunque ello implique una vuelta de tuerca en el desmontaje del PSOE. Supongo que este simulacro de firmeza ante el PP durará hasta el próximo Comité Federal en el que habrá de adoptarse una posición sobre la investidura. Porque, si no es así, si los notables que, dicen ahora, van a votar 'no', lo cumplen, las cuentas apenas salen. El caso más probable, que se dé un masivo 'donde dije 'digo' (no), digo 'Diego' (abstención)”, significará un paso más hacia el descrédito más absoluto del partido. Si, impensable pero no inconcebiblemente, hubiera mayoría del no al PP, no se me ocurre otra posibilidad que la ruptura y disgregación del PSOE.





jueves, 22 de septiembre de 2016




En la tertulia de ayer, por mi falta de pericia expositiva y el ambiente dinámico y chispeante propio de una reunión de amigos, no conseguí explicar bien mi postura sobre el muy relevante tema propuesto por Perico. Brevísimamente, el egoísmo individual está en la base de la economía mercantil capitalista. Ese egoísmo se moduló y moderó en los países en los que nació y desarrolló el capitalismo, Europa centro-occidental, nórdica y anglosajona (incluyendo USA, con bastantes peculiaridades) gracias a la existencia de una moral social que procedía de la tradición protestante, sobre todo de la rama calvinista, propuegnadora de una férrea responsabilidad ética del individuo ante sus actos. Weber lo explica bien, aunque yo creo que más que el papel de impulsor del capitalismo, que propone Weber, la ética protestante jugó un papel principal de embridador, de integrador social, de un sistema que tiende a un caos chungo. La visión del mundo católica – u ortodoxa, muy parecida en esto a la papista – de los países del sur de Europa era, en cambio, disfuncional a este proceso. La España del XVI-XVII, que recogía el oro y la plata de América y la enviaba a los Países Bajos, Alemania o el norte de Italia para permitirles su acumulación originaria de capital, venía a ser ese patio de Monipodio que Cervantes insinuaba como metáfora de Castilla. Aquí la idea no era montar empresas, sino hacer negocios. Robar a los panolis, eso sí con mucha dignidad, poniendo, antes, después y si te pillan, la misma cara de español honorable que Rita Barberá o Rodrigo Rato.

Con frecuencia se dice que el gran drama de este país en que nunca se hizo una revolución liberal-burguesa, y es cierto. En lo que suele entrarse menos es en explicar por qué no tuvo lugar; algunos lo toman como una 'desgracia', algo así como si te atropella un tren. Lo cierto es que esta sociedad no daba para más. Y sigue sin dar, con el único rayo de esperanza que fue la II República y que, precisamente por ello, a la España eterna no le bastó acabar con ella: había que desintegrarla.

Hay otro proceso más moderno que se suma este y que procede del extranjero. Es la entrada del capitalismo en la fase neoliberal, cuyo principal efecto en el ámbito sociocultural ha sido extender, en lugar de la ética protestante al espíritu del capitalismo, el espíritu del capitalismo a la ética protestante (y a todas las demás). Ello ha dado lugar – hablo en líneas muy generales, las cosas son más complejas – al surgimiento de una casta que se ha aliado, de igual a igual cuando no de un modo predominante, a la clase burguesa de toda la vida: las élites que dirigen la gobernanza corporativa, ese conglomerado político-empresarial en que lo económico es hegemónico hasta el punto de que los Estados tienden a gestionarse como empresas. Es aquí donde ya encontramos el egoísmo en estado puro, no el que antepone sus intereses particulares a los de los demás o a los de la colectividad, sino el que sólo conoce sus propios intereses; creo que es la figura del psicópata, que me corrija Víctor. La sociedad capitalista mundial tiende a estar gobernada por psicópatas que manejan las instituciones económicas y políticas ya no cómo empresarios clásicos tipo Ford o Krupp, las manejan, citando a Marx, como mera personificación del capital. Pues en España, lo mismo y con caspa, mucha caspa, mucha ignorancia, mucho talante señorial de ese antiguo régimen que nunca se ha superado del todo en este puto país.

