miércoles, 6 de mayo de 2020




Mientras continua el cine mudo en las Cortes españolas, en el mundo pasan cosas importantes. Ayer, una que me parece de enorme relevancia. Me refiero a la sentencia del Tribunal Constitucional de Alemania respecto a una posible irregularidad del BCE en la ejecución del PSPP (Public Sector Purchase Program), un plan de compra de deuda soberana que formaba parte de la política de flexibilización cuantitativa que el BCE sostuvo a lo largo de la década de 2010, y cuyo objeto era salvar a la banca y a los Estados de la deuda impagable que acumulaban.  En la sentencia citada, el TC alemán le da tres meses de plazo al BCE para que justifique la legalidad de su actuación, y, si no se da por satisfecho, el Bunsesbank se retiraría del plan. Poco espectacular en la letra y además poco operativa, pues supongo que -el PSPP es del 2015- el Bundesbank ya habrá aflojado la pasta hace tiempo. Pero, reitero, la cola que puede traer, las consecuencias directa o indirectas del fallo, es muy probable que sean  determinantes para el futuro de la Union Europea, especialmente en estos tiempos de crisis en todos los ámbitos sociales. 

En mi opinión, la sentencia tiene dos efectos fundamentales. El primero es que, aunque en el texto del TC se explicita que no tiene nada que ver con el reciente, y muy similar, plan del BCE para financiar, mediante compra de deuda, los gastos extraordinarios que genera el covid-19, se lanza un claro aviso a navegantes: Alemania no está dispuesta a sacrificarse por quienes considera Estados irresponsables en la gestión económica. Creo que, implícitamente, es la puntilla de los coronabonos y, por supuesto, del genial invento español (con el que estoy de acuerdo en su teoría, que conste) de la financiación monetaria directa bajo la forma de deuda perpetua a bajo o nulo interés.

La otra consecuencia es aún de mayor calado. Resulta que el PSPP pasó, preceptivamente, por el Tribunal de Justicia de la UE, que, como es sabido es el máximo órgano judicial de la UE, de modo que sus sentencias son obligatorias para todos los Estados miembros de la Unión, prevaleciendo siempre sobre las de sus tribunales domésticos. EL TJUE lo analizó y le dió el visto bueno jurídico. Y ahora el TC alemán le viene a enmendar la plana, desafiando de facto la supremacía de aquél. Hablamos de Alemania, no de Eslovenia, con perdón de Zizek. Es probable que, finalmente, se imponga la diplomacia y el choque de trenes no vaya a más. Pero, desde el punto de vista de la insólita imagen dada, y teniendo en cuenta que el TC sabía a la perfección el revuelo que iba a causar, está claro que la UE, como realidad y como proyecto, hace aguas por todos lados. 

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