domingo, 29 de enero de 2017




No es que empecemos la casa por el tejado. Es que no queremos una casa; queremos un tejado. Luego, ya veremos (3 y ult.).

Tenía la intención de proseguir el folletín acerca de la refundación o refundición de Podemos en VA II, marcado por el duelo mortal a frases bélicas entre Iglesias y Errejón, con varios posts más. En éste pensaba analizar los documentos políticos de los dos bandos que cuenta, porque los de Podemos en Movimiento (anticapitalistas) son chicos majos, estoy más de acuerdo con su propuesta que con la de los otros ( lo que no es decir mucho), etcétera, pero no pintan, ni, me temo, pintarán nunca, apenas nada. Ni tan siquiera como bisagra, con su 10% de peso en un partido en que el conflicto interno se juega al todo o nada. Esa era mi intención, y, de hecho, leí los documentos y tomé algunas notas. A medida que los leía me iba aburriendo y desinteresando más al comprobar la escasez de ideas y falta de rigor político que encerraba tanta retórica, pedantería, autobombo y cursilería

Para acabar de hundirme en la indiferencia, estuve el miércoles pasado en el foro mensual de la revista retropostroskosa Viento Sur. El asunto tenía por título ‘Qué Podemos queremos’, y los ponentes era miembros de cada una de las tres corrientes de Podemos más una chica de la Fundación de los Comunes. Soslayaré a esta última y al chaval de anticapis por las razones de irrelevancia práctica ya apuntadas en el párrafo de arriba. La idea era hacer una presentación de cada documento y, a continuación, debatir, con participación del público. El errejonista se llamaba Rodrigo Amirola, y la pablista, Laura Arroyo. No los conocía; es gente más bien de aparato que, digamos, está a un tercer nivel, inmediatamente por debajo de los Bescansa, Moruno, Mayoral y compañía. Ninguno de los dos llegaría a los treinta años. No quiero decir nada en particular con esto, lo que no significa que no signifique algo.


La exposición tendió, en términos matemáticos, a lo soporífero. Ninguno introdujo la menor crítica directa a las propuestas del otro, a lo sumo veladas insinuaciones. Ya en el turno de intervenciones del público, pedí la palabra y les hice unas preguntas muy concretas: que nos contasen al respetable con qué puntos importantes del documento del otro tenían una mayor discrepancia, si creían que había alguna posibilidad de acuerdo respecto a ella y cómo, en qué términos, podría sustanciarse ese hipotético acuerdo. Mi intención no era obtener un esclarecimiento de las disensiones entre pablistas y errejonistas, que quedan bastante patentes en los borradores, sino obtener información del estado emocional y de la asimilación política del debate por parte de este segundo nivel, que constituye la estructura real de la organización Podemos; abandonados los círculos a su desgracia, ellos forman la masa militante del partido. Como era de esperar Arroyo, la primera en intervenir, no dijo ni mu al respecto, siguió a lo suyo y pasó de polemizar. Cuando avisó que había concluido, salté cual diminuto Júpiter tonante y bramé acerca de sí tan difícil era contestar a la única pregunta – stricto sensu, los demás del público que hablaron se marcaron el clásico rollete – que se les había hecho. Sorprendida ante tal inesperado energumenismo, me contestó algo de que ellos tenían un diagnóstico según el cual consideraban que no creían que hubiésemos entrado en un momento de normalización, pero, vamos, que eso no quiere decir que no se pueda lograr un acuerdo en VA II. A continuación, Rodrigo (el errejonista) sí entró directamente en materia y explicó que ellos no creían que hubiésemos entrado en un momento de normalización, pero los otros sí y por eso pedían más resistencia que ofensiva; aunque lo parezca, no contradecía a Laura, porque parece que se trataba de anormalizaciones distintas, una era más anormal que la otra. Contó también que en lo estratégico coincidían todos en que no se puede pensar más allá del capitalismo– y aquí metió a los anticapis, que callaron como putos ante tamaña ofensa; quizá no lo pillaron, quizá estaban dormidos o quizá, en un arrebato de lucidez (y teniendo en cuenta que el 99% del público eran ellos) ¿para qué coño? –. Luego dijo no se qué del orden, el desorden y la meritocracia y concluyo con que el acuerdo de todos era, por supuesto, posible; la razón: que él era optimista.

Me quedé, pues, como estaba en lo que se refiere a la literalidad de mi pregunta, si bien mi propósito oculto estaba conseguido. Constatar que en la militancia profesional de Podemos – estos dos jóvenes trabajan para el partido – el nivel de cultura y de comprensión política no es el que cabría esperar de ‘la generación más formada de nuestra historia’. Pero lo más grave es la actitud de culto al líder, donde la pretensión es intentar ser su clon discursivo, de decir lo que él diría y cómo él lo diría, actitud que no retrotrae, precisamente, al 15M sino, por ejemplo, a aquellos felices e ilusos años, en que Marx, Lenin y Mao/Trotsky hablaban por nuestras bocas. Así, Laura repitió dos veces la absurda alegoría del poltergeist que se le ha ocurrido al cinéfilo Iglesias y Rodrigo empleaba el mismo lenguaje ampuloso y académico de Errejón; ambos, las metáforas guerreras que tanto encandilan al núcleo irradiador.