martes, 20 de septiembre de 2016








4. Burkini y feminismo. Te ordeno que me desobedezcas.
En este post me centraré no ya en cómo se piensa que debe actuar el Estado ante el problema de la forma de vestir de muchas mujeres musulmanas, sino en la propia caracterización teórica del problema en el campo feminista, de la cual emanan, entre otras cosas, esas demandas de actuación a los poderes públicos. Se trataría de analizar que concepciones hay detrás de las dos posiciones que aquí han personificado Vasallo y Lucas, unas concepciones ya bastante abstractas y que surgen a su vez, de visiones antropológicas más que distintas, opuestas. Al fin y al cabo, el feminismo, o para ser más precisos, los feminismos, las diversas corrientes del feminismo, son descansan sobre, son ideologemas. Aclaro, que en mi uso 'ideología' tiene un sentido valorativamente neutro, en absoluto el significado cientifista de 'falsa conciencia'; una ideología es, sin más, un conjunto de ideas con un mínimo de coherencia que explican las relaciones sociales, el mundo y la vida. Y como toda explicación de lo social legitima unas cosas y execra otras. 

¿Qué hay de común en ese multiverso ideológico que es el feminismo? Noelia Adanez, en un artículo de Publico.es del 31 de agosto, cita a Gayatri Spivak, quien señala con una superlativa capacidad de ir al grano que "el feminismo se interroga, en todos los casos, por las diversas maneras en las que la humanidad ha sido poco amable con las mujeres". Ninguna corriente del feminismo se opondrá a esta definición ultracomprimida. Pero, ciertamente, nos conduce a una serie de nuevas preguntas: ¿Por qué, cuándo y cómo se es poco amable con las mujeres?, ¿quien lo decide?, ¿las mismas mujeres que reciben el trato u otras mujeres que establecen unos valores para todas? 

Lenin decía que la clase obrera era espontáneamente tradeunionista (reformista, se traduciría después) y que la conciencia que haría posible una revolución proletaria socialista habría de serle incrustada desde afuera. En el feminismo y, en general, en cualquier realización de pensamiento-acción emancipadores, aparece este problema modo recurrente. Las feministas, les guste o no, son la vanguardia del movimiento de las mujeres, un movimiento que empieza con ellas y que debería extenderse, como efecto de su actividad militante, a todas o a la mayor parte de las mujeres hasta lograr esa fusión vanguardia-masas cuya fuerza relativa permite llevar a cabo los cambio sociales deseados. Las feministas militantes son, pues, la vanguardia de la lucha actual y de las luchas futuras de las mujeres para que la humanidad sea 'amable con ellas'. De más está, o debería estar, precisar que aquí la humanidad es la organización social, no los hombres. No se trata de que los hombres sean más amables, sino de construir una sociedad en la que, entre otras a-cracias, no tenga cabida la estructura patriarcal y donde la mayor o menor 'amabilidad' de los hombres con las mujeres carezca de sentido, sea algo anacrónico.

Además del Estado, las feministas han de pensar su relación con el grupo de población a liberar, las mujeres, que es donde se halla la fuerza material para el combate. Es decir deben cuestionarse en qué consiste eso de ser vanguardia, si hay varias formas de serlo y, en su caso, optar por una de ellas. Las relaciones entre las vanguardias y las bases es uno de los componentes más relevantes de toda acción política iniciada desde la sociedad civil; la enjundia teórica de su análisis está lejos de la extensión y pretensión de este texto, de modo que me ceñiré al caso concreto del conflicto de la vestimenta musulmana, que, por otra parte, ejemplifica las dos opciones primarias de todas las vanguardias: bien superponerse a la base y dirigirlas, o bien crear las condiciones para una toma de conciencia de esa base, lo que implica su autoorganización para la lucha. Esta última es la que defiendo yo … y casi todo el mundo. Muy pocas militantes feministas, si alguna, declararán que a las mujeres 'no concienciadas' hay que indicarles lo que tienen qué pensar y cómo deben actuar, siempre siguiendo fielmente sus consignas y sus planes de acción. Esos planteamientos tan crudos se dieron en el movimiento obrero durante las épocas del culto a la personalidad y de la deificación del Partido. Por fortuna, las organizaciones feministas de la segunda ola, las que lanzaron el feminismo actual, aparecieron en tiempos de desestalinización. De palabra todos – o casi todos, Falcón, no – nos apuntamos a la posición chachi de la autonomía personal, de la organización democrática a todos los niveles, de antidogmatismo, etc.

