020325
Continuacion.
Trump: “ ... No tienes las cartas ahora mismo. Con nosotros, empiezas a tener cartas”.
Zelensky: “No estoy jugando a las cartas. Soy muy serio, señor presidente. Muy serio”.
Trump: “Estás jugando a las cartas. Estás apostando con las vidas de millones de personas. Estás arriesgando la Tercera Guerra Mundial”.
Zelensky: “¿De qué estás hablando?”.
Trump: “Estás arriesgando la Tercera Guerra Mundial ...
¿Por qué, aparentemente sin venir a cuento, Trump saca a colación la (hipotética) Tercera Guerra Mundial? En mi opinión -que me aleja definitivamente de los progres- no se trata de una salida de pata de banco ni una de las opiniones disparatadas de Trump, sino una afirmación que sólo es posible cuando uno se situa, como Trump, fuera del discurso hasta ahora dominante en el ámbito de la política internacional. Ese discurso es, básicamente, el que rige la acción de USA desde la IIGM y, en especial, tras la caída del imperio soviético y de la bipolaridad, la variante que alcanza su acabada expresión teórica en la teoría neocons del ‘nuevo siglo americano’ y de ‘America first’ y de su plasmación práctica en todas la presidencias de USA, de Clinton a Biden, pasando por el mandato de 2016 del mismo Trump. La guerra de Ucrania es, junto al genocidio palestino, la manifestación más relevante de esa estrategia. Constituye el desenlace casi inevitable de la política hegemonizante de la OTAN manejada por USA, en n proceso que comenzó con la expansión hacía el este, pese a las garantías dadas a Gorbachov y que habría de culminar con la adhesión de Georgia y Ucrania, todo ello en una lógica de debilitar a Rusia y deponer el nacionalismo de Putin, colocando a alguien así como Yeltsin.
Así, el montaje del Euromaidan y la destitución de Yanukóvich, eventos en que algo tuvo que ver la CIA, y el aval europeo tanto a los acuerdos de Minsk como a su incumplimiento, son los hitos que condujeron a la previsible invasión rusa. La OTAN, por personalizar en ella la política de USA y su fiel y subordinada UE, sabía perfectamente que la Rusia de Putin no podía aceptar el siguiente paso: la integración de Ucrania en la OTAN y que su única salida, vetada toda solución diplomática, era la guerra -de hecho, boicoteó, mediante las mentiras de Boris Johnson, un acuerdo de paz ya casi asumido por Ucrania en Turquía dos meses después de la invasión rusa-; la OTAN estaba convencida de que la resistencia ucraniana, sostenida por sus integrantes y las sanciones económicas occidentales serían suficientes para acabar con Putin, en el seno de un supuesto malestar interno en Rusia. La idea subyacente era balcanizar Rusia, neutralizando su poder nuclear, sin el cual el predominio militar de USA era absoluto, incontestable incluso para China, y, en consecuencia se culminaba la unipolaridad económica y política hegemonizada por USA. El objetivo final de los neocons, de Bush a Biden.
Para desgracia de la OTAN, y descrédito de sus servicios de inteligencia, Putin no cayó, incluso reforzó su poder interno, y las sanciones económicas se convirtieron en un disparo en el pié pie para Europa. La contraofensiva de Ucrania en el 2023 fracasó y la escena bélica se situó en un marco cómodo para Rusia, que iba ganando territorio y avanzando, lenta pero inexorablemente, hasta una victoria militar plasmada en un Tratado de Paz que reconociera la independencia del este ucraniano y rechazara definitivamente la entrada de Ucrania en la OTAN. Ese tratado, en lo esencial, se va a firmar, hagan lo que hagan la UE, la GB del Brexit o Zelensky.
La política de la OTAN no ha podido ser mas equivocada, y peligrosa; todo ello, creo, por incapacidad intelectual de reconocer errores y leer los cambios sociopolíticos, siguiendo, cual asno con anteojeras, el camino trazado desde décadas atrás, sin comprender que ya no correspondía a la relación real de fuerzas. La OTAN volcada en su apoyo al ejército ucraniano, no ha conseguido evitar, en los términos y con los límites en que se ha movido, la más que probable derrota de Ucrania, y las sanciones, aparte de hundir, sobre todo, Alemania y de dar aire a un enemigo del Planeta como es el fracking, han impulsado el proceso que más debe temer USA: el acercamiento, tendente a una coalición permanente, entre Rusia y China (además del potenciamiento de Rusia y de los BRICs). Como señalé arriba, una bipolarización a corto plazo con Rusia/China por un lado y USA por otro es nefasta para ésta y sólo puede conducir, bien a la guerra nuclear total, bien a la subalternización de USA.
'No miremos el pasado, la historia, el contexto', dijeron Biden y sus aliados -curiosamente, lo mismo que el 7 de septiembre de 2023, del drama palestino- Ucrania ha sido invadida sin mediar provocación. ¿Por qué? Porque Putin es malvado,-USA siempre introduce un componente teológico en sus conflictos coloniales-. Esa maldad intrínseca se materializa en su carácter imperialista sin límites. A la manera de los malos-malísimos de James Bond, Putin quiere conquistar el mundo; empieza por Ucrania y seguirá con Polonia y los países Bálticos. Hasta dominar Europa entera y, después, saltar el charco. Ridículo, infantil, rudimentario; y, a la vez, creído, eso sí, al modo pascaliano, por gente que se supone instruida e inteligente, como Macron y Starmer. El problema es que se lo creen, azuzados por un personaje patético que me recuerda a la enorme peli de Rossellini ‘El general de la Rovere’, Zelensky. Hasta tal punto creen los atlantistas en los nefandos propósitos de Putin que han estado a punto de enviar tropas, nacionales o de la OTAN, para unir sus fuerzas al ejército ucraniano. No descarto que la victoria electoral de Kemala Harris hubiese conducido a ese escenario. Y, ciertamente, la situación bélica se podría haber revertido y haber situado a Rusia en la tesitura de perder la guerra. Algo que Putin no se puede permitir, él es consciente que la derrota conllevaría muy probablemente el fin de su país. Una cuestión existencial, que se dice ahora. Putin amenazó entonces con usar sus armas nucleares y estoy seguro que no habría dudado en hacerlo. De ahí las alusiones de Trump a la IIIGM y su exasperación ante un Zelensky que, llevado por una comprensible desesperación que no revoca su irresponsabilidad, intenta llevar a sus aliados en esa dirección.
Continuará.
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