martes, 17 de enero de 2017


No es que empecemos la casa por el tejado. Es que no queremos una casa; queremos un tejado. Luego, ya veremos. (2)


Nos habíamos quedado en el bipolarismo leniniano acerca de si la pugna entre Iglesias y Errejón es una pura lucha por el poder, manteniendo ambos el mismo proyecto político con algunas variaciones no importantes y compatibles, o por el contrario, si su objetivo es hacer prevalecer uno de dos proyectos políticos esencialmente distintos y cuya coexistencia en un mismo marco orgánico es más que problemática. En el ínterin entre este post y el anterior se ha producido un repliegue de las dos posiciones tras la salida de pata de banco que fue el Iñigoasino#, las peticiones explícitas de intelectuales orgánicos del errejonismo, incluido el postroskoso Santi Alba, de defenestrar a Iglesias, y la campaña gore de El País y compañía . De repente todo el mundo se puso a hablar de unidad, cerrando filas en torno a una abuelita de setenta y cuatro años – rediós, los tengo a la vista; si algún día alguien me llama abuelo, incluidos mis improbables nietos, saldrá, vesánica, la bestia que hay en mi interior, justo al lado del niño y del estalinista – que les reñía por no llevarse bien.


Bip, bip, penalti y expulsión en el Carlos Tartiere. Como soy tan lento – más que el caballo de un fotógrafo, que habría dicho mi muy castizo progenitor –, acaban de salir los borradores de las tres corrientes, en los que, leyendo entre líneas y haciendo todo tipo de juicios de intenciones, a la manera de los vaticanólogos o los antiguos kremlinólogos, se ha de sacar algo en claro. Por tanto, habrá que leerlos, lo que no es plato de gusto, y además con cuidado (esto ya es para mí como un plato de verduras). En los próximos días iré escribiendo mis impresiones, análisis e intuiciones de estos textos que, aunque se trate de borradores destinados a modificarse, supongo se mantendrá lo fundamental de ellos pues han sido elaborados por las primeras espadas de cada facción. Aun en el caso de que se llegara a VAII con unos documentos de consenso, ello sólo significaría que, dadas las relaciones de fuerzas equilibradas, se ha jugado tácticamente a no entablar combates abiertos y a dar una imagen de unidad cara a la galería. Habrá que estar muy atento a las maniobras precongresuales porque proporcionaran datos muy interesantes para conocer la situación actual interna de Podemos y prever su evolución futura.

Lo que hace más interesante, desde mi punto de vista, el estudio de los borradores es porque puede dar idea de hasta que punto cada posición es consciente del papel histórico que le es dado jugar y se va adaptando ideológica y estratégicamente a él. Una de las controversias más añejas del marxismo es aquella que versa sobre si el fin del capitalismo, algo en lo que está de acuerdo todo marxista comme il faut, sería resultado de la lucha del movimiento obrero, aprovechándose por supuesto de las contradicciones del sistema y las crisis que genera y profundizando en ellas, haciendo sangre, o si esas mismas contradicciones inmanentes son autónomas, se van intensificando sin necesidad de que nadie las atice y finalmente provocan una crisis última descomunal, de la que el capitalismo no puede salir y se desmorona en medio no de una revolución sino de un caos social, con canibalismos generalizados y todo eso. En realidad, las dos posiciones sólo difieren básicamente en la previsión de tiempos, la primera acepta que el capitalismo se halla aquejado de contradicciones internas insuperables, pero cree que antes de morir por su propia mano  y es en esto en lo que difiere de la segunda  acabará con él el movimiento obrero guiado por su conciencia de clase revolucionaria y comunista. Además de éstos dos vaticinios, los muy pesimistas y a los que les van bien las cosas, han solido romper amarras con el marxismo ortodoxo – o con todo lo que oliera a Marx – y decretado la inmortalidad del capitalismo, incluso – como señalaba maliciosamente mi tocayo Jameson – más allá del final de la humanidad (ahora que se ha puesto de moda el internet de las cosas, se daría algo así como el capitalismo de las cosas).

