Apuntes sobre la política española desde fuera (I)
Apoyándome en lo sucedido a propósito de la presentación por el gobierno del decreto-ley omnibus en el Congreso, haré unas reflexiones sobre la política española -anque que yo, siguiendo a Rancière no la considero política, la denominaré así- en el marco histórico del R78. Las vicisitudes del decreto ómnibus no aprobado el día 23 de enero de 2025 son, en mi opinión, un perfecto paradigma del modus operandi de la política profesional española. Lo son porque revelan nítidamente cual es el objetivo preferente, muy preferente, a corto, medio y largo plazo, de sus agentes, los partidos políticos: acumular fuerza para mantenerse en el poder y, cuando no es posible, tratar de recuperarlo, pergeñando cada uno de ellos, dentro de la estructura de poder del régimen español y sus límites, alianzas que lo potencien con otras fuerza políticas y económicas.
Estamos en la sesión parlamentaria del miércoles 22 de enero. El gobierno presenta tres decretos-ley para su ratificación. Veámoslos uno a uno. El primero es la prórroga del impuesto extraordinario para las energéticas. El PSOE sufre dos presiones en sentido contrario. La una, favorable a la prórroga, es defendida por todas las fuerzas de izquierda, incluyendo a su socio de gobierno. La otra, desfavorable, la defienden las grandes empresas españolas de la energía. Fuerzas, para el PSOE, desiguales. Si el PP, por el motivo que fuese, anunciara su abstención, el PSOE no llevaria el decreto al parlamento. Pero, como sabe que va a ser rechazado porque el PNV y Junts votarán en contra, lo presenta y queda bien con sus socios. Se trata de una medida de derechas y la tumban los partidos de derecha: PP, VOX, PNV y Junts; todos menos el PSOE (por lo motivos señalados). Normal.
El segundo decreto es el de la ‘mejora de la jubilación’. Un decreto de derechas. Como el gobierno sabe que el PP votará a favor, no necesita aval izquierdista, así que votan contra él Bildu, BNG y Podemos. ERC, a favor y Vox, en contra; ellos sabrán por qué. Normal. Y vamos, por fin, al tercero, el ómnibus. Este decreto incorpora tropecientas disposiciones, todas menos dos. ¿Por qué el gobierno no metió todos los decretos pendientes, incluyendo los dos primeros, en el decreto ómnibus? Porque previó que el tal decreto podría no salir adelante y necesitaba a) que saliese el decreto de las pensiones, porque escenifica y simboliza el pacto básico del R78: gobierno, patronales y sindicatos mayoritarios (de algún modo, rechazarlo sería rechazar el R78), y b) que el decreto de la prórroga se descartara, puesto que, viéndose obligado a la votación en el momento en que expira su vigencia, debía tirarlo; como sabe de antemano la postura de los demás, se marca un curioso postureo: votar en contra de lo que, presionado por las superempresas de la energía, desea. El resto de disposiciones son aquellas en que, aunque no le sean indiferentes, al gobierno/PSOE no le importa gran cosa que sean postergadas, al menos no le importa tanto como seguir sus manejos orientados al mencionado objetivo principal, manejos que en este caso buscan, además de erosionar a la oposición del PP, forzar las tendencias dentro Junts que, en la práctica, situan sistemáticamente por encima el eje socio-político al nacional; y, de paso, recordar que Junts es el equivalente a PP en Cataluña, pura derecha.
Para ello, se introducen en el decreto ómnibus medidas como la subida de pensiones y la bajada de transportes, que benefician a toda la población y, en especial, a las clases populares. De este modo, cuando se invalida el decreto ómnibus, lo hacen también esas medidas, y a partir de ahí comienzan las lágrimas de cocodrilo del mundo progre, empezando con Sánchez y terminando con sus voceros mediáticos, por los pobrecitos pensionistas y usuarios del transporte público, que verán mermada su capacidad adquisitiva. Si a Sánchez le hubieran importado lo más mínimo esos pensionistas y esos trabajadores, habría presentado los dos decretos por separado y los habría sacado adelante, porque Junts votaría sí y, probablemenbte, el PP se abstendría. Si a Sánchez le importasen lo más mínimo esos pensionistas y esos trabajadores, tras el rechazo al ómnibus, aprobaría en el consejo de ministros inmediato un decreto-ley en los mismos términos que el anterior, de modo que las medidas entrarían automáticamente en vigor y se ratificarían el mes que viene. Pero no lo hace, es mejor acusar de desalmados a los que votaron que no al ómnibus; especialmente a Junts, aunque ya carroñea por ahí Rufián.
Ciertamente, pasados unos días de la votación del ómnibus, empiezan a aparecer voces críticas, moderadamente críticas, hacia la forma de actuar del gobierno, sin por ello exonerar de culpa a Junts, a quien curiosamente se le caracteriza como una formación de derechas y, a la vez, se le censura votar como una formación de derechas. Sanchez ha alardeado en Davos que mantendrá íntegro el decreto ómnibus y lo volverá a enviar al Congreso. Pero ahora el farol es muy débil, no se lo cree nadie, y si Sánchez lo intenta, el relato se volverá en su contra: “que malos es Sánchez que, por su obstinación soberbia’ mantiene la situación -oyéndole, parecería que desesperada- de los ciudadanos, ciudadanos de los que mal que le pese PP y Junts se convertirán en defensores. Supongo que Sánchez, una vez montado el (innecesario) numerito, ’salvará’ a esos ciudadanos, y presentará las dos medidas (más las de ayudas a los damnificados por la DANA) independientemente de las otras.
Obviamente, se pueden traer a colación multitud de ejemplos que exhiben la misma conducta por parte del PP, la que hace de la política como el arte de conquista y mantenimiento de las instituciones estatales dentro de un sistema de dominación dado. En líneas generales, todas estas maniobras son tan burdas que cuesta trabajo aceptar que gran parte de la izquierda de a pié haya podido hacerlas suyas. o. Ocurre que, si todavía queda algo de cultura de izquierda, aunque sean básicamente mitemas, sería preciso emplearla para desenmascarar que el régimen español actual, el penoso resultado pseudodemocrático de la salida del franquismo, se sostiene también bajo un pretendido relato de derecha sobre lo que es izquierda. Un relato que somete a la izquierda social al R78 en lugar de darle armas para destruirlo.
En los próximos días, empleando estos, entre otros, datos, el comportamiento de los medios de comunicación que conforman la cultura de izquierda, examinaré cómo tácticas y técnicas manipuladoras son empleados masivamente por esos medios, y concluiré que, salvando algunas distancias, son simétricas a las de derechas, configurando una cultura amplia, diversa y con elementos rivales que llamaré la ideología sistémica. Para llevar a cabo una fábrica radicalmente contrahegemónica hay que estar fuera el sistema. Y allí hace mucho frío.
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