Y, en general, hasta donde yo sé, esto funciona así en el feminismo occidental. Hay lideresas, hay rigideces, hay sectarismos y doctrinarismos, pero nada muy grave. El movimiento feminista occidental es básicamente abierto, democrático y plural. Donde se revela esa segunda forma de ser vanguardia que tiende al dirigismo y al tutelaje es cuando el feminismo occidental se enfrenta a la situación de las mujeres no occidentales, en concreto, hacia aquellas con las que comparte territorio, con las inmigrantes provenientes de zonas con culturas distintas. Ello se ha puesto de manifiesto con la polémica, no sólo en el campo teórico, en torno a algunas prendas femeninas musulmanas. Recordemos muy brevemente posts anteriores. Veíamos allí que, al menos formalmente, un Estado de derecho liberal reconoce una serie de libertades individuales, bajo la forma de derechos protegibles. Veíamos también que para poder actuar contra la vulneración de esos derechos la mayoría de las veces es preciso que la víctima lo denuncie, incluyendo la identificación del transgresor, y que, de hecho, muy pocas mujeres musulmana denuncian haber sido coaccionadas para llevar por las calles velos o burkas; que, por el contrario, se sienten atacadas en su libertad cuando se les multa por llevar burkini y se les impone la alternativa de quitárselo o abandonar la playa. Se trata de examinar cómo se enfrentan las feministas a un estado de conciencia subjetivo que choca con unas concepciones que ellas (y con buena parte de razón) no pueden dejar de considerar 'objetivas', adecuadas a los hechos reales.

El hecho real, nos dicen abiertamente las feministas a lo Lucas (quizá este siendo injusto con ella, estereotipándola en exceso, me excuso por ello; lo que pretendo es analizar ideas, no hacer un trabajo filológico), es que portar velos, burkas y burkinis constituye una manifestación del sexismo de esas culturas y que la libertad de decisión que aduce quien las lleva es ficiticia, que, aun admitiendo que esa mujer esté siendo absolutamente sincera en su declaración, se cree libre y, en realidad, no lo es; se autoengaña. El engaño, auto o hetero, implica una doble ignorancia: no conocer lo que es verdadero, y conocer lo que es falso tomándolo por verdadero. En todo caso, siempre está antes la verdad, sólo sabiendo lo que es verdadero puedo tachar algo de falso y no engañar. ¿Cual es el discurso 'verdadero' de la feminista occidental ante la práctica de la mujer musulmana y su pretensión de libertad?: “las mujeres de los países o comunidades islámicas han sido férrea y represivamente educadas en el seno familiar o en las mezquitas para que acepten conjunto de normas machistas porque proceden de la divinidad y, en consecuencia, son buenas en sí y beneficiosas a corto y a largo plazo; no se las ha posibilitado contrastar su fe con las demás religiones o ideologías, que ya de antemano, y sin describirlas o describiéndola falsamente, aseguraban que eran erróneas y malvadas. Todo es es una gran manipulación, porque todo emana de mentiras”. Éste es el mensaje; lo que queda ya es pedagogía, cómo contarles todo esto a las mujeres musulmanas para convencerlas, para 'desengañarlas'.

Utilicemos las palabra que utilicemos, por mucho que le pongamos una música de fondo sinuosamente chill out y una voz de terciopelo, se les está diciendo, en plata, que su cosmovisión, todo aquello que respalda sus formas de vida y su sentido común es radicalmente falso; falso y malvado, puesto que su objetivo es oprimirla y someterla al macho islámico. Por muchas vueltas y muchos artificios retóricos que usemos, es el mensaje del hombre blanco a esos ajenos seres antropomorfos 'mitad demonios, mitad niños'. Entramos en su cultura como un elefante en una cacharrería, por un agujero, tamaño elefante, abierto por nuestros ejércitos y apuntalado por nuestros comerciantes. El eurocentrismo y el colonialismo cultural están, apenas ocultos, detrás de esta corriente de feminismo que 'llama a las cosas por su nombre' y que,si no llega a reclamarlo, se muestra muy comprensiva hacia la imposición de los valores de occidente vía penal.

