jueves, 27 de julio de 2017






4568 firmas avalan el acta de defunción de (lo que algunos pensaron que podía ser) Podemos, tras la condena a muerte dictada por Pablo Iglesias y Echenique y ejecutada por el verdugo de Castilla la Mancha, un tal García Molina.


Podemos surgió de la abisal crisis de legitimación conjunta  del Régimen del 78 y del capitalismo que escenificó el 15M. Que surgiera de ella no significa en absoluto que representara políticamente al 15M, de hecho y yendo a la significación profunda de éste – aquella que se expresaba con “lo llaman democracia y no lo es” (ahora parece pueril, pero entonces nadie había explicitado tal cosa fuera de pequeños círculos muy radicalizados), “PSOE, PP, la misma mierda es” ( no se incluía a IU no porque no se la considerará excrementicia, sino por su absoluta irrelevancia), “no somos mercancías en manos de banqueros”, etc – era la negación de buena parte de él.

La perspectiva que da el tiempo nos revela que la dinámica histórica en que se ha acabado insertando Podemos es una dinámica de restauración, de aquella Aufhebung – perdón por la pedantería hegeliana, pero es que en el idioma español no hay una palabra que signifique al tiempo supresión y conservación; si se prefiere, cámbiese por el lampedusiano cambiar todo para que todo siga igual – del franquismo que fue la (modélica) Reforma y su (por todo el mundo mundial admirado) vástago, el Régimen Constitucional del 78. Si no tiene lugar una recidiva de la crisis permanente en que se ha instalado el capitalismo, tal que sus consecuencias sean tan atroces y masivas que logren mover a la muy acomodaticia y conformista, por decirlo suavemente, población española, el panorama político a medio plazo muestra un bipartidismo levemente modificado, en el que PP y PSOE se siguen turnando, si bien este último con el apoyo de Podemos – quizá por el lado del PP suceda algo parecido con Ciudadanos –, un apoyo que no le sacará de una situación subalterna.

Podemos se ha quedado en la renovación político-institucional de IU y el PCE. Al igual que éstos, apoyará desde fuera los gobiernos centrales o autonómicos del PSOE – un apoyo ‘crítico’, faltaría más, para que ‘no gobierne la derecha’ , o entrará en alguno de ellos en una situación de minoría ínfima y previo acuerdo sobre algunos puntos programáticos que, por supuesto, no se cumplirán. Un añejo y repetido movimiento, frente al que se alzó, tan necesario como imposible, el 15M. La gran diferencia entre PCE-IU y Podemos es que los primeros estaban enraizados en la historia de España, en su realidad material, en sus construcciones culturales contrahegemónicas, mientras que Podemos es un mero producto de la política de mercado, ubicado en ese universo de deseos infantiles que las mercancías satisfacen fantasiosamente; Podemos es un partido postmoderno, aunque sus miembros (Errejón, sí) no lo sean. Son posteurocomunistas, un refrito infumable.

La pantomima de Castilla - La Mancha, con un tipo tan grotesco como García-Page de interlocutor, con la pregunta del referendum tan escandalosamente manipuladora y tramposa, con los carguitos a conseguir, con la exhibición de ‘responsabilidad política’ por parte de Podemos y con el siempre triste rol de los anticapis, es, icónicamente, el paso del Rubicón, pero sin ninguna alea jacta. Un 80% de votos a favor. Cada cual jugando su papel para mantener el Orden. A otra cosa, mariposa.



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