viernes, 12 de noviembre de 2010


We can't make it here anymore                      James Mcmurtry                                                                                       

 FALSEDAD Nº 1: LOS MERCADOS FINANCIEROS SON EFICIENTES

Actualmente se acepta un hecho entre todos los observadores: El papel fundamental que juegan los mercados financieros en el funcionamiento de la economía. Es el resultado de una larga evolución que comenzó al final de los 60s. De alguna forma esta evolución implica una ruptura neta, cuantitativa y cualitativa, respecto a los decenios anteriores. Bajo la presión de los mercados financieros la regulación de conjunto del capitalismo ha sufrido una profunda transformación, dando lugar al nacimiento de una forma inédita de capitalismo que algunos han llamado “capitalismo patrimonial”, “capitalismo financiero” o incluso “capitalismo neoliberal”.

Estos cambios han encontrado su justificación teórica en la hipótesis de la eficacia de la información de los mercados financieros. Según esta hipótesis es importante desarrollar estos mercados, actuar para que puedan funcionar de la forma más libre posible, ya que constituyen el único mecanismo de reasignación eficaz del capital. Las políticas puestas en marcha tenazmente desde hace treinta años siguen esta recomendación. Se trata de construir un mercado financiero mundialmente integrado en el que todos los actores (empresas, hogares, Estados, instituciones financieras) puedan intercambiar todo tipo de títulos (acciones, obligaciones, deudas, derivados, divisas) para todo tipo de plazos (largo, medio, corto). Los mercados financieros se parecerían al mercado “sin roces” descrito en los manuales: Este discurso económico ha llegado a configurar la realidad. Siendo los mercados cada vez más “perfectos”, en el sentido de la teoría económica dominante, los analistas han creído que el sistema financiero era mucho más estable que en el pasado. La “gran moderación” -periodo de crecimiento económico sin alza de salarios habido en los EE.UU. de 1990 a 2007- parecía confirmarlo así.

Aún hoy, el G20 persiste en la idea de que los mercados financieros son el mejor mecanismo de reasignación del capital. La preeminencia e integridad de los mercados financieros siguen siendo los objetivos finales que persigue su regulación financiera. La crisis se interpreta, no como el resultado inevitable de una lógica de mercados desregulados, sino como consecuencia de la falta de honestidad e irresponsabilidad de algunos actores financieros mal dirigidos por los poderes públicos.

Sin embargo, la crisis se ha encargado de demostrar que estos mercados no son eficientes, y no permiten una reasignación eficaz del capital. Las consecuencias de este hecho en materia de regulación y política económica son inmensas. La teoría de la eficiencia descansa en la idea de que los inversores buscan y encuentran la información más fiable posible sobre el valor de los proyectos que concurren para encontrar financiación. De creer esta teoría, el precio que se forma en el mercado refleja los juicios de los inversores y sintetiza el conjunto de la información disponible: constituye una buena estima del verdadero valor de los títulos. Ahora bien, este valor se supone que resume toda la información necesaria para orientar la actividad económica y, por tanto, la vida social. Así, el capital se invertiría en los proyectos más rentables y relegaría los proyectos menos eficaces. Tal es la idea central de esta teoría: la concurrencia financiera produce precios justos que constituyen señales fiables para los inversores y orientan eficazmente el desarrollo económico.

Pero la crisis ha venido a confirmar los diferentes trabajos críticos que habían puesto en duda esta proposición. La concurrencia financiera no produce necesariamente precios justos. Peor aún: la concurrencia financiera es frecuentemente desestabilizadora y lleva la formación de precios excesivos e irracionales, las burbujas financieras. El mayor error de la teoría de la eficiencia de los mercados financieros consiste en trasponer a los productos financieros la teoría habitual de los mercados de bienes ordinarios. En estos últimos, la concurrencia es en parte autorreguladora en virtud de la ley de la oferta y la demanda: cuando el precio de un bien aumenta, los productores aumentan su oferta y los compradores reducen su demanda, el precio baja y se acerca a su nivel de equilibrio. Dicho de otra forma, cuando el precio de un bien aumenta, las fuerzas de atracción hacia el mismo tienden a frenarse y además se invierte el alza. La concurrencia produce lo que se llama “feedbacks negativos”, fuerzas de atracción que van en sentido contrario al inicial. La idea de eficiencia nace de una transposición directa de este mecanismo a las finanzas de mercado.