Cuando a un feminismo de este jaez se le hace notar que, a la idea de que las mujeres musulmanas están manipuladas y esclavizadas por su formación, esto es, por su cultura propia, muchas mujeres musulmanas redargüirían que las mujeres occidentales, incluidas la feministas, están igualmente sometidas a sus valores culturales y que no son más libres que ellas, que tan sólo se pretende imponerles unos criterios de libertad ¡a la fuerza!, esto es: restringiendo su libertad. Entonces es cuando las feministas que conocen la Verdad echan mano de lo mas granado de la artillería dialéctica  del etnocentrismo occidentalista contra este razonamiento montaigniano: "tú, es que eres un relativista". Relativismo la palabra anatema para los Papas y los marxista-leninistas. Y para Lucas (y los señores de Sinpermiso), que lo menciona repetidamente a lo largo de su entrevista, como un artefacto teórico derechista tan evidente que no merece molestarse en justificarlo. El relativismo cultural es un asunto de calado tal – epistemológica y, más allá, ontológicamente – que queda a años luz de lo que es razonable tratar en este post, por lo que me limitaré a apuntar que es un término suele utilizarse mal, generalmente como muñeco de paja para polemizar falazmente con las posiciones pluralistas antimonistas y antiabolutistas. 

Para ilustrar esta temática me valdré de una comparación con otra cuestión explosiva del feminismo, la prostitución, la controversia entre abolicionistas y regulacionistas. Hay una analogía indiscutible de (muchas) prostitutas con (muchas) musulmanas en el hecho de que ambas afirman ser libres en sus actividades retribuidas y en sus hábitos indumentarios, respectivamente. Antes de continuar aclaro que me refiero, por supuesto, a aquellas mujeres adultas que se consideran libres; a una mujer que denuncia coacciones – o éstas son manifiestas – para ejercer la prostitución o para llevar tal o cual prenda de vestir se la debe proteger desde el Estado y desde la Sociedad Civil. La siguiente similitud reside en la reacción del feminismo dogmático ante unas y otras: "os autoengañáis, habéis perdido el juicio (o aun no lo habéis adquirido)". Se trata, pues, de negar a esas mujeres su capacidad mental y su autonomía ciudadana. Y, nueva aclaración, con esto no me posiciono contra el abolicionismo en general. Yo soy regulacionista, pero me parece totalmente legítima la posición abolicionista que basa su propuesta de prohibición legal de la prostitución en que ésta es un mal social en sí mismo, con independencia de las circunstancias concretas en que tiene lugar, y que, en consecuencia, no debe ser permitido. Creo que esa lógica se nutre de principios muy peligrosos, pero la respeto. Lo que no respeto es la hipocresía de quienes postulan acabar con la prostitución por el bien de las prostitutas, aunque ellas no quieran; ese paternalismo que esta convencido de su Verdad (patriarcal), de que cuando ellas (las putas, las musulmanas  o los niños) se hagan mayores ya se darán cuenta de lo equivocadas que estaban y la razón que alumbraba a sus autodesignados salvadores.




El objetivo de sacar a escena la prostitución no es sólo para señalar su analogía con el uso de atavíos islámicos, sino también, y principalmente,  para iluminar la diferencia sutil pero muy relevante en el interior de esa semejanza. Recurriré a un buen apoyo, Emmanuel Kant. Cuando el rutinario de Königsberg define la Ilustración como la salida del humano de su minoría de edad, estaba acusando a los poderes menos reaccionarios de su tiempo, a eso que se llamó 'despotismo ilustrado', de considerar al pueblo como aquí a las musulmanas veladas y a las putas irrespetuosas: como niños que tienen que ser dirigidos mediante engaños o fuerza por aquellos que saben lo que realmente les conviene, aunque ellos, ignorantes, protesten. Sin embargo, hay en ese postulación de Kant una diferencia esencial con las musulmanas que no se da con las prostitutas. El filósofo  habla desde su cultura, desde la crítica de su cultura, y llama a las personas valiosas a salir del oscurantismo dominante, a 'atreverse' a pensar por su cuenta. Es decir a reconocer sus cadenas y luchar por romperlas. Desde dentro de su cultura, como ha hecho él y han hecho otros tantos contemporáneos que osan pensar autónomamente, y escriben contra el Antiguo Régimen, y hacen revoluciones. Se trata de una vanguardia que surge de la base y se dirige a esa misma base. Haciendo abstracción de las diferencias socioculturales, cada súbdito de las monarquías absolutas puede liberarse de su opresión (al menos, y como primer paso, mentalmente) porque la vive en sus carnes, porque la piensa con un lenguaje que le vale para impugnarla. Los ciudadanos parisienses podrían, muchos de ellos, horrorizarse o escandalizarse con las arengas de Danton, pero todos las entendían. Las prostitutas actuales entienden a la perfección los argumentos de sus redentoras – y redentores, en este asunto el purplewashing de Vasallo funciona a tope – prohibicionistas, y precisamente por ello, los rechazan, y lo hacen con lúcida contundencia. Son mayores de edad y la liberación de las cadenas que les quienes imponer saben, o intuyen, que en realidad procede de las cadenas forjadas por la mente de sus 'liberadores'.

¿Sucede tal cosa con las musulmanas? No. Las musulmanas que viven en un país y en una cultura extraños, y con frecuencia hostiles, sólo perciben que se las insulta por las calles por llevar burka o, incluso, hiyab, que se las mira con irritación y desprecio, que se las multa y expulsa de las playas, que se las ofende cuando unas chicas muy leídas y unos tertulianos omniscientes les revelan que todo en lo que ellas creen es falso e intentan explicárselo con unos argumentos para ellas lunáticos, con un lenguaje semánticamente abstruso. Da igual, la vanguardia feminista occidental vela – ¡anda!, de aquí sacaría Albert Rivera un juego de palabras: vela-velo, como madura-Maduro; es que lo pongo a huevo – por sus intereses objetivos 'en tanto que mujeres'. Que para ello tengan que dejar a un lado sus intereses subjetivos y sus intereses objetivos, en tanto que son otras cosas además de ser mujeres, son daños colaterales.

Las feministas de la corriente laicista-identitaria – las partidarias del Estado laicista – les piden a las mujeres musulmanas que se sometan a sus designios, que confíen en ellas del mismo modo que confían en el Profeta, es decir: ciegamente. A lo mejor lo que les cuentan les suena a chino a tan desconcienciados seres; ya aprenderán cuando asimilen los códigos occidentales, entonces se darán cuenta de que habían sido, como insinúa Lucas, un banderín de enganche y un icono del terrorismo yihadista islámico. Se les demanda, pues, una actitud subalterna respecto al feminismo hasta que estén en condiciones de integrarse en él; todo ello, claro, desde la consideración de que no hay más feminismo que el occidental. A partir de  esa negación de su autonomía, poca vanguardia y poca autoorganización puede esperarse que salga de las mujeres musulmanas. Afortunadamente, éstas no hacen caso alguno de ese tipo de feminismo tuitivo que les impone dejar el noventa por ciento de su cultura para poder emanciparse de la opresión machista. A pesar de los pesares y del fuego amigo, están surgiendo grupos feministas – vanguardias – más o menos independientes de los feminismos anteriores (prácticamente todos occidentales), formados por mujeres de otras tradiciones culturales; también musulmanas. Así, el grupo Red Musulmanas de feminismo islámico, del que forma parte Brigitte Vasallo.

Aceptando todo lo anterior, y mi cercanía a las opiniones que expresa Vasallo en la entrevista (y en otros artículos suyos que he leído), no dejan de chirriarme algunas afirmaciones que allí hace, y aun la misma locución 'feminismo islámico'. A lo largo de estos posts he hablado de mujeres musulmanas habiendo efectuado una depuración previa; casi todo lo que que aseverado de ellas se refería en realidad a un subconjunto de las mujeres de religión islámica residentes en Europa, aquellas más conservadoras, más ligadas a costumbres tradicionales, que siguen las normas sexistas sin vacilaciones como algo natural y, aunque suene siniestro, gozoso. Pero si contemplamos la población total, sería impropio hasta el nombre, porque hay muchas inmigrantes originarias de países mahometanos que han abandonado la práctica de su religión y de gran parte de sus hábitos étnicos; de hecho, la mayoría se ha occidentalizado en mayor o menor grado. Todas las sociedades y todas las culturas tienen una dinámica internas, todas evolucionan, y las culturas incrustadas dentro de otras culturas hegemónicas – caso de la islámica dentro de la cristiano-capitalista – lo hacen más rápidamente y adquieren numerosos elementos de la cultura dominante. Como siempre, cada proceso histórico es particular y hay casos en que la integración de la cultura subalterna en la hegemónica acaba con la disolución de la primera y otros en que la cultura subalterna se aísla, más habitualmente, es aislada, y se convierte en un bunker cerrado y detenido en el tiempo. Lo que se conoce por guetización. En nuestro caso, la situación global de ese cajón de sastre que llamamos comunidad musulmana europea es propicia para que muchas mujeres pertenecientes a ella tomen conciencia de su situación subordinada respecto a los hombres y den el paso adelante que lleva a la acción feminista, y uno de los factores principales que la hacen propicia es el contacto y la colaboración con las feministas europeas de origen. Gran parte del largo camino de reflexión y de experiencias que éstas han recorrido les ahorra tiempo y esfuerzo a las musulmanas.

Por ello, frente a un 'feminismo islámico' defiendo un feminismo único, sin adjetivos, que actúa en una multiplicidad de ámbitos socioculturales y que, en cada ámbito, surge por la toma de conciencia de una serie de mujeres que viven y sufren su problemática específica – el modo en que se es 'poco amable con ellas ' –; una vanguardia que pondrá en marcha un proceso en el que colaborará con las feministas del resto de ámbitos, siempre en un plano de igualdad y con una autonomía plena, hasta conseguir el gran objetivo: la libertad formal y real, las libertades positivas y negativas, para todas las mujeres. Hay una respuesta muy interesante de Vasallo en relación a esto. Cuando la preguntan: “¿Hay algún ejemplo de organización o empoderamiento protagonizado por mujeres musulmanas que considere referente?”, contesta: “Todas las luchas por el derecho a llevar el velo y el velo integral en Europa me parecen un ejemplo de los procesos emancipatorios propios de las mujeres musulmanas. El mensaje que trasmiten: 'Decís que estoy sumisa a Dios por llevar velo y que queréis que me lo quite para estar sumisa al Estado', me parece una reivindicación muy interesante sobre qué patrones queremos tener y qué patrones nos imponen. A mi esa me parece una reivindicación muy clara, que las mujeres musulmanas no necesitan que les digamos nada, sino que nos dejemos acompañar por ellas y nos acompañemos entre todas.”

Estoy de acuerdo con todo lo que dice Vasallo, más aún me parece brillante. No obstante, constato un serio peligro en lo que no dice; creo que deja abierta la posibilidad de una inferencia errónea de sus palabras. No he leído a Vasallo lo bastante para saber si ella mantiene tales posiciones o no, por lo que mis apreciaciones no van dirigidas a ella, sino al contenido, a lo que podría ser colegido de esta respuesta. Coincido en que el feminismo, en el ámbito islámico, debe defender el derecho a llevar el velo y el burka y que su interdicción es una agresión sexista por parte de los Estados y sus hooligans islamófobos; es decir, opino que en muchos casos la reivindicación activa del velo es un acto feminista. Pero no hay que entusiasmarse tanto, conviene moverse con rigor intelectual entre la ingenuidad y el cinismo. Las feministas, sea cual sea su entorno cultural, deben tener claro que la mayor parte de las mujeres que llevan estas vestimentas, especialmente el velo integral se mueven en un medio brutalmente patriarcal, que no son libres en absoluto, porque la libertad es siempre de hacer y de no hacer. De acuerdo, llevan el burka porque quieren, pero ¿y si no quisieran? No son libres para no llevarlo; luego, no son libres. También saben que el ocultar el pelo, el rostro, la figura, está en relación con una concepción aberrante de la sexualidad, ni siquiera femenina, masculina. Es el deseo masculino el que se busca disciplinar obligando a la mujer, reducida a un mero objeto de deseo, a ocultarse. Aquí no caben relativismos para una feminista. Las musulmanas pueden tener que darse cuenta de sí mismas en el proceso de reconocimiento crítico de su cultura, pueden no hacer mucho caso a sus listillas colegas occidentales, pero no pueden llegar a la conclusión de que hay que mantener la imposición de la vestimenta y la subordinación absoluta de su sexualidad a la del macho. Voy a ir más lejos: no puede haber un feminismo islámico porque todas las religiones del Libro son repugnantemente sexistas y misóginas. A la larga, las feministas musulmanas o se hacen infieles o se inventan una secta mahometana femenina que interprete las suras del Corán de modo que donde dice literalmente 'si' hay que entender 'no' y viceversa. La lucha por llevar el velo o el burkini es una reivindicación legítima del derecho a que se respete su cultura en un territorio hostil repleto de eurocentristas y xenófobos, incluso es una reivindicación de su autonomía frente a salvadores paternalistas; en ese sentido, esa lucha puede ser feminista de un modo coyuntural y táctico, pero no estratégicamente. El enemigo estratégico de las mujeres musulmanas no es la cultura occidental, es el patriarcado islámico. Cuando se lucha por la libertad de llevar un pañuelo o un saco que apenas deja al descubierto los ojos, el adversario es el Estado laicista francés o el Estado criptocatolicista español y sus leyes. Cuando se lucha por la libertad de no llevar el hiyab o el burka, el rival es el patriarcado islámico representado por un marido que en la impunidad del hogar machaca a golpes a la pecadora.

Efectivamente: “Desde los feminismos blancos no podemos seguir desoyendo las críticas que nos hacen los feminismos decoloniales, postcoloniales, negros, chicanos, islámicos, gitanos y etc… por nuestra política de imposición de valores propios como si fueran universales.” (Vasallo, “Burkas en el ojo ajeno: el feminismo como exclusión”. Pikara magacine, 04-12-2014). Es inaceptable un feminismo al que se pueda replicar “Decís que estoy sumisa a Dios por llevar velo y que queréis que me lo quite para estar sumisa al Estado”; creo que las posiciones de Lucas van en ese sentido. Pero no menos inaceptable sería un feminismo, ahora sí: relativista cultural y adorador de la diferencia, que promulgara la sumisión a un dios cualquiera trasunto del poder del macho armado. Me consta que Vasallo no está en eso, pero creo que no se puede dar nada por sentado y menos en una sociedad en que los media son especialistas en la manipulación de las palabras y de los silencios; es preciso ser explícitos. Aunque, de todos modos, te tergiversarán si interesa, al menos no les facilites la labor. Por ejemplo, posicionarse con claridad frente a la islamofobia no debe impedir conocer y combatir la manipulación por el fundamentalismo islamista, al que el adjetivo 'machista' le queda extremadamente corto, de la resistencia de las mujeres musulmanes a tirar su cultura a la basura a que les insta el laicismo identitario.



A modo de guinda de estos posts, una cita que sintetiza con una fantástica concisión la entera problemática de los velos. Procede de un comentario al artículo de Vasallo enviado por un troll. ¿Por quien, si no? Los trolls, esos máximos exponentes del discurso postpostmoderno de nuestro días. Ellos marcan el camino. “Está muy bien defender el derecho de las musulmanas a llevar la vestimenta que decretó en el Corán aquel esclavista genocida y pederasta llamado Mahoma, pero ¿Qué hay del derecho de las niñas y niños pequeños a que sus cerebros no sean lavados con las mentiras del Islam?” Niquelado; si acaso, se echa en falta una mención a 'los follacabras'.

It's all, folk.                                           
                                                                                                                                                                    


         Si es que van como van y luego pasa lo que pasa


Una lectora de este post ha enviado una serie de objeciones que me resultan interesantes porque ponen de relieve la oscuridad del algunos planteamientos que propongo, la evidencia de que tengo que explicar mejor las cosas si no quiero ser malentendido (y prefiero no serlo). Pongo a continuación esas observaciones y, más abajo, mis comentarios.


Quería comentar que este texto me ha parecido un poco fuerte en el sentido de que critica el "feminismo islámico" y antes que nada de inexistente, pues a favor de una religión de por sí sexista no puede haber feminismos... bueno, yo estoy de acuerdo en que la religión puede ser vista como sexista (a mí todas las religiones me lo parecen, y la católica la primera porque es la que he podido sufrir más de cerca), pero no olvidemos que ese punto de vista también viene dado desde una posición occidental-europeizada-española que no podemos ignorar, es decir, que en el punto de vista de Ruiz García (aunque me ha parecido muy original y me gusta su estilo de expresión), creo que no hay un mínimo intento de utilizar el relativismo cultural como herramienta etnográfica para poder comprender y posicionarse en "las otras", siendo "las otras" esas mujeres islámicas que luchan por lo que consideran justo y necesario para ellas, por lo que les nace, y que se consideran de esta forma a sí mismas "feministas". Yo creo que sí puede haber varias interpretaciones de "feminismo", a diferencia de este autor que defiende un "feminismo único" con diferentes variantes... pero si ellas, desde su bagaje cultural y religioso, se consideran mujeres luchadoras (sin duda lo serán) y feministas, ¿por qué vamos a negarles este calificativo? eso sí que me parece patriarcalista, mucho más que "obedecer a desobedecer", que es otra de las cosas que critica el autor en mujeres musulmanas con un punto de vista poco crítico...


En efecto, critico la expresión ‘feminismo islámico’ al igual que lo haría con ‘feminismo cristiano’, lo que no significa que no crea que haya feministas cristianas o feministas musulmanas, bien que, en mi opinión, siempre habrá en ellas elementos contradictorios. Para centrarnos en un entorno cultural amplio, las religiones del Libro son, las tres, ideológicamente patriarcales, esto es, machistas. Literalmente, desde la primera página. Aquí no cabe mucho relativismo cultural porque, como digo, nos movemos en un universo de sentido bastante homogéneo. Sin embargo, y más en general, precisamente porque me preocupa incurrir en eurocentrismos, apunté una definición de feminismo, de Spivak, la conocida pensadora india, gurú de los estudios postcoloniales, que me pareció, en su sencillez, universalizable para cualquier tiempo y lugar: la pretensión de evitar que se sea 'poco amable' con las mujeres. Creo que una caracterización tan mínima vale para el Bronx actual y para la China de la dinastía Qin. Allá donde hay unas prácticas sistémicas de subordinación de las mujeres a los hombres, hay condiciones para el feminismo, y allá donde mujeres, pocas o muchas, toman conciencia de esta situación y se mueven para acabar con ella surge el feminismo 'sin adjetivos' (a eso me refiero con 'feminismo único'), porque todos esos movimientos y todas esas mujeres son igualmente feministas. En su práctica real-histórica el feminismo adoptará centenares de aspectos, centenares de objetivos, centenares de formas de lucha. Es entonces cuando a esas materializaciones particulares del 'feminismo' las nombramos en plural y las ponemos adjetivos para distinguirlas: feminismos occidentales, feminismos africanos, feminismos de la identidad, feminismos de la diferencia, etc., etc.

Que en el mundo real no haya feminismo sino feminismos y que se empleen adjetivos para identificarlos no excluye que, en mi opinión, no todos los adjetivos que se utilizan sean válidos. Así, el llamado 'feminismo islámico' – y, por supuesto, el 'feminismo cristiano' –. Me parecen expresiones contradictorias porque el adjetivo es incompatible, niega total o parcialmente el sustantivo. Ahora se usa mucho el término oxímoron para nombrarlas. Si, como apunté arriba, la religión musulmana, y la cristiana, son esencialmente sexistas y han fundamentado siempre regímenes patriarcales, no puede haber un feminismo islámico, o cristiano, sino una crítica feminista, ideológica y, también política, de la religión musulmana, y cristiana. Sucede que, sobre todo en las fases más incipientes, la feministas – que lo son de pleno derecho – musulmanas y cristianas intentan mantenerse en el seno de su religión, incluso de forma ortodoxa, y reinterpretan los textos sagrados de un modo diferente al de la jerarquía clerical para excluir o limar los dogmas y preceptos más salvajemente machistas. Lo tienen difícil, por la literalidad de lo escrito y porque las castas sacerdotales, siempre con predominio masculino, no suelen estar muy dispuestas a perder el monopolio de la transmisión de la palabra de deidad de turno. Generalmente, estas feministas, les pasó a las occidentales cristianas y les pasará a las musulmanas, abandonan su religión o la practican de manera muy heterodoxa.

Son justamente posiciones feministas etnocentristas como la de Marieme-Helie Lucas, por muy 'de izquierdas' que se postulen, las que cuestiono en mis posts (sin quitarle por ello a Lucas ni un miligramo de su condición de feminista). Las feministas musulmanas, desde su cultura, pero también necesariamente desde la crítica de su cultura, y desde sus vidas, son quienes han de decidir cómo, donde y cuando luchan contra una socialización sexista que, no se olvide, no proviene sin más de la religión, sino de todo el complejo estructural del poder. Las feministas occidentales deben ayudarlas en todos los aspectos, no darles lecciones, respetando siempre la autonomía para escoger su propio camino. Por supuesto, habrá que confluir, pero sin prisas ni atajos,