Llegó el momento de la verdad en esta digresión que parece absurda, y luego se verá que no lo es tanto. El momento de tomar partido. Pues bien, me decanto, desde luego que de un modo apresurado y no muy serio, por la segunda de las dos tesis marxistas. Respecto a la primera, no descarto que el devenir histórico vaya construyendo un sujeto colectivo que abarque a la mayoría de las poblaciones, tal que adquiera consciencia de la profunda irracionalidad y de la inmanente injusticia del capitalismo, incluso de su carácter profundamente antiestético. Marx atribuía ese destino a la clase obrera. Pero Marx no llegó a sacar las ultimas consecuencias de su impresionante teoría acerca de la mercancía y su fetichización, no llegó a entender que el capitalismo no solo convierte todo objeto en mercancía, también las subjetividades (quizá sería más preciso hablar ya de agencialidades en lugar de subjetividades, pero es un enfoque muy peliagudo que dejaré para cuando sea mayor). No descarto, reitero, la posibilidad de ese suceder, si bien, eso sí, calculo que llegar a tan deseable estado, como culmen de de un proceso evolutivo gradual, llevaría unos tropecientos mil años, más o menos. Por eso, es más que probable que se adelante el crash capitalista en alguna de sus modalidades previstas. 

El capitalismo tal cual es, basado en la economía de mercado y  – por mucho monopolio que haya – en la competencia entre capitales, está condenado a desaparecer. Y pronto. Ni la acumulación de una cantidad de capital ficticio puede asumir una dimensión de varios órdenes de magnitud mayor de lo conocido hasta la fecha, ni está en condiciones – y aunque lo estuviera, me temo que ya es demasiado tarde – de enfrentarse a la crisis ecológica que concluirá en el colapso global. ¿Que llegará antes? No me pronuncio. ¿Cual fin sería preferible? Pues depende, unos prefieren tirarse desde un quinto piso y otros seguir una gira mundial de Alejandro Sanz. Es cuestión de sentidos y sensibilidades.

Y, después de este alentador párrafo, vuelvo a nuestro asunto. ¿Por qué lo que acabo de escribir no es un mero tour por los cerros de Úbeda? Pues porque creo que tanto Errejón como Iglesias, defectillos aparte, son dos personas honradas y tienen unas metas claramente transformadoras. Y, por añadidura, a corto plazo. O sea, que, por lo anteriormente expuesto, ambos son unos ilusos. Los dos, sobre todo Errejón, tienen un empacho de teoría académica que se haya a años luz de alumbrar una perspectiva estratégica rigurosa. Por no tener, ni tienen una teoría mínimamente seria de las élites en el campo subalterno. Hablan de intelectual orgánico, de hegemonía, y ni se acercan a reflejar esas teorías gramscianas, que necesitarían un aggiornamiento (y no el de Laclau, desde luego), en sus propuestas partidarias. Aplicándoles – en especial a Íñigo, Iglesias tiene más tablas y se le nota – su misma medicina, diría que los procesos históricos reales darán significados a su catarata de significantes vacíos. 


El hecho, muy en crudo, es que ellos pretenden transformar el estado de cosas en profundidad en un periodo breve, pongamos diez o quince años, y eso es imposible. No lo es que las cosas se transformen, y más de lo que ellos piensan, en ese lapso, pero no será, precisamente, por su praxis. En mi opinión   más bien una hipótesis que tendré que ir verificando con la lectura de los documentos y con lo que vaya sucediendo en estos días, declaraciones, pactos, interpretaciones, etcétera  , los planteamientos de Iglesias y Errejón son compatibles en el proyecto (en principio) y en la estrategia y no lo son, paradójicamente, en la táctica de medio plazo. Me parece que los proyectos de ambos son compatibles porque ninguno tiene un proyecto claro, al menos como se entendía antes en la izquierda: un objetivo a largo plazo que implica la destrucción de lo viejo y la construcción de algo nuevo al menos mínimamente especificado. Por ejemplo, el proyecto de los partidos comunistas era destruir la sociedad capitalista y construir una sociedad comunista. También lo era de los socialdemócratas, en teoría, hasta su abandono formal del marxismo; la discrepancia radical se daba en el nivel de la estrategia. Vamos a suponer que los proyectos de Errejón e Iglesias coinciden en plantear difusamente una sociedad libre y justa que, para serlo, no puede ser capitalista, o no del todo capitalista. Por eso no van a discutir. 

En el aspecto estratégico son perfectamente compatibles, de hecho proponen lo mismo, que la transformación se hace fundamentalmente desde el Estado, por lo menos a corto y medio plazo, que es lo que les importa (el medio, menos), y que, por tanto el objetivo central es gobernar. Son conscientes, y lo han dicho muchas veces, de que llegar al gobierno no es tener el poder, pero coinciden en que es necesario y en que es el objetivo principal hasta donde les llega la vista.

En cambio, su concepción táctica, en su caso: cómo se ganan elecciones para alcanzar el gobierno, es difícilmente compaginable;  poco menos que imposible, con la visión leninista que tienen del partido y la visión militarista que tienen de la política. Su discrepancia tampoco es novedosa, reproduce una polémica que, explícita o tácitamente, ha sido recurrente en los partidos de izquierda de países demoliberales. Una parte de esa polémica, los errejonistas aquí, piensan que para ampliar la base electoral hay que adaptarse al nivel de los sectores de votantes de partidos próximos a ellos, pero más moderados; la famosa búsqueda del centro. Con ese propósito, recortan los aspectos más radicales de sus programas; asimismo, suavizan su lenguaje y atemperan su imagen. La otra parte, los pablistas en este caso, pretenden hacerse fuertes con sus ideas, constituirse en un polo de referencia para amplios sectores de la población que, ante una crisis que no cesa y unos gobiernos que la aprovechan para transferir rentas de los que menos tienen a los que más, ven empeorar sus condiciones de vida, comprenden que el partido de ‘izquierda’ del Régimen en el que confiaron, el PSOE, participa, y participó siempre, en ese expolio y se radicalizan, pasando a votar a Podemos. Aunque sea un eslogan de Errejón, ‘faltan muchos’ es el motus táctico de ambos; la diferencia es que Errejón quiere que Podemos se acerque a esos muchos e Iglesias que esos muchos se acerquen a Podemos. No hay posibilidad de conciliar ambos objetivos, porque el modus operandi para conseguir uno excluye al otro; por muy hegelianos que nos pongamos (o, para ser precisos, poniéndonos muy hegelianos), uno no puede presentarse como lobo y cordero a la vez.

Lo curioso es que ambas posturas son erróneas, y que queda probado por la lucidez de las críticas que cada una hace a su contraria. Los errejonistas les dicen a los pablistas: “lo que proponéis podría estar bien, pero es una práctica que sólo puede dar resultados, si los da, a un plazo muy superior a la ventana de oportunidad que abre la crisis del Régimen. Se trata de aparecer ante los poderes fácticos, incluyendo, por supuesto, los media, como una opción razonable que respeta, aunque sea críticamente, los consensos básicos del Régimen, y ello nos preservará de una campaña de ataques a todos los niveles como la que tendréis que soportar vosotros con vuestra viejuna retórica identitaria izquierdista. Más aún, si os acercarais a la posibilidad real de tomar el poder, el establishment haría lo que fuera necesario para impedirlo (y aquí se ponen puntos suspensivos para sugerir el horror) . No gobernaréis jamas, vuestra posición es meramente resistencialista y acabareis siendo IU II”.

Enérgica refutación, vive dios. Pero los pablistas no lo tienen más difícil: “La capacidad de asimilación de los aparatos de poder es inmensa y vosotros la desestimáis cándidamente. Empezaréis aceptando cosas inaceptables y pensaréis que es algo provisional y que, una vez en el poder, podréis revertirlas. Pero todas las experiencias históricas muestran que esa táctica conduce a la integración en el sistema que se quiere combatir o transformar. La capacidad de seducción del poder es inmensa. Y, en el caso de que resistieseis a sus encantos, e intentaseis cambiar algo que vaya mas allá de lo ornamental y que exija la confrontación, os daréis cuenta que vuestro poder real es menor que nunca, porque los votantes de ocasión, realmente engañados por vuestra imagen moderada, no os van a seguir y gran parte de la fuerza militante capaz de movilizarse os habrá abandonado ante lo que han vivido, y con motivos, como una deserción, como un cambio de trinchera. Empezaréis tragando con todo y, más pronto que tarde, llegará a gustaros lo que tragáis. Al al final, seréis el PSOE II”.

En definitiva, el mantener la unidad de Podemos tras VA II no va a ser fácil. Cuenta a favor de conseguirlo que ambas fracciones son conscientes de la extrema debilidad con que quedarían si se produjera la escisión, y eso sin hablar de los anticapitalistas. Por la cuenta que les trae, es probable que hagan un paripé de unitarismo cara a la galería. E intuyo que los errejonistas van a ceder bastante, entre otras cosas porque consideran que la coyuntura les beneficia. En el siguiente post, si no hay novedades reseñables en los campos de juego de nuestra piel de toro, le hincaré el diente a los borradores de las tres corrientes, que va a dar en la mar.

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