Ahora bien, para esta última, la situación es muy diferente: Cuando el precio aumenta es frecuente observar no una baja, ¡sino un alza de la demanda! En este caso el alza de los precios significa un mayor rendimiento para los poseedores de títulos, mayor plusvalía realizada. El alza de precios llama a nuevos compradores, lo que refuerza aún más el alza inicial. Las promesas de bonus empujan a los brokers a ampliar más el movimiento. Hasta el incidente imprevisible, pero inevitable, que provoca la inversión de las anticipations y el crac. Este fenómeno, digno de los corderos de Panurgo, es un proceso de “feedbacks positivos”, que agrava los desequilibrios. Es la burbuja especulativa: un alza acumulativa de precios que se nutre a si misma. Este tipo de procesos no produce precios justos sino, por el contrario, a precios inapropiados.

El lugar preponderante de los mercados financieros no puede pues conducir a eficacia de cualquier manera. Incluso más, es una fuente permanente de inestabilidad, como lo muestra claramente la serie ininterrumpida de burbujas que hemos conocido desde hace 20 años: Japón, Sudeste Asiático, Internet, Mercados emergentes, Inmobiliario, Titrisatión. La inestabilidad financiera se traduce por fuertes fluctuaciones en tasas de cambio y en la Bolsa, claramente sin relación alguna con los fundamentos de la economía. Esta inestabilidad, nacida del sector financiero, se propaga a la economía real mediante numerosos mecanismos. Para reducir la ineficiencia y la inestabilidad de los mercados financieros, sugerimos cuatro medidas:

- Medida 1ª: Acotar estrictamente los mercados financieros y las actividades de los actores de estos mercados, prohibir a los bancos especular por cuenta propia para evitar la propagación de burbujas y cracs.
- Medida 2ª: Reducir la liquidez y la especulación desestabilizadora mediante controles sobre los movimientos de capital y tasas sobre transacciones financieras
- Medida 3ª: Limitar las transacciones financieras a las que respondan a las necesidades de la economía real (Ej.: CDS únicamente para los poseedores de títulos asegurados, etc.).
- Medida 4ª: Limitar la remuneración de los brokers

                            ****************************

Sin duda, en estos últimos cuarenta años el capitalismo ha experimentado una importante transformación bajo la férula de las directrices neoliberales que el poder en constante ascenso de la clase capitalista pudo imponer: los trabajadores están perdiendo la guerra de clases, eso es un hecho. Sin embargo, no es correcto, en mi opinión afirmar, como hacen los autores del “Manifiesto ...”, que el capitalismo 'clásico' o 'productivo' ha sido sustituido por un capitalismo ' financiero' o 'neoliberal'. No hay un nuevo tipo de capitalismo, los cambios no han afectado en absoluto a la esencia del sistema, lo que se ha producido, esto sí, es un proceso de financiarización del capitalismo tout court. El esquema de desenvolvimiento del capital ha pasado del 

                                                                                                    
tradicional: ”… D – M (MP, FT) – ... – M' – D' …    a:    

             De' – De' – De' ...                                     De: dinero especulativo
… D [                                                     Dp: dinero productivo
             Dp' – M (MP, FT) - .... M' – De'' ...
                                                                          
Parte del dinero obtenido en un ciclo de valorización de las mercancías, o ahorrado de ciclos anteriores, se ha empleado no en adquirir medios de producción y fuerza de trabajo que pongan en marcha un nuevo proceso productivo, ni en prestárselo a alguien que desee utilizarlo a tal fin, sino para especular en el mercado de dinero. El origen de la desviación masiva de dinero hacía la esfera especulativa – siempre ha existido especulación en el capitalismo, lo que cambia es la proporción capital especulativo / capital productivo, que ha ido adquiriendo desde 1980s una dimensión insólita en tiempos pasados – tiene su origen en la evolución de las tasas de ganancia. Es éste un asunto sobre el que se ha dado, y se continua dando, una intensa controversia en el campo de la economía de raíz marxiana. No en vano es el núcleo de lo que Marx denominó como “la ley mas importante de la economía política”, la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, el fatum del capitalismo. Polémica de una gran complejidad técnica y un calado político, en la que muchos de los participantes incurren en alguno de los s vicios que reprochan (con razón) a la economía académica burguesa, por ejemplo, una matematización vacua por falta de rigor en la elaboración conceptual. Obviamente, no voy a entrar ahora en esta polémica; me limitaré a enunciar algo indiscutible: las inversiones especulativas han rendido, al menos entre burbuja y burbuja, unos beneficios superiores a los obtenidos por la inversión productiva.

