Las tribulaciones de un postrosko en postroskilandia (2)
Si Lenin levantara la cabeza.
A la vejez, viruelas. Pero no pustulosas. No ha variado mi trayectoria crítica en aumento hacia Vladimir Ilich y su concepción de los sujetos históricos, y nada que ver con reivindicaciones a lo Zizek. Véase en el título únicamente un recurso narrativo. No obstante, siempre he admirado, y cada vez, por contraste, más, la insólita capacidad de Lenin para ir al grano, en la práctica política y en la práctica teórica, ámbitos que el él unió como nadie sin supeditar una a otra, sin que su teoría fuera en ningún momento especulativa o, a la inversa, sirviera para justificar el oportunismo o las conveniencias tácticas del momento. Uno puede leer el ¿Qué hacer?, el Izquierdismo o las Tesis de Abril y discrepar en muchas cosas, pero está todo muy claro, no encontraremos ahí ambigüedades defensivas elusiones de lo que duele. El camarada Ulianov siempre dio la cara. Recordemos lo que fue su divisa: “el alma del marxismo es el análisis concreto de las realidades concretas”. En eso siempre seré leninista. Y eso que el aforismo es falso en su modalidad. En lugar de ‘es, Lenin tendría que haber puesto ‘debe ser’, porque el marxismo, históricamente, ha tendido a lo contrario, a crear grandes esquemas interpretativos en los que la empiria se integraba más o menos armoniosamente o, en otro caso, se incrustaba a martillazos.
Ahora, la ultravanguardista máquina de guerra ha de ser sustituida por un dispositivo político para tiempos de normalidad política sin elecciones a la vista. Todas las corrientes coinciden en esto, y, de hecho, llevan varios meses posicionándose e, incluso, librando moderadas escaramuzas en elecciones internas territoriales. Pese a los intentos, ya de por sí significativos y un tanto ridículos, por ocultarlo u oscurecerlo es patente la existencia de tres facciones plenamente conscientes de serlo y que optan por ser hegemónicas en Podemos: los errejonistas, los pablistas y los anticapitalistas. También es patente que entre las dos primeras se ha establecido una rivalidad con tintes de antagonismo, mientras que la última viene a ser la combinación dialéctica de una zambomba en un garaje y un pulpo en un entierro.
En cualquier caso, Lenin se frota las manos: empieza el debate político. Vladimiro, mejor sigue esperando a Godot.
La dirección de Podemos, que ahora es exclusiva y casi diríase sádicamente Iglesias, decide fijar la fecha del congreso o asamblea, llamémoslo 'VII', con apenas dos meses de tiempo para debatir prácticamente todo lo que se puede debatir, y en el mismo fin de semana que un evento similar del PP. Tal coincidencia es difícil de comprender, se dice que permitirá comparar los métodos democráticos de Podemos con los dictatoriales de los populares, que liberará de carga mediática a VII facilitando el debate, etc. No se ve nada claro y suscita lo contrario de aquello de que el enemigo no os marque los tiempo. Parece, más bien, un golpe de efecto de Iglesias y, hay que reconocer que es un maestro en eso; sobre todo en los golpes, porque los efectos a veces no son muy favorables. Él sabrá. Además, decide empezar por las cosas serias: cómo se elige a los jefes. Muy marxista, primero la infraestructura y después ya, si eso, la superestructura.
En la próxima entrega, Lenin y el postrosko contarán sus impresiones sobre la consulta de Podemos a sus 'inscritos' sobre las modalidades de discusión y votación en VII; para entonces se sabrá el resultado, asunto nada baladí. Espero que no se retrase mucho, de eso se encarga él, el hombre de acción por antonomasia. De los que ya no quedan.
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