martes, 20 de septiembre de 2016








4. Burkini y feminismo. Te ordeno que me desobedezcas.
En este post me centraré no ya en cómo se piensa que debe actuar el Estado ante el problema de la forma de vestir de muchas mujeres musulmanas, sino en la propia caracterización teórica del problema en el campo feminista, de la cual emanan, entre otras cosas, esas demandas de actuación a los poderes públicos. Se trataría de analizar que concepciones hay detrás de las dos posiciones que aquí han personificado Vasallo y Lucas, unas concepciones ya bastante abstractas y que surgen a su vez, de visiones antropológicas más que distintas, opuestas. Al fin y al cabo, el feminismo, o para ser más precisos, los feminismos, las diversas corrientes del feminismo, son descansan sobre, son ideologemas. Aclaro, que en mi uso 'ideología' tiene un sentido valorativamente neutro, en absoluto el significado cientifista de 'falsa conciencia'; una ideología es, sin más, un conjunto de ideas con un mínimo de coherencia que explican las relaciones sociales, el mundo y la vida. Y como toda explicación de lo social legitima unas cosas y execra otras. 

¿Qué hay de común en ese multiverso ideológico que es el feminismo? Noelia Adanez, en un artículo de Publico.es del 31 de agosto, cita a Gayatri Spivak, quien señala con una superlativa capacidad de ir al grano que "el feminismo se interroga, en todos los casos, por las diversas maneras en las que la humanidad ha sido poco amable con las mujeres". Ninguna corriente del feminismo se opondrá a esta definición ultracomprimida. Pero, ciertamente, nos conduce a una serie de nuevas preguntas: ¿Por qué, cuándo y cómo se es poco amable con las mujeres?, ¿quien lo decide?, ¿las mismas mujeres que reciben el trato u otras mujeres que establecen unos valores para todas? 

Lenin decía que la clase obrera era espontáneamente tradeunionista (reformista, se traduciría después) y que la conciencia que haría posible una revolución proletaria socialista habría de serle incrustada desde afuera. En el feminismo y, en general, en cualquier realización de pensamiento-acción emancipadores, aparece este problema modo recurrente. Las feministas, les guste o no, son la vanguardia del movimiento de las mujeres, un movimiento que empieza con ellas y que debería extenderse, como efecto de su actividad militante, a todas o a la mayor parte de las mujeres hasta lograr esa fusión vanguardia-masas cuya fuerza relativa permite llevar a cabo los cambio sociales deseados. Las feministas militantes son, pues, la vanguardia de la lucha actual y de las luchas futuras de las mujeres para que la humanidad sea 'amable con ellas'. De más está, o debería estar, precisar que aquí la humanidad es la organización social, no los hombres. No se trata de que los hombres sean más amables, sino de construir una sociedad en la que, entre otras a-cracias, no tenga cabida la estructura patriarcal y donde la mayor o menor 'amabilidad' de los hombres con las mujeres carezca de sentido, sea algo anacrónico.

Además del Estado, las feministas han de pensar su relación con el grupo de población a liberar, las mujeres, que es donde se halla la fuerza material para el combate. Es decir deben cuestionarse en qué consiste eso de ser vanguardia, si hay varias formas de serlo y, en su caso, optar por una de ellas. Las relaciones entre las vanguardias y las bases es uno de los componentes más relevantes de toda acción política iniciada desde la sociedad civil; la enjundia teórica de su análisis está lejos de la extensión y pretensión de este texto, de modo que me ceñiré al caso concreto del conflicto de la vestimenta musulmana, que, por otra parte, ejemplifica las dos opciones primarias de todas las vanguardias: bien superponerse a la base y dirigirlas, o bien crear las condiciones para una toma de conciencia de esa base, lo que implica su autoorganización para la lucha. Esta última es la que defiendo yo … y casi todo el mundo. Muy pocas militantes feministas, si alguna, declararán que a las mujeres 'no concienciadas' hay que indicarles lo que tienen qué pensar y cómo deben actuar, siempre siguiendo fielmente sus consignas y sus planes de acción. Esos planteamientos tan crudos se dieron en el movimiento obrero durante las épocas del culto a la personalidad y de la deificación del Partido. Por fortuna, las organizaciones feministas de la segunda ola, las que lanzaron el feminismo actual, aparecieron en tiempos de desestalinización. De palabra todos – o casi todos, Falcón, no – nos apuntamos a la posición chachi de la autonomía personal, de la organización democrática a todos los niveles, de antidogmatismo, etc.

Y, en general, hasta donde yo sé, esto funciona así en el feminismo occidental. Hay lideresas, hay rigideces, hay sectarismos y doctrinarismos, pero nada muy grave. El movimiento feminista occidental es básicamente abierto, democrático y plural. Donde se revela esa segunda forma de ser vanguardia que tiende al dirigismo y al tutelaje es cuando el feminismo occidental se enfrenta a la situación de las mujeres no occidentales, en concreto, hacia aquellas con las que comparte territorio, con las inmigrantes provenientes de zonas con culturas distintas. Ello se ha puesto de manifiesto con la polémica, no sólo en el campo teórico, en torno a algunas prendas femeninas musulmanas. Recordemos muy brevemente posts anteriores. Veíamos allí que, al menos formalmente, un Estado de derecho liberal reconoce una serie de libertades individuales, bajo la forma de derechos protegibles. Veíamos también que para poder actuar contra la vulneración de esos derechos la mayoría de las veces es preciso que la víctima lo denuncie, incluyendo la identificación del transgresor, y que, de hecho, muy pocas mujeres musulmana denuncian haber sido coaccionadas para llevar por las calles velos o burkas; que, por el contrario, se sienten atacadas en su libertad cuando se les multa por llevar burkini y se les impone la alternativa de quitárselo o abandonar la playa. Se trata de examinar cómo se enfrentan las feministas a un estado de conciencia subjetivo que choca con unas concepciones que ellas (y con buena parte de razón) no pueden dejar de considerar 'objetivas', adecuadas a los hechos reales.

El hecho real, nos dicen abiertamente las feministas a lo Lucas (quizá este siendo injusto con ella, estereotipándola en exceso, me excuso por ello; lo que pretendo es analizar ideas, no hacer un trabajo filológico), es que portar velos, burkas y burkinis constituye una manifestación del sexismo de esas culturas y que la libertad de decisión que aduce quien las lleva es ficiticia, que, aun admitiendo que esa mujer esté siendo absolutamente sincera en su declaración, se cree libre y, en realidad, no lo es; se autoengaña. El engaño, auto o hetero, implica una doble ignorancia: no conocer lo que es verdadero, y conocer lo que es falso tomándolo por verdadero. En todo caso, siempre está antes la verdad, sólo sabiendo lo que es verdadero puedo tachar algo de falso y no engañar. ¿Cual es el discurso 'verdadero' de la feminista occidental ante la práctica de la mujer musulmana y su pretensión de libertad?: “las mujeres de los países o comunidades islámicas han sido férrea y represivamente educadas en el seno familiar o en las mezquitas para que acepten conjunto de normas machistas porque proceden de la divinidad y, en consecuencia, son buenas en sí y beneficiosas a corto y a largo plazo; no se las ha posibilitado contrastar su fe con las demás religiones o ideologías, que ya de antemano, y sin describirlas o describiéndola falsamente, aseguraban que eran erróneas y malvadas. Todo es es una gran manipulación, porque todo emana de mentiras”. Éste es el mensaje; lo que queda ya es pedagogía, cómo contarles todo esto a las mujeres musulmanas para convencerlas, para 'desengañarlas'.

Utilicemos las palabra que utilicemos, por mucho que le pongamos una música de fondo sinuosamente chill out y una voz de terciopelo, se les está diciendo, en plata, que su cosmovisión, todo aquello que respalda sus formas de vida y su sentido común es radicalmente falso; falso y malvado, puesto que su objetivo es oprimirla y someterla al macho islámico. Por muchas vueltas y muchos artificios retóricos que usemos, es el mensaje del hombre blanco a esos ajenos seres antropomorfos 'mitad demonios, mitad niños'. Entramos en su cultura como un elefante en una cacharrería, por un agujero, tamaño elefante, abierto por nuestros ejércitos y apuntalado por nuestros comerciantes. El eurocentrismo y el colonialismo cultural están, apenas ocultos, detrás de esta corriente de feminismo que 'llama a las cosas por su nombre' y que,si no llega a reclamarlo, se muestra muy comprensiva hacia la imposición de los valores de occidente vía penal.

Cuando a un feminismo de este jaez se le hace notar que, a la idea de que las mujeres musulmanas están manipuladas y esclavizadas por su formación, esto es, por su cultura propia, muchas mujeres musulmanas redargüirían que las mujeres occidentales, incluidas la feministas, están igualmente sometidas a sus valores culturales y que no son más libres que ellas, que tan sólo se pretende imponerles unos criterios de libertad ¡a la fuerza!, esto es: restringiendo su libertad. Entonces es cuando las feministas que conocen la Verdad echan mano de lo mas granado de la artillería dialéctica  del etnocentrismo occidentalista contra este razonamiento montaigniano: "tú, es que eres un relativista". Relativismo la palabra anatema para los Papas y los marxista-leninistas. Y para Lucas (y los señores de Sinpermiso), que lo menciona repetidamente a lo largo de su entrevista, como un artefacto teórico derechista tan evidente que no merece molestarse en justificarlo. El relativismo cultural es un asunto de calado tal – epistemológica y, más allá, ontológicamente – que queda a años luz de lo que es razonable tratar en este post, por lo que me limitaré a apuntar que es un término suele utilizarse mal, generalmente como muñeco de paja para polemizar falazmente con las posiciones pluralistas antimonistas y antiabolutistas. 

Para ilustrar esta temática me valdré de una comparación con otra cuestión explosiva del feminismo, la prostitución, la controversia entre abolicionistas y regulacionistas. Hay una analogía indiscutible de (muchas) prostitutas con (muchas) musulmanas en el hecho de que ambas afirman ser libres en sus actividades retribuidas y en sus hábitos indumentarios, respectivamente. Antes de continuar aclaro que me refiero, por supuesto, a aquellas mujeres adultas que se consideran libres; a una mujer que denuncia coacciones – o éstas son manifiestas – para ejercer la prostitución o para llevar tal o cual prenda de vestir se la debe proteger desde el Estado y desde la Sociedad Civil. La siguiente similitud reside en la reacción del feminismo dogmático ante unas y otras: "os autoengañáis, habéis perdido el juicio (o aun no lo habéis adquirido)". Se trata, pues, de negar a esas mujeres su capacidad mental y su autonomía ciudadana. Y, nueva aclaración, con esto no me posiciono contra el abolicionismo en general. Yo soy regulacionista, pero me parece totalmente legítima la posición abolicionista que basa su propuesta de prohibición legal de la prostitución en que ésta es un mal social en sí mismo, con independencia de las circunstancias concretas en que tiene lugar, y que, en consecuencia, no debe ser permitido. Creo que esa lógica se nutre de principios muy peligrosos, pero la respeto. Lo que no respeto es la hipocresía de quienes postulan acabar con la prostitución por el bien de las prostitutas, aunque ellas no quieran; ese paternalismo que esta convencido de su Verdad (patriarcal), de que cuando ellas (las putas, las musulmanas  o los niños) se hagan mayores ya se darán cuenta de lo equivocadas que estaban y la razón que alumbraba a sus autodesignados salvadores.




El objetivo de sacar a escena la prostitución no es sólo para señalar su analogía con el uso de atavíos islámicos, sino también, y principalmente,  para iluminar la diferencia sutil pero muy relevante en el interior de esa semejanza. Recurriré a un buen apoyo, Emmanuel Kant. Cuando el rutinario de Königsberg define la Ilustración como la salida del humano de su minoría de edad, estaba acusando a los poderes menos reaccionarios de su tiempo, a eso que se llamó 'despotismo ilustrado', de considerar al pueblo como aquí a las musulmanas veladas y a las putas irrespetuosas: como niños que tienen que ser dirigidos mediante engaños o fuerza por aquellos que saben lo que realmente les conviene, aunque ellos, ignorantes, protesten. Sin embargo, hay en ese postulación de Kant una diferencia esencial con las musulmanas que no se da con las prostitutas. El filósofo  habla desde su cultura, desde la crítica de su cultura, y llama a las personas valiosas a salir del oscurantismo dominante, a 'atreverse' a pensar por su cuenta. Es decir a reconocer sus cadenas y luchar por romperlas. Desde dentro de su cultura, como ha hecho él y han hecho otros tantos contemporáneos que osan pensar autónomamente, y escriben contra el Antiguo Régimen, y hacen revoluciones. Se trata de una vanguardia que surge de la base y se dirige a esa misma base. Haciendo abstracción de las diferencias socioculturales, cada súbdito de las monarquías absolutas puede liberarse de su opresión (al menos, y como primer paso, mentalmente) porque la vive en sus carnes, porque la piensa con un lenguaje que le vale para impugnarla. Los ciudadanos parisienses podrían, muchos de ellos, horrorizarse o escandalizarse con las arengas de Danton, pero todos las entendían. Las prostitutas actuales entienden a la perfección los argumentos de sus redentoras – y redentores, en este asunto el purplewashing de Vasallo funciona a tope – prohibicionistas, y precisamente por ello, los rechazan, y lo hacen con lúcida contundencia. Son mayores de edad y la liberación de las cadenas que les quienes imponer saben, o intuyen, que en realidad procede de las cadenas forjadas por la mente de sus 'liberadores'.

¿Sucede tal cosa con las musulmanas? No. Las musulmanas que viven en un país y en una cultura extraños, y con frecuencia hostiles, sólo perciben que se las insulta por las calles por llevar burka o, incluso, hiyab, que se las mira con irritación y desprecio, que se las multa y expulsa de las playas, que se las ofende cuando unas chicas muy leídas y unos tertulianos omniscientes les revelan que todo en lo que ellas creen es falso e intentan explicárselo con unos argumentos para ellas lunáticos, con un lenguaje semánticamente abstruso. Da igual, la vanguardia feminista occidental vela – ¡anda!, de aquí sacaría Albert Rivera un juego de palabras: vela-velo, como madura-Maduro; es que lo pongo a huevo – por sus intereses objetivos 'en tanto que mujeres'. Que para ello tengan que dejar a un lado sus intereses subjetivos y sus intereses objetivos, en tanto que son otras cosas además de ser mujeres, son daños colaterales.

Las feministas de la corriente laicista-identitaria – las partidarias del Estado laicista – les piden a las mujeres musulmanas que se sometan a sus designios, que confíen en ellas del mismo modo que confían en el Profeta, es decir: ciegamente. A lo mejor lo que les cuentan les suena a chino a tan desconcienciados seres; ya aprenderán cuando asimilen los códigos occidentales, entonces se darán cuenta de que habían sido, como insinúa Lucas, un banderín de enganche y un icono del terrorismo yihadista islámico. Se les demanda, pues, una actitud subalterna respecto al feminismo hasta que estén en condiciones de integrarse en él; todo ello, claro, desde la consideración de que no hay más feminismo que el occidental. A partir de  esa negación de su autonomía, poca vanguardia y poca autoorganización puede esperarse que salga de las mujeres musulmanas. Afortunadamente, éstas no hacen caso alguno de ese tipo de feminismo tuitivo que les impone dejar el noventa por ciento de su cultura para poder emanciparse de la opresión machista. A pesar de los pesares y del fuego amigo, están surgiendo grupos feministas – vanguardias – más o menos independientes de los feminismos anteriores (prácticamente todos occidentales), formados por mujeres de otras tradiciones culturales; también musulmanas. Así, el grupo Red Musulmanas de feminismo islámico, del que forma parte Brigitte Vasallo.

Aceptando todo lo anterior, y mi cercanía a las opiniones que expresa Vasallo en la entrevista (y en otros artículos suyos que he leído), no dejan de chirriarme algunas afirmaciones que allí hace, y aun la misma locución 'feminismo islámico'. A lo largo de estos posts he hablado de mujeres musulmanas habiendo efectuado una depuración previa; casi todo lo que que aseverado de ellas se refería en realidad a un subconjunto de las mujeres de religión islámica residentes en Europa, aquellas más conservadoras, más ligadas a costumbres tradicionales, que siguen las normas sexistas sin vacilaciones como algo natural y, aunque suene siniestro, gozoso. Pero si contemplamos la población total, sería impropio hasta el nombre, porque hay muchas inmigrantes originarias de países mahometanos que han abandonado la práctica de su religión y de gran parte de sus hábitos étnicos; de hecho, la mayoría se ha occidentalizado en mayor o menor grado. Todas las sociedades y todas las culturas tienen una dinámica internas, todas evolucionan, y las culturas incrustadas dentro de otras culturas hegemónicas – caso de la islámica dentro de la cristiano-capitalista – lo hacen más rápidamente y adquieren numerosos elementos de la cultura dominante. Como siempre, cada proceso histórico es particular y hay casos en que la integración de la cultura subalterna en la hegemónica acaba con la disolución de la primera y otros en que la cultura subalterna se aísla, más habitualmente, es aislada, y se convierte en un bunker cerrado y detenido en el tiempo. Lo que se conoce por guetización. En nuestro caso, la situación global de ese cajón de sastre que llamamos comunidad musulmana europea es propicia para que muchas mujeres pertenecientes a ella tomen conciencia de su situación subordinada respecto a los hombres y den el paso adelante que lleva a la acción feminista, y uno de los factores principales que la hacen propicia es el contacto y la colaboración con las feministas europeas de origen. Gran parte del largo camino de reflexión y de experiencias que éstas han recorrido les ahorra tiempo y esfuerzo a las musulmanas.

Por ello, frente a un 'feminismo islámico' defiendo un feminismo único, sin adjetivos, que actúa en una multiplicidad de ámbitos socioculturales y que, en cada ámbito, surge por la toma de conciencia de una serie de mujeres que viven y sufren su problemática específica – el modo en que se es 'poco amable con ellas ' –; una vanguardia que pondrá en marcha un proceso en el que colaborará con las feministas del resto de ámbitos, siempre en un plano de igualdad y con una autonomía plena, hasta conseguir el gran objetivo: la libertad formal y real, las libertades positivas y negativas, para todas las mujeres. Hay una respuesta muy interesante de Vasallo en relación a esto. Cuando la preguntan: “¿Hay algún ejemplo de organización o empoderamiento protagonizado por mujeres musulmanas que considere referente?”, contesta: “Todas las luchas por el derecho a llevar el velo y el velo integral en Europa me parecen un ejemplo de los procesos emancipatorios propios de las mujeres musulmanas. El mensaje que trasmiten: 'Decís que estoy sumisa a Dios por llevar velo y que queréis que me lo quite para estar sumisa al Estado', me parece una reivindicación muy interesante sobre qué patrones queremos tener y qué patrones nos imponen. A mi esa me parece una reivindicación muy clara, que las mujeres musulmanas no necesitan que les digamos nada, sino que nos dejemos acompañar por ellas y nos acompañemos entre todas.”

Estoy de acuerdo con todo lo que dice Vasallo, más aún me parece brillante. No obstante, constato un serio peligro en lo que no dice; creo que deja abierta la posibilidad de una inferencia errónea de sus palabras. No he leído a Vasallo lo bastante para saber si ella mantiene tales posiciones o no, por lo que mis apreciaciones no van dirigidas a ella, sino al contenido, a lo que podría ser colegido de esta respuesta. Coincido en que el feminismo, en el ámbito islámico, debe defender el derecho a llevar el velo y el burka y que su interdicción es una agresión sexista por parte de los Estados y sus hooligans islamófobos; es decir, opino que en muchos casos la reivindicación activa del velo es un acto feminista. Pero no hay que entusiasmarse tanto, conviene moverse con rigor intelectual entre la ingenuidad y el cinismo. Las feministas, sea cual sea su entorno cultural, deben tener claro que la mayor parte de las mujeres que llevan estas vestimentas, especialmente el velo integral se mueven en un medio brutalmente patriarcal, que no son libres en absoluto, porque la libertad es siempre de hacer y de no hacer. De acuerdo, llevan el burka porque quieren, pero ¿y si no quisieran? No son libres para no llevarlo; luego, no son libres. También saben que el ocultar el pelo, el rostro, la figura, está en relación con una concepción aberrante de la sexualidad, ni siquiera femenina, masculina. Es el deseo masculino el que se busca disciplinar obligando a la mujer, reducida a un mero objeto de deseo, a ocultarse. Aquí no caben relativismos para una feminista. Las musulmanas pueden tener que darse cuenta de sí mismas en el proceso de reconocimiento crítico de su cultura, pueden no hacer mucho caso a sus listillas colegas occidentales, pero no pueden llegar a la conclusión de que hay que mantener la imposición de la vestimenta y la subordinación absoluta de su sexualidad a la del macho. Voy a ir más lejos: no puede haber un feminismo islámico porque todas las religiones del Libro son repugnantemente sexistas y misóginas. A la larga, las feministas musulmanas o se hacen infieles o se inventan una secta mahometana femenina que interprete las suras del Corán de modo que donde dice literalmente 'si' hay que entender 'no' y viceversa. La lucha por llevar el velo o el burkini es una reivindicación legítima del derecho a que se respete su cultura en un territorio hostil repleto de eurocentristas y xenófobos, incluso es una reivindicación de su autonomía frente a salvadores paternalistas; en ese sentido, esa lucha puede ser feminista de un modo coyuntural y táctico, pero no estratégicamente. El enemigo estratégico de las mujeres musulmanas no es la cultura occidental, es el patriarcado islámico. Cuando se lucha por la libertad de llevar un pañuelo o un saco que apenas deja al descubierto los ojos, el adversario es el Estado laicista francés o el Estado criptocatolicista español y sus leyes. Cuando se lucha por la libertad de no llevar el hiyab o el burka, el rival es el patriarcado islámico representado por un marido que en la impunidad del hogar machaca a golpes a la pecadora.

Efectivamente: “Desde los feminismos blancos no podemos seguir desoyendo las críticas que nos hacen los feminismos decoloniales, postcoloniales, negros, chicanos, islámicos, gitanos y etc… por nuestra política de imposición de valores propios como si fueran universales.” (Vasallo, “Burkas en el ojo ajeno: el feminismo como exclusión”. Pikara magacine, 04-12-2014). Es inaceptable un feminismo al que se pueda replicar “Decís que estoy sumisa a Dios por llevar velo y que queréis que me lo quite para estar sumisa al Estado”; creo que las posiciones de Lucas van en ese sentido. Pero no menos inaceptable sería un feminismo, ahora sí: relativista cultural y adorador de la diferencia, que promulgara la sumisión a un dios cualquiera trasunto del poder del macho armado. Me consta que Vasallo no está en eso, pero creo que no se puede dar nada por sentado y menos en una sociedad en que los media son especialistas en la manipulación de las palabras y de los silencios; es preciso ser explícitos. Aunque, de todos modos, te tergiversarán si interesa, al menos no les facilites la labor. Por ejemplo, posicionarse con claridad frente a la islamofobia no debe impedir conocer y combatir la manipulación por el fundamentalismo islamista, al que el adjetivo 'machista' le queda extremadamente corto, de la resistencia de las mujeres musulmanes a tirar su cultura a la basura a que les insta el laicismo identitario.



A modo de guinda de estos posts, una cita que sintetiza con una fantástica concisión la entera problemática de los velos. Procede de un comentario al artículo de Vasallo enviado por un troll. ¿Por quien, si no? Los trolls, esos máximos exponentes del discurso postpostmoderno de nuestro días. Ellos marcan el camino. “Está muy bien defender el derecho de las musulmanas a llevar la vestimenta que decretó en el Corán aquel esclavista genocida y pederasta llamado Mahoma, pero ¿Qué hay del derecho de las niñas y niños pequeños a que sus cerebros no sean lavados con las mentiras del Islam?” Niquelado; si acaso, se echa en falta una mención a 'los follacabras'.

It's all, folk.                                           
                                                                                                                                                                    


         Si es que van como van y luego pasa lo que pasa


Una lectora de este post ha enviado una serie de objeciones que me resultan interesantes porque ponen de relieve la oscuridad del algunos planteamientos que propongo, la evidencia de que tengo que explicar mejor las cosas si no quiero ser malentendido (y prefiero no serlo). Pongo a continuación esas observaciones y, más abajo, mis comentarios.


Quería comentar que este texto me ha parecido un poco fuerte en el sentido de que critica el "feminismo islámico" y antes que nada de inexistente, pues a favor de una religión de por sí sexista no puede haber feminismos... bueno, yo estoy de acuerdo en que la religión puede ser vista como sexista (a mí todas las religiones me lo parecen, y la católica la primera porque es la que he podido sufrir más de cerca), pero no olvidemos que ese punto de vista también viene dado desde una posición occidental-europeizada-española que no podemos ignorar, es decir, que en el punto de vista de Ruiz García (aunque me ha parecido muy original y me gusta su estilo de expresión), creo que no hay un mínimo intento de utilizar el relativismo cultural como herramienta etnográfica para poder comprender y posicionarse en "las otras", siendo "las otras" esas mujeres islámicas que luchan por lo que consideran justo y necesario para ellas, por lo que les nace, y que se consideran de esta forma a sí mismas "feministas". Yo creo que sí puede haber varias interpretaciones de "feminismo", a diferencia de este autor que defiende un "feminismo único" con diferentes variantes... pero si ellas, desde su bagaje cultural y religioso, se consideran mujeres luchadoras (sin duda lo serán) y feministas, ¿por qué vamos a negarles este calificativo? eso sí que me parece patriarcalista, mucho más que "obedecer a desobedecer", que es otra de las cosas que critica el autor en mujeres musulmanas con un punto de vista poco crítico...


En efecto, critico la expresión ‘feminismo islámico’ al igual que lo haría con ‘feminismo cristiano’, lo que no significa que no crea que haya feministas cristianas o feministas musulmanas, bien que, en mi opinión, siempre habrá en ellas elementos contradictorios. Para centrarnos en un entorno cultural amplio, las religiones del Libro son, las tres, ideológicamente patriarcales, esto es, machistas. Literalmente, desde la primera página. Aquí no cabe mucho relativismo cultural porque, como digo, nos movemos en un universo de sentido bastante homogéneo. Sin embargo, y más en general, precisamente porque me preocupa incurrir en eurocentrismos, apunté una definición de feminismo, de Spivak, la conocida pensadora india, gurú de los estudios postcoloniales, que me pareció, en su sencillez, universalizable para cualquier tiempo y lugar: la pretensión de evitar que se sea 'poco amable' con las mujeres. Creo que una caracterización tan mínima vale para el Bronx actual y para la China de la dinastía Qin. Allá donde hay unas prácticas sistémicas de subordinación de las mujeres a los hombres, hay condiciones para el feminismo, y allá donde mujeres, pocas o muchas, toman conciencia de esta situación y se mueven para acabar con ella surge el feminismo 'sin adjetivos' (a eso me refiero con 'feminismo único'), porque todos esos movimientos y todas esas mujeres son igualmente feministas. En su práctica real-histórica el feminismo adoptará centenares de aspectos, centenares de objetivos, centenares de formas de lucha. Es entonces cuando a esas materializaciones particulares del 'feminismo' las nombramos en plural y las ponemos adjetivos para distinguirlas: feminismos occidentales, feminismos africanos, feminismos de la identidad, feminismos de la diferencia, etc., etc.

Que en el mundo real no haya feminismo sino feminismos y que se empleen adjetivos para identificarlos no excluye que, en mi opinión, no todos los adjetivos que se utilizan sean válidos. Así, el llamado 'feminismo islámico' – y, por supuesto, el 'feminismo cristiano' –. Me parecen expresiones contradictorias porque el adjetivo es incompatible, niega total o parcialmente el sustantivo. Ahora se usa mucho el término oxímoron para nombrarlas. Si, como apunté arriba, la religión musulmana, y la cristiana, son esencialmente sexistas y han fundamentado siempre regímenes patriarcales, no puede haber un feminismo islámico, o cristiano, sino una crítica feminista, ideológica y, también política, de la religión musulmana, y cristiana. Sucede que, sobre todo en las fases más incipientes, la feministas – que lo son de pleno derecho – musulmanas y cristianas intentan mantenerse en el seno de su religión, incluso de forma ortodoxa, y reinterpretan los textos sagrados de un modo diferente al de la jerarquía clerical para excluir o limar los dogmas y preceptos más salvajemente machistas. Lo tienen difícil, por la literalidad de lo escrito y porque las castas sacerdotales, siempre con predominio masculino, no suelen estar muy dispuestas a perder el monopolio de la transmisión de la palabra de deidad de turno. Generalmente, estas feministas, les pasó a las occidentales cristianas y les pasará a las musulmanas, abandonan su religión o la practican de manera muy heterodoxa.

Son justamente posiciones feministas etnocentristas como la de Marieme-Helie Lucas, por muy 'de izquierdas' que se postulen, las que cuestiono en mis posts (sin quitarle por ello a Lucas ni un miligramo de su condición de feminista). Las feministas musulmanas, desde su cultura, pero también necesariamente desde la crítica de su cultura, y desde sus vidas, son quienes han de decidir cómo, donde y cuando luchan contra una socialización sexista que, no se olvide, no proviene sin más de la religión, sino de todo el complejo estructural del poder. Las feministas occidentales deben ayudarlas en todos los aspectos, no darles lecciones, respetando siempre la autonomía para escoger su propio camino. Por supuesto, habrá que confluir, pero sin prisas ni atajos,

3 comentarios:

  1. Hola Federico, te agradezco mucho esta respuesta, y me gustaría seguir hablando del tema, pero temo mucho no tener todo el tiempo que me gustaría para ello... aún así me siento impulsada a hacer un esfuerzo 
    Estoy muy de acuerdo contigo en casi todo, y agradezco mucho esta aclaración que acepta la existencia de feministas islámicas y cristianas, aunque sus puntos de vista estén llenos de contradicciones. Pero creo que precisamente sólo ellas pueden ir, poco a poco, dándose cuenta de sus contradicciones por sí mismas y deshaciéndose de las que no les valgan... es un proceso que no se hace en dos días y que es personal, no podemos hacerlo por ellas y si queremos ayudarlas a ello, qué menos que apoyarlas reconociéndolas como mujeres feministas y luchadoras por sus derechos. Por eso aplaudo tus palabras cuando dices: "Las feministas musulmanas, desde su cultura, pero también necesariamente desde la crítica de su cultura, y desde sus vidas, son quienes han de decidir cómo, donde y cuando luchan contra una socialización sexista que, no se olvide, no proviene sin más de la religión, sino de todo el complejo estructural del poder. Las feministas occidentales deben ayudarlas en todos los aspectos, no darles lecciones, respetando siempre la autonomía para escoger su propio camino".
    Esque en el texto anterior, más arriba, afirmabas que "El enemigo estratégico de las mujeres musulmanas no es la cultura occidental, es el patriarcado islámico". Y esta afirmación sí me pareció algo injusta, porque esas mujeres se encuentran ante la espada y la pared cuando las feministas occidentales (más que "la cultura occidental") no las apoyan, y esto sigue ocurriendo, siendo la espada el patriarcado islámico y la pared "la cultura occidental" (¿o al revés? da igual...) ... por lo que esa "cultura occidental" (aunque lo pongo entre comillas porque dudo de su existencia, pero este es otro largo tema a debatir…) sería también la enemiga de estas mujeres islámicas y feministas, y no únicamente el patriarcado islámico (¡a falta de un enemigo tan feroz, ellas tienen dos!).
    Por otra parte, también estoy de acuerdo en que el término "feminismo" pierde su sentido más esencial cuando lo acompañamos de ciertos adjetivos como "islámico" o "cristiano", por lo que sí, me parece mejor evitar esos calificativos y decir simplemente que hay mujeres islámicas o cristianas que llevan a cabo acciones feministas y luchan por la igualdad.

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  2. Pero por último (ahora viene lo peor...) no puedo evitar poner en duda la afirmación de que "no cabe mucho relativismo cultural (en cuanto al machismo en el islam) porque, como digo, nos movemos en un universo de sentido bastante homogéneo"... no me queda argumentado lo de que no hay mucha cabida al relativismo cultural en cuanto al punto de vista sexista - machista de estas religiones del Libro"... no me queda argumentado porque utilizas “la homogeneidad de las mismas”, lo cual no considero cierto del todo, pues estoy segura de que dentro de una sociedad islámica también hay homosexuales, prostitutas por gusto, payasos y ateos, y otras muchas cosas que se escapan a nuestra imaginación... y de que de un pueblo a otro las cosas varían mucho, y el islam está extendido por lugares taaaan diferentes… y las personas también interpretan "el Libro" de maneras muy diferentes... incluso personas que lo ven como algo abierto que puede ser modificable o re-interpretable según los cambios y necesidades del momento... vaya, que yo creo que el relativismo es como un comodín cuando jugamos al “rummy”, porque siempre puede servir, pero si al finalizar la mano nos quedamos con él y no lo hemos utilizado, nos suma más puntos en contra que cualquier otra carta…
    Tampoco me queda clara la argumentación que das a ese “no hay cabida al relativismo”, porque en ella estamos omitiendo el punto de vista del que hablamos y el contexto en el que se está produciendo esta conversación misma: la religión cristiana-católica que ha predominado durante siglos en esta tierra también tiene "Su Libro" (así que yo la incluiría, ya que estamos "homogeneizando" con las anteriores, ¡a la saca del libro y luego quemamos la biblioteca! :-S perdonad, esque las religiones me despiertan instintos criminales...), y ocurre que aunque aquí algunxs nos creamos "liberadxs de ella", seguimos inevitablemente cargando trazas desde hace siglos y siglos, de muchas de esas trazas ni nos damos cuenta... pero esque desde esa posición, llena de restos cristianos, nos estamos manifestando ahora, no lo olvidemos... ni tú ni yo podemos librarnos de ella en dos días, por mucho que nos pese… por lo cual, creo que el relativismo cultural merece un mayor respeto, porque es una herramienta etnográfica fundamental de la que se sirven lxs antropólogxs en el "mundo occidental", y no podemos desvalorizar ese trabajo tan importante ni sus medios para lograrlo… y además, si pudiésemos generalizar "este mundo occidental", no podemos olvidar que tiene gran parte de sus cimientos en el cristianismo... que es también machista, sexista, patriarcal y competitivo como el que más. Por eso me parece que podemos comenzar, entonces, por criticar, mejorar y buscar soluciones ante lo que conocemos más de cerca y llevamos siglos soportando y sufriendo, antes de preocuparnos por cómo se visten lxs vecinxs... además, ¿quizás, a veces, lo que vemos en "el otro" sea sólo un espejo de "nosotrxs mismxs"? sólo lanzo la pregunta, porque creo que puede ocurrir pero soy consciente de que no ocurre siempre...
    ¡Un abrazo y gracias por esta interesantísima conversación!
    Mar (el post anterior también es mío)

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    1. En primer lugar, respondo a tus gracias con otras gracias. Tus observaciones, llenas de sentido, me ayudan a ampliar y a matizar, a enriquecer, en definitiva, mi análisis. Paso a comentarlas. Con el relativismo, también hay que ser relativista si no queremos perdernos en un mundo teórico de significantes que no significan nada porque significan cualquier cosa. Si te fijas, yo hablaba de que "no cabe mucho relativismo cultural (en cuanto al machismo en el islam) porque, como digo, nos movemos en un universo de sentido bastante homogéneo". Al utilizar los adverbio modificadores cuantitativos 'mucho' y 'bastante' establezco ya una relativización: lo que estoy afirmando es que cabe relativismo cultural, pero no mucho, y que el universo de sentido, los esquemas conceptuales, son heterogéneos, si bien, no demasiado. Ese 'mucho' y ese 'bastante' expresan una relación con el resto de las culturas digamos, no occidentales. Esto es, la cultura occidental actual es más homogénea – comparte más ideologemas – con la cultura musulmana actual (que, por supuesto, es internamente muy diversa, como bien apuntas, máxime dada su enorme extensión geográfica y su diversidad etnográfica) que con la de los habitantes de la islas Tobriand a principios del siglo XX. La coincidencia de que en ambas culturas la religión organizada haya jugado un rol fundamental en la constitución social y que ambas religiones tengan un tronco común y un principio demoledor, la divinidad como trasunto del padre patriarcal, crea, por decirlo así, muchos elementos empáticos, muchas posibilidades de entendimiento mutuo si grandes traducciones (grandes, siempre en relación con). Una mirada relativista es necesaria metodológicamente cuando se estudia una cultura desde otra; pero lo importante, y lo difícil, es ponerle a ese relativismo unos límites específicos en función de esas dos culturas, la fuente y la objeto, particulares.
      Lo primero que hay que hacer, coincido contigo, es analizar nuestra propia cultura, a la que pertenece ese saber desde el que observamos otros y someterla a una crítica más rigurosa para desprendernos en la medida de lo posible de unos prejuicios que pueden convertir nuestras explicaciones en valoraciones. Cuando citaba lo de la 'poca amabilidad con las mujeres' de Spivak, era consciente de que puede parecer una simpleza, pero creo que no es así. El feminismo, creo yo, puede surgir en cualquier cultura en el momento en que unas mujeres adquieren consciencia de que son maltratadas por el hecho de ser mujeres, no admiten los relatos ideológicos que justifican ese maltrato y se juntan para acabar con él. Porque, no olvidemos, el feminismo es una práctica y una práctica colectiva de oposición a un sistema de cosas. Considero más feministas a unas mujeres de un poblado de Sudán que se reúnen para oponerse al ritual de ablación del clítoris que a una universitaria europea que desayuna leyendo a Judit Butler y cena leyendo a Nancy Fraser sin hacer nada entre medias. Fimalmenter, estoy de acuerdo con tu último párrafo, aunque añadiría que las feministas occidentales y sus aliados masculinos no deben de preocuparse por como visten, por ejemplo, la mujeres musulmanas, pero deben apoyarlas siempre en su lucha por su libertad de vestir de otra forma y, por supuesto, oponerse a los Estados laicistas a reglamentar como deben ir atavíadas las mujeres musulmanas (o cristianas, o budistas o ateas). Y es que, en efecto, las mujeres oprimidas son un espejo en que otras mujeres oprimidas pueden descubrir su propia opresión y comprender que, en lo fundamental y más allá de las formas culturales, hay una raíz común, eso que muchas llamamos 'patriarcado'.

      Un abrazo, Mar y, nuevamente, gracias por tu interés.

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