No creo que nadie, apologetas y legitimadores profesionales del statu quo aparte, plantee que los mercados financieros son eficientes, sin más. No, al menos, cuando – como es la situación que se ha ido conformando en las últimas décadas – se han alejado de los mercados de bienes y servicios hasta hacerse casi independientes de ellos (cuando no de ponerlos a su servicio). La teoría de la asignación óptima de recursos por los mercados (sean de mercancías o financieros), tildada de error en el texto, da la impresión de remitirse a una época anterior a la actual, cuando los mercados de dinero estaban mucho más ligados, y aun supeditados, a los mercados de bienes y servicios. En tal circunstancia, la Economía académica burguesa sostenía las clásicas tesis de que el mercado de dinero realizaba básicamente la función de trasladar la capacidad de compra para consumo o para inversión productiva desde donde había excedentes hacía donde había escaseces. Y este movimiento siempre estaba fundado, en última instancia, sobre la economía real, la que produce bienes para su uso, la de la mano oculta que construye un idílico equilibrio general a partir de una infinita diversidad de egoísmos particulares.

Es un malentendido, pues, lo que lleva a plantear como paradójico que cuando suben los precios de las mercancías su demanda disminuye y que, en cambio, si los precios que suben son los de los activos financieros, la demanda de estos aumenta. No hay tal paradoja, se trata de que en el primer caso la ganancia se genera en y por el proceso productivo y, en el segundo, a través de la compraventa: comprar caro, vender barato, la nuda definición de especulación. El dinero, fuera de su uso productivo, solo permite obtener ganancia especulativamente, ¡pero es que lo mismo sucede con las mercancías!: el especulador financiero compra tal título de deuda no porque haya subido de precio, sino porque piensa que va a seguir subiendo y que podrá venderlo por más dinero que el que acaba de pagar por él; como hay muchos especuladores que piensan los mismo, los títulos suben. Nada esencialmente distinto de los comerciantes especuladores, que acumulan alimentos, sin ponerlos a la venta, porque ven como sus precio suben; asimismo, esa acumulación, estimula el aumento de precios. Se trata de comprender la diferencia esencial entre la praxis productivo-mercantil y la praxis especulativa; la primera maneja bienes y servicios de uso accesibles a los sentidos, la segunda expectativas de ganancia, la codicia humana, que no deja de serlo por muchas fábulas de abejas y de manos ocultas que se pretenda vender. En la esfera productiva, la trampa es estructural y se llama plusvalía; en la esfera especulativa no hay más que un juego de trileros. Cuando un título de capital ficticio sube de precio la demanda especulativa del mismo crece también, en lugar de bajar, porque su valor de uso, a diferencia de las mercancías estándares, no permanece invariado, aumenta; y es que el valor de uso de un efecto especulativo es su potencia de obtener ganancias por la cara a costa de que otros sufran pérdidas. El cordero de Panurgo  - todos creen serlo, poco lo son - se tira al agua con flotador. Simple pillaje anónimo, en el que siempre pillan los mismos; nada personal. Así, no es que las burbujas sean inherentes a la financiarización, es que son la misma financiarización: un capital ficticio que se automultiplica en algo así como el universo hiperuránico platoniano hasta que la realidad material “hace una llamada al orden”.

Las medidas que se proponen están en la onda de reformar el capitalismo, reconduciéndolo hacia los buenos tiempos fordistas-keynesianos-socialdemócratas. Se orientan todas ellas a poner límites a la finaciarización, a frenar el crecimiento desmedido de las prácticas especulativas y su predominio sobre las 'productivas'. Pero esos viejos buenos tiempos pasaron y no se repetirán ni como farsa. En todo caso, falta analizar, con una perspectiva que vaya mucho más allá de lo 'económico', por qué pasaron y si las condiciones sociohistoricas que determinaron el cambio en el modelo de capitalismo allá por los 70s del siglo XX son ahora tan distintas que permiten una reversión de ese cambio. No lo creo.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario