Las tribulaciones de un postrosko en postroskilandia (1)
Estuve el sábado pasado en el acto que convocó la, no sé como llamar, corriente, sensibilidad, orientación, tonalidad, congregación de anticapis y agregados en Moncloa, que se suponía inaugural de una plataforma de actuación, bautizada como ‘Podemos en Movimiento’, cara al Vistalegre II. Albergaba uno la más que ingenua esperanza de que allí se abordara con el mayor realismo y la menor retórica la situación en que se encuentra ahora Podemos, que se discutieran los principios y criterios generales y se elaborase un plan de trabajo de la plataforma para llevar a la Asamblea de Podemos unas propuestas que, en mi opinión – y es lo que pensaba plantear – debían suponer de hecho casi una refundación.
En este momento Podemos no es otra cosa que un grupo de personas vinculadas en gran medida por lazos de amistad – una red de afinidad, en lenguaje sociointernauta –, que comparten unas ideas políticas muy genéricas e inconcretas, un grupo que dispone de un importante poder institucional y que carece por completo de poder de transformación sociopolítico. Podemos nació sin proyecto y cuando se vio en la tesitura de gestionar un poder inesperado, tras las elecciones Europeas del 14, improvisó un proyecto cortoplacista y personalista arropado por una organización ad hoc, destruyendo incluso aquello que se había formado semiespontaneamente por debajo suyo y que podría haberlo vertebrado en un recorrido político de largo aliento: los círculos. El proyecto ha fracasado, afirmación que no sale de mi resentimiento sino de la boca de Pablo Iglesias por aquel entonces: el objetivo principal, al que se subordinaba todo, era alcanzar en ese ciclo electoral el poder ejecutivo. Y no con las posteriores rebajas de una vicepresidencia y varios ministerios de un gobierno Sanchez, no, obtener la presidencia del gobierno con una fortaleza en el legislativo que permitiera una política autónoma y capaz de enfrentarse a los ‘poderes fácticos’.
El citado acto, lejos de mis expectativas, consistió en una autoproclamación triunfalista de algo que no se dijo qué era y que todo el mundo parecía tener claro, porque, en general, la gente estaba bastante contenta de ser ella misma. Hablaron, en medio de aplausos y algun vítor, los de la mesa, Teresa, Kichi, Beatriz Gimeno y Urban (bueno Urbán, más bien, declamó, as usual) y unos cuantos compañeros más o menos conocidos que se hallaban entre el público y a quien el moderador presentaba siguiendo un guión. No hubo turno de palabra, de lo cual ahora me alegro pero entonces me pareció frustrante e inaceptable. Para resumir, y no pretendiendo ser muy cáustico, el ‘acto’ me recordó una escena de Pulp Fiction y unas valoraciones un tanto obscenas del señor Lobo al respecto. Quizá sea injusto y hechos posteriores me obliguen a tragarme mis palabras, algo que haría muy gustosamente. Ójala así sea. De momento, seguiré mañana o pasado devanando como veo a Podemos e o futuro.
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