miércoles, 15 de enero de 2025

 

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Ayer vi Infiltrats en TV3. Se trata de un documental breve, 30 minutos, de los casos de infiltración de la policía nacional descubiertos en Cataluña hace un par de años. Lo realiza La Directa, el medio digital que descubrió o hizo públicos esos casos. En concreto, dos periodistas de La Directa -ahora ‘periodista’ es casi un insulto, pero estas dos chicas son de las de antes, cuando ser periodista era encomiable-, que se sobreponen al claro boicot de las instituciones españolas. Así, la ocultación (ciertamente, no muy eficaz) de las caras de los infiltrados y, la negativa a hablar por parte de alguien que represente al Estado. Únicamente aparece una policía en su condición de directiva del JUPOL, que intenta mostrarse muy razonable, pese a lo cual desliza un par de perlitas sonrojantes. Lo de siempre, esa lucha, teológica, entre el Bien y el Mal, nosotros y ellos, en la que se invierte aquello de Concepción Arenal y se entra de lleno en el Derecho Penal de enemigo. Frente al “odia el delito y compadece al delincuente” de Arenal, “odia al delincuente y no te preocupes por el delito’, para ser exacto: “no le des vueltas al delito, todo lo que hace el delincuente es delito; forma parte de su esencia el delinquir”. Penoso, pero ese es el principio oculto del actual Derecho Penal. Y no tanto por las leyes en sí, como por la mentalidad de los jueces (y de los legisladores del presente que hacen las leyes del futuro).

La inmundicia moral del aparato policial-judicial no se ve acrecentada para muchos, entre los que me incluyo, pero el documental es muy valioso para abrir, o abrir más, los ojos de otros. A mí, sore todo, me proporciona unos momentos de indignación y dolor que me vienen muy bien, no sólo de logos se vive. Un aplauso, pues,a la denuncia audiovisual de La Directa. Y también a TV3 que, pese a su deriva autonomista, sigue emitiendo estas cosas.

En relación con el documental, una minirreflexión de género. Los policías varones, como buenos machirulos, se follan a tantas activistas como pueden. Mero placer en el trabajo que, además, al hacerlos más confiables, mejora su eficiencia. En cambio, la única mujer-pasma se ve obligada -obligada por su condición de hembra en un entorno patriarcal- a responder a la llamada telefónica de su víctima y comunicarle que, curro aparte, lo había querido, que había tenido sexo, sí, pero por amor. Como Dios manda, vaya. Sentimientos de culpa, cero, ni señoros ni señora. Nauseas.


PS. Con posterioridad, se han conocido en Madrid casos similares de infiltración, 'a tope', en colectivos de activistas sociales, normalmente asociados a la extrema izquierda más o menos anarquista. La falta de relación en estos casos con movimientos independentistas muestran el terror paranoico del Estado ante sus oponentes radicales, hacia la política extramuros. Ójala se tratase de un miedo plenamente justificado.


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