La penosa conclusión es que, como colectivo, Podemos carece de virtualidad de una elaboración política que sea capaz, ya no de vehiculizar, tan sólo de impulsar un proceso social que cambie algo más que algunas formas. Debajo de Podemos no hay substancia social que pueda generar y sostener una dinámica emancipatoria en conflicto contra los poderes establecidos por el sistema demoliberal-capitalista. Simplemente, hay en el Estado español una crisis de legitimación del régimen político provocada por el malestar general ante el deterioro de las condiciones de vida de gran parte de la población, el cual es atribuido en gran medida (y con razón) a las llamadas políticas de austeridad. Carente de enjundia social y apoyándose en un estado de opinión más emocional que racional de una fracción de la ciudadanía, que no es, ni de lejos, mayoritario, Podemos se ve abocado a ubicarse en el campo de lo que Rancière llama, frente a lo ‘político’, lo ‘policíaco’, esto es, el marco del orden vigente.

Y es que en los programas de Iglesias y de Errejón todo se conserva, se conserva la monarquía, se conserva la pertenencia a la OTAN y a la EU/euro, se conserva el compromiso de pagar la deuda, se conserva la unidad de la patria, se conserva una economía crecimentista. Se conservan, pues, todos los grandes consensos del Régimen del 78. No hay un ápice de propuesta destituyente ni constituyente. Las disensiones entre errejonistas y pablistas  se sitúan en el interior de los referentes de la estructura política que cambió al franquismo para que no cambiara (apenas) nada. Olvidemos las avalanchas discursivas, tan grandilocuentes como anodinas, de los preclaros líderes. Aquí lo que hay es un sistema de gubernamentalidad basado en dos grandes partidos que, como se decía en los viejos tiempos de la Santa Transición, coinciden en lo fundamental y discrepan en lo accesorio, y un turnismo de gobierno: un par de legislaturas, lo que tarda en quemarse el que lo ocupa. Es, exactamente, el modelo anglosajón que ha permitido una estabilidad secular en Gran Bretaña y USA, aunque en este último caso, el anquilosamiento neoliberal del partido Demócrata y la radicalización y pérdida de rumbo político del Republicano han generado el monstruo Trump. La tercera patita de la gubernamentalidad española era el PCE, y después IU, necesarios para integrar en el juego político insitucional, y, por tanto, neutralizar y controlar, a un sector minoritario pero significativo de la población española traumatizado por la Guerra Civil y la barbarie del franquismo,  un sector que luchó contra el franquismo en las fábricas y las calles como sus padres habían luchado en las trincheras y que no podía aceptar sin más el pasteleo de la restauración borbónico-parafranquista. 

Por cierto, los intelectuales en funciones del Régimen celebran la asimetría de la topología política española: hay un partido, dicen, de izquierda dura, junto a la moderada del PSOE, y, no lo hay a la derecha del PP. Así que, según ellos, que en España no haya una extrema derecha relevante se debería al mérito del PP por integrarla en su interior y por tanto, en el corazón del sistema. Análisis falso y paupérrimo. Lo que no había en este país a la muerte de Franco, con alguna excepción en la periferia, era una derecha liberal, o sea, una derecha no franquista. Prácticamente toda la derecha actuó en bloque para hacer las menores concesiones a la ‘oposición democrática’, para mantener tanto franquismo como fuese posible. Sin duda, dentro de esa derecha había unas facciones más flexibles – los ‘reformistas’ – y otras más intransigentes – los ‘ultras’, el ‘bunker’ –. El hecho de que solo una parte mínima de estos se salieran del pacto de la Transición denota cómo fue esa transición y lo que de ella salió.

Hecha la digresión típica de la casa, vuelvo a al tema y concluyo con él. Podemos no se proyecta al futuro porque no tiene apenas suelo real y, en consecuencia, no puede impulsarse y volar. Podemos se ubica en el sórdido presente y, parafraseando muy abusivamente a Machado, una de las dos españas ha de helarle el corazón. La España del PSOE y la de IU. Y como aquí no hay un sabio Salomón que mantenga entero al niño, mucho me temo que, no necesariamente VAII, lo más probable es que después, tendrá lugar un proceso tortuoso plagado de eufemismos, disfraces y engaños el, en cuyo curso una parte mayoritaria de Podemos llevará a cabo la, more Pareto, necesaria renovación de élites, en este caso de la ‘izquierda’ del Régimen, mientras que la otra parte mayoritaria (ya veremos en VA II la relación actual de fuerzas, quizá el dato más relevante que de ahí se va a obtener) se meterá en ese terreno tenebroso por el que vaga la buena gente que aún cree que es posible derrotar al capitalismo.


Pi, pi. ¡Final en La Condomina! Partido tedioso que acaba con empate a cero y que los mal pensados tildarán de tongo, ante la falta de combatividad de los contendientes. Visto lo visto, se antoja imposible que ninguno de ellos vaya a poner en peligro el secular predominio del Barca y el Real.

A no ser que se produzca alguna novedad explosiva, dejo el tema Podemos hasta ver qué pasa en VA II. A modo de pronostico, todo apunta a que la Asamblea se cerrará en falso, intentando reflejar una imagen de unidad, y metiendo los problemas reales debajo de la alfombra. En los próximos posts, cambio de nivel: comentaré unas interesantes y, por supuesto, provocadoras  reflexiones de Zizek acerca de 'romper los tabúes de la izquierda'.

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